Su familia reconvirtió el dolor que les partió el alma en una oportunidad de vida y le dieron la forma de una misión solidaria que por supuesto lleva su nombre.
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"Papá, soy inmortal". Así le dijo Eugenio Guadagnoli a Jorge en una charla familiar y en el luminoso comedor de su casa, cuatro días antes de que su vida terminara a los 19 años en un hecho de violencia, a dos cuadras de allí, en Entre Ríos y San Juan. Y tuvo razón. Su familia reconvirtió el dolor que les partió el alma en una oportunidad de vida y le dieron la forma de una misión solidaria que por supuesto lleva su nombre, cumpliendo aquellas vehementes e ingenuas palabras juveniles que percibían un mundo tan noble como su propio corazón
La Misión nació con alma de cauce o de puente, según se elija, para arrimarle más chances a los jóvenes que lo necesiten. Capacitación, vínculos y afectos, articulados a través de cursos y contención. Un verdadero engranaje, una cadena de transmisión para que nunca nadie olvide el nombre de Eugenio, porque ese era justamente el rol que tenía con sus amigos, explicó su papá.
"Se me abrieron los caminos en el momento justo", cuenta Jorge a La Capital y no es poco lo que transitó después del homicidio de Eugenio, a manos de un grupo de adolescentes, el primer día de diciembre del año pasado y una madrugada caliente, después de la salida de un boliche. A la semana le escribió una carta a su hijo y allí dejó en claro que estaba dispuesto a llenar el vacío y el dolor con un desafío.
"El compromiso fue hacer todos los esfuerzos para que esto no suceda más, para que en esos chicos se despierte el sentido de lo positivo, de la construcción, de ocupar la mente en la vida y así poder aportar un granito de arena a una sociedad mejor". Esa fue la declaración de principios con la que Jorge selló la carta a la que adjuntó la foto que mejor representaba el alma de su hijo y la difundió con un nombre. Misión Eugenio había nacido, a contrapelo del vacio, del dolor y la tormentas oscuras que querían cubrir el alma después de una muerte absurda.
En tres meses, Jorge Guadagnoli motorizó ese compromiso y la primer semana de abril comenzó a dictar los cursos de albañil y construcción en seco, en la sede que Organización Sociocultural Sopena (Oscus) tiene en Santiago 5129. Su pareja, Alejandra, se sumó a la decisión y coordina las clases de auxiliar de maestra jardinera. Ya tienen decenas de inscriptos y aún hay tiempo para anotarse.
El desafío. La idea de convertir el dolor y la bronca en un acto de vida y oportunidad caló fuerte entre sus amigos que se sumaron al proyecto, como los hermanos Raúl y Ana González Theyler, que estuvieron en el umbral de esa reconversión, o Claudio y Gabriel, de Holcim y Klaukol, y el Colegio de Arquitectos, que aportaron materiales cuando los cursos ya eran un hecho.
Ahora Jorge espera que el proyecto siga creciendo. Que los corralones de materiales para la construcción donde se exhiben los afiches convocando al curso también se sumen a los talleres de albañilería que incluye clases teóricas y prácticas. "Vamos a construir un depósito en Oscus", explica Jorge mientras enumera con satisfacción la lista de herramientas que ya consiguió para el proyecto.
"Misión Eugenio es continuar la vida de mi hijo a través de una propuesta que quiere abrir espacios a nuevas y buenas situaciones, para dar herramientas laborales a gente que las necesite", aseguró Jorge. Además del taller de albañilería también dispuso becas para diez jóvenes entre 16 a 20 años en los cursos regulares de Oscus, que tienen un costo de 50 pesos mensuales y están aprobados por el Ministerio de Educación (ver aparte).
El dolor. Jorge es arquitecto, perdió a su esposa Amalia hace ocho años y siente que la vida le dio todo con Eugenio y Pancho, sus hijos del corazón, deseados y buscados. "Nunca me voy a olvidar que cuando trajimos a Pacha, como le decían a Eugenio, como abreviatura de payaso, porque derrochaba humor; le dije vamos a entrar por la calle principal porque este día es muy importante en mi vida". Así le hablaba diecinueve años atrás a un bebé de cinco meses, sellando el rol desde el cual hoy siente que tiene que dar respuesta a la "cachetada" que le dio la vida,
"Eugenio estaba expuesto por las compañías que tenía, no eran chicos malos pero estaban en la nada y yo tenía mucho temor", relata el hombre. Esa sombra se convirtió en realidad. Aquel domingo su hijo no alcanzó a llegar a su casa, fue asesinado horas antes de viajar a Venado Tuerto, donde ya lo esperaba el resto de su familia para pasar un fin de semana de quinta y sol.
Pero la tragedia, como un mal viento, había llegado a un hogar que había sembrar amor en tierra fértil. Y en dolor estuvieron los amigos de la vida y la profesión
El hogar de los Guadagnoli, fue el de tantos, crianza, escuela y trabajo.Allí Eugenio consolidó "valores enormes y aún hoy sus amigos le dicen en su Facebook, que extrañan sus consejos, su contención", relata Jorge.
Sus palabras tienen la sutileza del bien que busca hacerse un lugar en medio de días de violencia loca. A veces la racionalidad también puede parecer una paradoja. Quienes deseen colaborar o informarse sobre Misión Eugenio pueden hacerlo a través de su página de Facebook o del correo electrónico misioneugenio@gmail.com.
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