Esta es la particular historia de un santafesino que tomó la Confirmación en la misa solemne de Pentecostés de 1987, de la mano de Juan Pablo II.
Mauro tomando la comunión durante la ceremonia, de la mano de Juan Pablo II.
Autor:Juan Baialardo / Diario UNO Santa Fe - Mauro Fornari fue confirmado por Juan Pablo II.
Mauro frente a Juan Pablo II, durante el rito de Saludo de Paz.
Pocos son los que han tenido el honor de conocer a un Santo y mucho los que hubieran querido tener la bendición de estrechar la mano del hombre que cambió la historia de millones de personas y que hoy es canonizado. Un santafesino tiene la grandeza de contar cómo Juan Pablo II marcó en su vida “un punto de partida”.
Mauro Fornari, es restaurador de obras de arte, nació en Santa Fe, y aunque suene extraño recibió el sacramento de la Confirmación de la mano de Juan Pablo II. Fue en la festividad de Pentecostés, un 31 de mayo de 1987, cuando Mauro tenía 13 años y vivía con su familia ocasionalmente en Roma. “Mi papá fue a hacer el doctorado en filosofía en la Pontificia Universitas Lateranensis y vivimos ahí entre el '86 al '88 aproximadamente. Fue toda una situación particular”, dijo Mauro a Diario UNO mientras recordaba su paso por la escuela italiana.
La Confirmación es el sacramento que fortalece y completa la obra del Bautismo, donde a través del don del Espíritu Santo los Cristianos se unen más íntimamente con la Iglesia. Y Mauro, gracias a amigos de la familia que conocían a un secretario en el Vaticano, recibió esta bendición del Papa que cambió la historia del mundo y que hoy es proclamado Santo junto a Juan XXIII.
“Cuentan que Juan Pablo II le daba mucha importancia a este tipo de pedidos de gente que venía de lejos y que se encontraba circunstancialmente en Roma. Tanto es así que cuando nosotros nos confirmamos había representantes de todo el mundo. Recuerdo chicos japoneses que además venían vestidos con todo el atuendo propio de sus costumbres y otros chicos que conocimos de Brasil, México; y después había mucha gente”.
En una celebración muy particular, en la misa solemne de Pentecostés en la Basílica de San Pedro, Mauro y su hermana menor, Valeria, fueron confirmados. “Fue todo un acontecimiento. A lo mejor yo no era tan consciente de la gran importancia, pero notaba en papá y mamá esa alegría propia de una gracia recibida. Mi padre me lo había anticipado, me había dicho: «mirá mauro, esto es algo que te va a cambia la vida»”. Y así fue, hoy Mauro recuerda que “participó de la celebración de un Santo”: “Al papa siempre lo había visto desde otro punto de vista, siempre atrás del vallado, desde la plaza hacia la ventana, en la audiencia de los miércoles, y de repente estar del otro lado de la valla fue lo que más me impresionó en ese momento”.
Mauro recordó el momento en el que caminó junto a su padrino hacia el altar mayor, donde Juan Pablo II lo esperaba para darle el Saludo de Paz, el rito final del Sacramento. “Fue un impacto, frente a una autoridad, una persona que te marcaba la vida, a cosa muy fuerte. Él nos estaba esperando, me habló y me dijo algunas cosas propias de la ceremonia y después me dio una cachetadita amigable. Sin Palabras”, dijo emocionado mientras volvía a revivir y hacer consciente la gracia de ese día.
Hoy para Mauro Juan Pablo II es “un santo de la iglesia y del mundo, del cual todos nosotros fuimos testigos de su proceso de canonización, porque más allá de un proceso legal quedó a la vista de todos su paso a la santidad. Desde el primer momento de su pontificado cuando salió al balcón de la plaza San Pedro a decir «abran de par en par las puertas a Cristo», vino con esa decisión de cambiar la historia y creo que la empezó a cambiar. Después él supo demostrarlo en la práctica y abrió así las puertas de la Iglesia de par en par hacia el mundo, hacia otras religiones, hacia los enemigos, hacia los amigos, y sobre todo a los Cristianos; con su silencio y su santidad logró cosas que ni con todo el armamento disponible lo hubiese podido lograr nadie”.
Un evento que sigue alimentando la fe de la familia de Mauro; una hecho que forma parte del pasado, pero que sigue estando vivo en sus presentes. “Más allá del hecho histórico, de haber vivido eso y que también podría haberlo vivido y haber sido indiferente, lo tomo siempre como un punto de partida, un volver a iniciar; como un cimiento, algo que está solido ahí, donde uno puede hacer pie. Hoy trato de transmitirles eso a mis hijos, más que nada para contarles desde dónde uno los está criando a ellos”, concluyó.
DIARIO UNO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario