viernes, 18 de abril de 2014

ABORDAR LAS ADICCIONES DESDE UNA MIRADA POSITIVA. Miroli: “Enseñar el placer de la vida, no el terror de lo tóxico”

Los adolescentes y jóvenes están buscando divertirse, no informarse de daños”, dispara Miroli, que dio una charla a 600 alumnos de secundaria de la ciudad. Foto:Mauricio Garín
“¿Cuántas horas te gustaría vivir una situación de absoluto terror? ¿Cuántas horas te gustaría estar en el Caribe con Brad Pitt? ¿Entonces hacia dónde tengo que orientar mi enseñanza? ¿Hacia el placer de la vida o hacia el miedo?”. La pregunta provocadora de Alfredo Miroli, médico especialista en materia de adicciones, tiene como interlocutores a los docentes que se enfrentan al desafío de abordar el problema de las drogas con los adolescentes.

El experto propone a los educadores una suerte de reformulación de cómo se encara la temática en las escuelas, casi siempre con una mirada negativa y limitada a los efectos nocivos de las drogas sobre el organismo. “Los adolescentes y jóvenes están buscando divertirse, no informarse de daños -contrapone Miroli-. Entonces, la enseñanza tiene que estar orientada hacia el placer de la vida, no hacia el terror de lo tóxico”.

“El camino es mostrar qué buena que es la vida y decirles a los jóvenes que la droga lo primero que les quita es la alegría, la posibilidad de participar, de mirar a esa chica que pasó y que está buenísima. Nadie le tiene miedo al miedo: te asusta un rato y después te olvidás”, dispara el especialista en prevención de las adicciones en diálogo con El Litoral.

El médico se desempeñó hasta hace poco en la Secretaría de Prevención y Asistencia de las Adicciones de la provincia de Tucumán, donde reside y dirige la Fundación Miroli que se dedica a las problemáticas de las adicciones y el sida. El especialista fue ideólogo de la campaña contra las drogas de los ’90 en la que conversaba por televisión con los personajes animados Fleco y Male. Aún hoy sigue manteniendo ese estilo informal de charla cómplice, cargado de comparaciones e imágenes teatralizadas llevadas al extremo del ridículo, para captar el interés y la confianza de su audiencia adolescente.

—¿Qué les dice a los chicos de secundaria en las charlas sobre adicciones?

—En la charla busco derrumbar mitos. El primero de ellos, es el mito de la oferta. Los padres creemos que nuestros hijos se drogan porque hay dealers. Tenemos la idea de que los chicos van caminando por la calle -las chicas con un tutú y bailando el Lago de los Cisnes de Tchaikovsky y los chicos leyendo El Capital de Marx y discutiendo sobre sociología- y, de repente, al girar en una esquina, desde atrás de un árbol negro quemado por un rayo y cubierto de tela de araña, sale un hombre con dos colmillos chorreando sangre, con una ametralladora y acento centroamericano, que les dice: “Oye chico, o te fumas este porro o te voy a volar los sesos”. Y nuestros hijos dicen “Noooo”, pero luego no les queda otra que drogarse bajo amenaza. Éso es lo que creen los padres, pero en la vida real esto no sucede. ¿Quién les ofrece drogas a los chicos? Normalmente un compañero en el colegio, en el baño, en un recreo largo. Y no es un dealer ni una mala persona, es un chico que a lo mejor está confundido, que cree que está buenísimo drogarse. Ellos reciben la oferta y muchos quisieran pasar de largo, pero tienen miedo de quedar como tontos.

El mito de pertenecer

—Ahí entra a jugar el temor de los adolescentes de dejar de pertenecer a un grupo porque no se fuma un cigarrillo de marihuana o porque no hace tal o cual cosa...

