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domingo, 27 de abril de 2014

SANTA FE; Los hijos de la inundación, la fuerza para volver a empezar

Ramiro y Milton son dos chicos que nacieron días antes o después del ingreso del río Salado a la Ciudad de Santa Fe, hace 11 años. La historia de dos familias que reconstruyeron sus vidas a pesar del agua.
/Diario UNO | 
 Cada santafesino tiene una historia diferente para contar lo que le pasó el 29 de abril de 2003. Hay personas que a 11 años de la trágica inundación aún no pueden volver a hablar del tema. Otros necesitan contar su experiencia. Ramiro y Milton son dos chicos que nacieron semanas antes o después del hecho que marcó para siempre a la ciudad de Santa Fe.
Los hijos de la inundación, la fuerza para volver a empezar
Ramiro acaba de cumplir 11 años. En el momento en que el río Salado se filtró en la ciudad por el sector de la defensa que no estaba terminada, sólo tenía un mes y tres semanas. Sus papás, Jesús Bustamante y Roxana, acababan de comprar una casa en Padre Catena al 4.200 para refaccionar y habitarla al poco tiempo. Toda su vida transcurrió en Villa del Parque.
El 28 de abril Jesús dejó a su mujer y a su hijo en la casa de su madre y salió con su sobrino a ver qué pasaba con el Salado. En el barrio se comentaba que las aguas venían bravas. Esa noche no pudieron dormir. Al día siguiente comprobaron que la inundación era inevitable. “Cuando vimos que el agua entraba volvimos a casa. No les podíamos decir que nos íbamos a inundar porque no queríamos asustarlas. Igual les dijimos que levanten las cosas y que nos íbamos. Sólo llegamos a sacar la ropa de Ramiro y algunas otras cosas y nos fuimos a lo de mi suegra. Pero también se inundó y tuvimos que salir en un camión hasta la avenida. En ese momento el barrio era una revolución. Ayudamos a la familia de mi mujer a salir y recién al mediodía pude dejar el barrio, que ya estaba todo inundado”, le dijo Jesús a Diario UNO.
El joven, que hoy tiene 30 años, trabajaba de gasista durante el día y por la noche estudiaba en la escuela nocturna. De un momento a otro se quedó sin nada. El agua se llevó todo. “Empezar de cero para nosotros fue un esfuerzo enorme. Estuvimos mucho tiempo para volver a comprarnos las cosas que perdimos. La casa en la que hoy vivimos la estábamos arreglando cuando llegó el agua. En esos días le pasábamos con las lanchas por arriba, igual que a la casa de mi mamá. Lo único que se veía eran las T de los postes de luz”, relató.
“Ahora lo miro a Ramiro, que ya tiene 11 años, y pienso que en ese momento no entendíamos nada. Podía haber pasado cualquier cosa si no estábamos atentos”, dijo el papá del chico que hoy está cursando 6º grado en la escuela J. J. Paso. Luego agregó: “En el momento de la inundación Ramiro era muy chico, tenía poco más de un mes. De él no tenemos fotos de bebé porque las que teníamos antes de la inundación se las llevó el agua; y después nos llevó un tiempo poder sacarle fotos. Recién tenemos de cuando llegó al jardín de infantes”.
La fuerza interior
La historia a Milton lo encontró el 29 de abril de 2003 en la panza de su mamá, Gisela Martínez Galiano, que intentaba salvar a su familia que vivía –igual que en la actualidad– en barrio San Lorenzo. A Gisela le faltaban tres meses para dar a luz a su tercer hijo. “Cuando llegaron las aguas del Salado yo tenía a Renzo (5), a Rocío (3) y estaba embarazada de Milton. Nos sacó el Cobem que nos llevó a la escuela Zazpe y a las 11 de la mañana empezaron a reventar los vidrios. A mis dos hijos los llevé arriba del techo y tenía a mi vieja en silla de ruedas que se me ahogaba. Yo trababa de subirla arriba de unos pupitres y dos hombres me ayudaron. Ella me gritaba desesperada que me vaya con mis hijos, que ella ya tenía la vida hecha. Por suerte después la sacaron en una piragua por lo que quedaba de umbral de luz en la puerta ”, recordó.
“Cuando salimos de Santa Rosa de Lima –continuó– fue por un tal Chino, de calle Aguado, que nos sacó. A esa persona la fui a buscar muchas veces y nunca la pude encontrar para agradecerle. Cuando llegamos a Juan de Garay y la vía tuvimos que esperar en la canoa un rato para que se llene un poco más de agua el barrio Santa Lucía para poder salir, porque no se podía avanzar de otra forma”.
Pasaron 11 años y Gisela asegura que no hay una negación del tema. “Todos los vecinos mantienen encendido ese fuego interno que es una herida abierta. Que haya pasado una década no nos modificó en nada, los sentimientos son los mismos. Milton no sabe mucho qué fue lo que pasó, porque a mí tampoco me gusta hablar del tema. A mí esta fecha me trae muy malos recuerdos. Yo sentía que lo había perdido porque estuve dos días sin sentirlo”, expresó.
Milton hoy tiene 10 años y el próximo 17 de julio suma una nueva vela a la torta. “Es un vago, pero para mí, Milton, es una alegría. Es el hijo que nació en la época de la inundación, igual que muchos otros chicos del barrio. En la cuadra de mi casa hay varios chicos que nacieron con el Salado”, dijo.
Milton y Ramiro conocen muy poco de lo que pasó. Hoy les toca crecer en dos barrios que siguen teniendo los mismos problemas que en 2003. Pero ambos fueron, en gran parte, el motor para que sus familias puedan reconstruir sus vidas y la esperanza de un futuro mejor. 

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