Para la Organización Mundial de la Salud, la comida rápida y las bebidas azucaradas están ayudando al aumento de la obesidad en toda la región del sur. Según una especialista local, Santa Fe no es ajena a esta tendencia
Consejo. Los profesionales sugieren como puntos básicos: una dieta variada, equilibrada y saludable.
El nuevo informe “Alimentos y bebidas ultraprocesados en América latina: tendencias, efecto sobre la obesidad e implicaciones para las políticas públicas”, dado a conocer recientemente por la OMS, muestra que entre 2000 y 2013 las ventas per cápita de estos alimentos aumentaron en América latina, aun cuando disminuyeron en América del Norte.
El organismo afirmó que ese incremento se relaciona fuertemente con el aumento del peso corporal promedio, lo que indica que estos productos son un importante motor en el crecimiento de las tasas de sobrepeso y obesidad en la región.
“Los alimentos ultraprocesados y la comida rápida representan una parte cada vez mayor de lo que las personas comen y beben en América latina, con resultados muy negativos”, afirmó Enrique Jacoby, asesor sobre Nutrición y Actividad Física de la OPS/OMS.
Adictivos
Según el especialista, estos productos “no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas, sino para que se conserven por mucho tiempo en los estantes y generen deseos incontrolados de consumo. Llegan a dominar los mecanismos innatos de control del apetito y hasta el deseo racional de dejar de comer”, agregó Enrique Jacoby.
Y explicó: “Por ese motivo, resultan doblemente perjudiciales: son casi adictivos y eso lleva a aumentar el sobrepeso y la obesidad, al tiempo que sustituyen los alimentos frescos, que son la base de una dieta natural rica en nutrientes”.
Colonialismo alimentario
Esta tendencia, según el organismo mundial, obedece a los cambios que introdujeron la globalización y la desregulación del mercado, “que aumentaron la penetración de las corporaciones alimentarias extranjeras y multinacionales en los mercados nacionales”.
Por esa razón, para frenar el aumento del consumo de alimentos ultraprocesados y las crecientes tasas de obesidad y sobrepeso en América latina, el informe recomienda que los gobiernos, la comunidad científica y las organizaciones de la sociedad civil apoyen e implementen políticas para proteger y promover la elección de alimentos saludables.
En esa línea, sugiere campañas de información y educación, pero también proteger y promover la agricultura familiar, los cultivos tradicionales, la inclusión de los alimentos frescos de origen local en los programas de almuerzo escolar, y la promoción de las habilidades domésticas de preparación de alimentos y cocinar, en consonancia con el Plan de Acción para la Prevención de la Obesidad en Niños y Adolescentes de la OPS/OMS que se aprobó en 2014.
También llama a establecer límites estrictos a la comercialización de productos alimenticios poco saludables para los niños. “No es demasiado tarde para cambiar estas tendencias”, afirmó Jacoby, y estimó que “las culturas alimenticias basadas en comidas en familia y en alimentos no procesados o mínimamente procesados viven y gozan de buena salud en América latina”.
¿Y por casa?
Para la licenciada en nutrición santafesina Cecilia Imhoff, “la situación nutricional de nuestra región no está ajena a la que refiere el informe de la OMS”.
“Datos de estudios nacionales actuales indican que los argentinos somos menos activos que antes. El tiempo libre se está tornando cada vez más sedentario, con amplia exposición a pantallas, aumento del consumo de comidas rápidas, prehechas y de gaseosas, al mismo tiempo que disminuyó el gasto calórico”, señaló la profesional, quien trabaja en el Hospital de Niños Orlando Alassia de la ciudad.
Y explicó en diálogo con Diario UNO que, al igual que muchos países de América, estamos en proceso de transición epidemiológica y nutricional caracterizado por modificaciones en los patrones alimentarios, incremento de enfermedades nutricionales, como ser el retraso crónico del crecimiento, la obesidad, las enfermedades crónicas no transmisibles y las carencias de nutrientes específicos.
“En los países en desarrollo, en los últimos años, se han acumulado evidencias que sugieren que la población con menos recursos tiene una creciente tendencia a la obesidad; coexisten, entonces, en una misma comunidad las consecuencias de la subnutrición e infecciones y las del sobrepeso, obesidad y sus patologías asociadas”, profundizó Cecilia Imhoff.
Y explicó: “Por lo tanto, la transición nutricional, definida como el conjunto de los cambios históricos en los patrones sociodemográficos, de alimentación y estilos de vida y su impacto en indicadores y estados de alimentación, salud y nutrición, se presenta en forma paralela a la transición demográfica y a la epidemiológica”.
También, señaló que la transición nutricional trae cambios dietéticos significativos. Los más prominentes son el alto consumo de grasas totales, de proteínas animales y de energía y la escasa cantidad de fibra aportada por frutas y verduras. A esto aseguró que se le suma el aumento en el consumo de alcohol y en forma paralela al aumento del sedentarismo.
Además, que “el consumo de gaseosas comunes es altamente preocupante en nuestros días”, porque su aporte energético es elevado y contiene las llamadas “calorías vacías”. Es decir, la gente consume muchísimas calorías aunque eso no aporta ningún nutriente (vitamina, mineral, proteína) fundamental para una vida saludable.
Seguir insistiendo
—¿Qué se hace o se puede hacer para revertir esta tendencia?
—Los cambios hacia un estilo de vida saludable requiere de acciones a todo nivel, que van desde medidas en el hogar, en la escuela, en el trabajo hasta el planeamiento urbano, el transporte y los medios masivos de comunicación. Cada ámbito tiene sus actores, sus responsables y sus estrategias.
“Como nutricionista, las recomendaciones básicas para comenzar a mejorar nuestros hábitos alimentarios son: una dieta variada, equilibrada y saludable, realizar entre cuatro y seis comidas diarias y evitar los ayunos prolongados, incorporar en el almuerzo y en la cena una porción de verduras, evitar frituras, consumir mates e infusiones sin azúcar, ingerir agua con todas las comidas, y evitar el consumo de alcohol, de gaseosas, golosinas y productos con alto contenido de azúcar”, enumeró más adelante la experta.
Y concluyó: “Debemos evitar productos de copetín, fiambres y embutidos, vísceras, piel de pollo, manteca, crema, mayonesa, productos de panadería y pastelería, quesos duros, ya que contienen un alto contenido de grasas y sal. Y sobre todo, realizar actividad física todos los días”.
Por Mariano Ruiz Clausen / mruiz@uno.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario