Lo aseguró el presidente de la
Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau),
Néstor Pan, quien días atrás visitó la Facultad de Derecho en el marco
del inicio del proceso de evaluación de esa carrera en todo el país, y
por el que ya pasaron Medicina, Bioquímica, Farmacia, Ciencias Agrarias,
Veterinaria y las ingenierías.
"Rosario es una de las
universidades del país con puntajes muy altos en sus acreditaciones, por
arriba de los estándares exigidos", afirmó Pan. La comisión que preside
fue creada a través de la ley superior de educación (1995) y comenzó a
funcionar un año más tarde como organismo descentralizado bajo la
jurisdicción del Ministerio de Educación de la Nación.
—¿Cómo es el proceso de evaluación y acreditación que incluye universidades públicas y privadas?
—Este proceso recién comenzó a ser
valorado hace cuatro o cinco años porque, en principio, era visto como
una política de la década del 90. Ahora la política apunta a que no
exista tanta diferencia entre centro y periferia. Rosario es una
universidad con puntajes muy altos en las acreditaciones. Estamos ante
una institución de jerarquía. Pero los recursos humanos no abundan,
entonces la periferia, tanto en carreras de grado como de posgrado,
tiene la dificultad de carecer de la jerarquía que da el apellido, como
es el de las universidades de Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Litoral o
Rosario. Por eso, la acreditación garantiza estándares mínimos de
calidad, un piso de equidad, y achica esa desnivelación profunda que
existe entre el centro y la periferia en la educación argentina, y que
es también el formato de la educación latinoamericana.
—¿Existe ese desnivel entre universidades públicas y privadas?
—Sí, existe esa diferencia. En el caso
de los procesos de mayor grado de tecnología, son las universidades
públicas las que los brindan con mayor capacidad e inversión. A las
privadas les cuesta más. También se ve en los posgrados.
—Aludió a la resistencia inicial a la evaluación, ¿cómo fue ese proceso?
—Hubo que dar vuelta una política de
los 90 que estaba más cerca del ranking y de la diferenciación. Todo eso
se quebró cuando apareció el financiamiento del Estado para las mejoras
en las universidades nacionales, sumado el freno en el crecimiento de
las ofertas privadas. De 1990 a 1996 se habían creado más privadas que
en el período 1997-2011, y en eso tuvo que ver la Coneau, porque ahora
no es suficiente la plata para montar una estructura particular sino que
hay que garantizar y acreditar recursos humanos, programas y proyectos
académicos viables. En el caso de las nacionales, el proceso de
evaluación también tiene que ver con que hasta acá la universidad había
dado cuenta de autonomía, cogobierno y libertad de cátedra, pero nunca
había hablado de la calidad de sus títulos. Ahora lo está haciendo.
—Rosario acreditó siete de sus carreras de grado, ¿cuáles fueron sus resultados?
—Respecto de las carreras de grado, el
resultado puede ser no acreditar, acreditar por tres años con políticas
de mejoras o hacerlo por seis. En Rosario casi todas han sido
acreditadas por seis años (la única excepción fue Veterinarias), cuando
en general el 80 por ciento sólo lo hace por tres. Esto la ubica dentro
de ese 20 por ciento que está por encima de los estándares mínimos
exigidos.
—¿Dónde pueden visualizarse las mejoras que significan una evaluación constante?
—La evaluación es un proceso largo, y
en la Argentina probablemente los resultados comiencen a verse en los
próximos 10 años. Sin embargo, ya hay resultados a la vista en carreras
como las ingenierías, al igual que en Medicina. En la primera
acreditación apenas el 8 por ciento de las carreras de Medicina del país
lo hizo por seis años y ahora, en la segunda fase, con estándares
nuevos y mejoras, el 52 por ciento. Pero tenemos que seguir porque la
evaluación es una cultura permanente.
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