—Si viene un amigo y te dice: “ya no estoy con vos porque no te drogás”. ¿Era tu amigo? Y al revés, si un amigo tuyo cae en la droga y le decís “ya no te quiero porque te drogás”, ¿eras vos amigo de él? Yo les digo a los adolescentes: sacate la fantasía de la cabeza de que te tenés que drogar para “pertenecer”. Decime un colegio de Santa Fe que haya echado a un chico por no drogarse, o si Unión y Colón echaron a un socio por no drogarse. Vos podés pasar de largo sin hacer un drama, pensando que querés estar bomba, no bombeado. “¿Por qué te drogás vos?”, le pregunto a los chicos. “No será que te dijeron la pregunta más dulce del universo: ¿querés?”. “Y cuando te dijeron querés: ¿te quedaste porque te obligaron o porque quisiste?”.

—Es decir, les hace entender que la voluntad es el mejor arma contra la droga.

—Es que a la droga hay que meterla al cuerpo. No es que voy caminando por la calle y me pica un paco o me entra un porro por la nariz. Nadie te obligó a sacar la mano del bolsillo cuando te ofrecieron un cigarrillo de marihuana. Porque si era por “pertenecer” querido amigo, hubieras estirado la mano, agarrado el porro y guardado en el bolsillo. Y si te preguntaban por qué no lo fumás ahora, les decías muy natural: “No, lo guardo para más tarde”, y hubieras llegado a tu casa y tirado en el baño. Sos una maravillosa persona, te adoro, pero en serio: vos te drogás porque querés.

—¿Que reacción tienen los adolescentes cuando les dice esto en las charlas?

—Los que no se drogan saben que hay amigos que se drogan y se miran entre ellos, cómplices, se ríen y asienten con la cabeza. Por eso no dejo filmar mis charlas, porque no quiero que una mamá se entere que su hijo se droga viendo el cable. En mis conferencias, quiero sacar el mito del código de pertenencia y el mito del dealer, del narcotraficante que se presenta en la puerta de una casa cual vendedor de Avon. En todo caso, el tema de la oferta es un problema de los gobiernos. También trato de sacarles la idea de que las drogas dañan sólo el cerebro. Las drogas entran al torrente sanguíneo y dañan hígado, riñón, corazón en el caso de la cocaína, aumenta la celulitis y el salvavidas en el caso de la marihuana. Y las chicas entran a mirarse porque el cerebro quizá no les importe, pero el trasero sí. Finalmente, cuando las sustancias llegan al cerebro, lo que hacen es borrar la alegría, que es lo más importante para los jóvenes. Entonces cierro diciéndoles que tienen dos alternativas: decir “sí quiero” a estar bombeado un rato al consumir, o decir “sí quiero” a pasarla bomba en esta vida. Nunca digo “no”, porque hay que enseñar desde lo positivo, no desde lo negativo. El mensaje de fondo es: querete.

Prevenir, desde el lugar de cada uno

—Desde la escuela no se aborda la drogadicción de esa manera, sino más bien desde el daño que causa al organismo. ¿Faltaría cambiar el lenguaje, modernizar el discurso?

—A la escuela lo que le falta, creo yo, no es poner una materia que se llame Adicciones sino enseñar el tema desde la más tierna infancia e ir incorporando conocimientos a medida que van creciendo; lo mismo que con la educación sexual. A un chico de 6 años no hay que hablarle de sexo oral, pero sí se puede empezar a hablarle de su cuerpito, del bebé en el vientre de mamá. También tiene que tratar estos temas -sexualidad, drogas- sin dramatismo, como parte de la vida y siempre con una visión optimista y alegre, no ya desde lo dañino. Si te embarazaste de adolescente, sonó el boliche y la joda, pero si amás a ese bebé, tu vida está arreglada, tenés un premio adentro y no podés tomar alcohol ni fumar. Pero yo no les hablo de la toxicidad, del chico con síndrome alcohólico fetal, sino que les digo: “Adoralo a tu bebé, sentilo a él en el vientre, decile que tenés ganas de tomar pero que no lo vas a hacer porque lo querés”. Porque la embarazada, a través de la teta, es la única narcotraficante que no dice “querés”, sino que dice “ahí va”.

—¿Qué consejos le daría al docente que quiere abordar la adicción con sus alumnos?

—El docente primero se tiene que capacitar, tiene que hacer cursos intensivos. No creo que deba haber docentes “adictólogos” o “drogologistas”, sino que todos deben enseñar sobre adicciones y prevenir. El profesor, cualquiera sea su materia, debe abordar el tema cada vez que surja y desde el lugar que le toca. Por ejemplo, un docente de Historia puede explicar por qué las tropas de Alejandro Magno llevaban morfina en sus mochilas. Un docente de religión puede contar por qué Noé era alcohólico, porque así lo dice el Génesis. O agarrás un tango de 1906 que dice: “... te acordás hermano que tiempos aquellos, no había coca ni morfina, los muchachos de antes no usaban gomina”, para introducir el tema.

—Esos pueden ser disparadores pero, ¿cómo seguir?

—El tema de las adicciones hay que hablarlo y presentarlo desde un lado simpático, alegre. Generalmente las charlas empiezan con la frase “la droga hoy”, es decir, con una visión del tiempo actual apocalíptico. En todas las materias, un docente puede enfocar el tema de las cosas del querer ¿Qué son las cosas del querer? Las adicciones, por ejemplo, porque empiezan con las pregunta “querés”. La adolescencia es una época complicada, de analizar y probar y no de creer. No hay que olvidarse que el ámbito de prevención no es sólo el escolar, sino también el familiar, el laboral, la cárcel, y que cada uno tiene que trabajar en prevención desde su lugar y con alegría.

Textual

Enfermos. “Hay que entender que los drogadictos son enfermos. Estamos frente a un ser que padece, no frente a un vicioso o un atorrante. Es un enfermo que debe ser atendido por profesionales de la salud capacitados, no por ex pacientes rehabilitados o por pastores y sacerdotes”.

Sin internación. “Las madres vienen a mi consultorio llorando porque su hijo es adicto y me piden que lo interne. El 95 % de los casos no debe internarse porque resulta contraproducente, y el resto necesita sólo un par de meses de rehabilitación para desintoxicarse. Resulta que ya no se pueden abrir más manicomios para enfermos mentales, pero pedimos abrir más centros para adictos. Es un contrasentido”.

Sospecha. “Si un padre sospecha que su hijo se droga, lo debe llevar a un centro de salud que trabaje con adicciones. Sueño con que un día todos los hospitales y centros de atención primaria de la salud, atiendan a un adicto como atienden a una parturienta o a un accidentado”.

La TV que nos mira. “Los programas de escándalo, que entrevistan a la vedette de turno en rehabilitación, están mostrando que el crecimiento de las drogas en las clases medias y altas es explosivo. En cambio, la expansión de las adicciones en las clases marginales está en una meseta”.

Clase social. “Un papá que está en un buen nivel socioeconómico tiene que saber que un chico medalla de oro, que va a un colegio bacán y vive en un country, también se droga. El hippismo, que fue la primera pandemia de drogadicción voluntaria, no ocurrió en las clases bajas”.

Test gratis. “Cuando las drogas crecen en las villas, muestran el fracaso de los Ministerios de Desarrollo Social. Ahora, cuando crecen en la clase media y alta, no lo solucionás poniendo cordón cuneta o dando más ayuda social, sino llevando conocimientos, un debate intelectual de alto nivel, dictando cursos de capacitación con diplomados. O montando laboratorios de examen gratuito de metabolito de droga en la orina, como abrí en Tucumán, para que si un papá sospecha que su hijo se droga, pueda averiguarlo”.

Genes. “Hay un nuevo campo que se abrió en las ciencias que es el de los genes reguladores. Desde el vientre y hasta los 4 años, se puede usar la epigenética preventiva para que esa persona, cuando a los 12 años pruebe la droga, no adhiera. Es el boom de la ciencia actual y estamos haciendo investigación también desde Tucumán”.

EL LITORAL.

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