sábado, 29 de marzo de 2014

SANTA FE: Dar clases, durante 14 años, con un policía en la puerta del aula

Dar clases, durante 14 años, con un policía en la puerta del aula En la escuela Santa Mónica un patrullero escolta a los docentes cuando entran y salen del barrio; y un efectivo hace guardia las 24 horas en el edificio. Aprender y trabajar en el medio de dos mundos.
.Diario UNO | 
 Para los 200 chicos y chicas que asisten a la escuela privada Nº 1.415 Santa Mónica, de barrio San Agustín, tener a un policía puertas adentro de la institución es algo habitual. En el 2000, la comunidad reclamó seguridad, tras una seguidilla de robos, y el gobierno provincial tomó dos decisiones: colocar un oficial las 24 horas en el inmueble y disponer de un patrullero que acompañe a los docentes en los horarios de ingreso y egreso. A 14 años de esa definición, nada ha cambiado y todos esos chicos –y los que ya pasaron por esas aulas– tienen que convivir con la idea de que su barrio es muy peligroso para su propia escuela.
Días atrás, se conoció la historia del colegio Nuestra Señora de Itatí, de barrio Centenario, donde la matrícula está bajando porque los padres tienen miedo de mandar a sus chicos a la escuela porque son frecuentes las balaceras y corridas en las calles linderas al edificio escolar. El representante legal, Carlos Scatizza, señaló que una de las alternativas que habían propuesto era contar con un patrullero en la puerta de la escuela para desalentar los enfrentamientos en ese lugar y que los chicos y los docentes pudiesen entrar y salir tranquilos. Es un pedido al que aún no les dieron respuesta.
Ahora Diario UNO dialogó con la directora y la vice de la escuela Santa Mónica, donde hace 14 años que tienen una custodia permanente en el edificio (en calle Santa Cruz 7.200), y un patrullero se encarga de escoltar a los docentes desde y hasta una zona más segura. Tomar esa determinación no fue fácil para la comunidad escolar pero entienden que “fue y es la única opción que tenemos”. Ninguno de los gobiernos que pasó pudo definir una estrategia sostenida en el tiempo que lograra cambiar eso que termina marcando el límite entre la escuela y el resto del barrio.
Mónica Bock y Clarisa Acosta contaron que las medidas se tomaron después de que realizaran una gran cantidad de pedidos al gobierno provincial. “En el 2000 tuvimos un montón de robos. Ocho veces entraron a la escuela a robar y también asaltaban a las docentes cuando entraban o salían de la escuela”, contó Bock, quien recordó que en una oportunidad golpearon a una maestra para robarle la moto y a otro docente le robaron el vehículo del patio de la escuela. “Ese año sucedió, en varias jornadas, que los chicos tuvieron que esconderse abajo de los bancos por las balaceras. Una vez hubo un enfrentamiento en el horario de ingreso a la escuela y todos los padres y los chicos terminaron en el piso. Fue horrible”, agregó Acosta.
Los ataques contra la escuela y la comunidad eran constantes y, en una oportunidad, se llegó a incendiar una de las aulas. “Por eso empezamos a gestionar el acompañamiento. Estaba bastante peligrosa la zona y todos dijimos basta. Así que primero los docentes nos reuníamos en la comisaría y desde ahí caminábamos hasta la escuela con un patrullero al lado que nos acompañaba”, señaló Bock, aunque indicó que ese accionar era inconstante por lo que tuvieron que volver a reclamar ante el gobierno.
“A veces llegábamos y no había móvil u oficiales que nos acompañen y nosotros queríamos llegar rápido porque sabíamos que los chicos nos estaban esperando en la puerta de la escuela. Por eso fuimos todos juntos a que nos escuchen y nos den una solución más viable. Así conseguimos la custodia permanente en la escuela. Durante las 24 horas hay un personal policial en el edificio”, detalló la directora y agregó: “Con el tiempo nos acostumbramos a esta situación pero nos desorganiza a todos con los horarios”.
Es que el acompañamiento depende, fundamentalmente, de la disponibilidad de la policía –que ahora los escolta desde la escuela San Luis Gonzaga, a ocho cuadras–. Cuando deben atender algún llamado urgente no los acompañan y los maestros optan por entrar solos, caminando o en sus propios autos. A veces son las mismas autoridades escolares las que salen con sus vehículos a buscar a las maestras.
Todo eso hace que, muchas veces, se retrase el comienzo de alguna clase, en particular de las materias especiales, o no se consigan reemplazantes para cubrir los cargos. “Por suerte tenemos un equipo docente muy comprometido con la institución, que trabaja mucho por la escuela y ayuda en todo lo que se necesita. Nosotros estamos acá porque queremos a los chicos, nos encariñamos con el barrio. La mayoría de los docentes también hace 18 o 20 años que está acá”, destacó Acosta.
Una relación diferente
Lo real es que desde que se efectivizaron esas dos medidas no hubo más incidentes pero el proceso no fue sencillo. En primer lugar, las autoridades debieron acondicionar un espacio de la escuela para que la custodia pudiera tener algunas comodidades, ya que también pasan todo el fin de semana dentro del edificio.
Pero además hubo que hablar con la comisaría para ver qué perfil policial enviaban al lugar. “En una época nos mandaban a policías recién salidos del instituto. Y se asustaban si tenían que estar toda la noche solos. Una vez, hubo una chica que la pasó muy mal y a nosotras eso también nos angustia”, contó la vicedirectora. Hoy, afortunadamente, cuentan con una rotación regular entre oficiales que tienen muy buena predisposición y un vínculo importante con la comunidad escolar.
De todas maneras, para lograr eso, también hubo que trabajar en la mirada que los chicos tenían sobre la policía. “Muchos de los chicos tiene familiares que están o estuvieron presos; la cultura del barrio es contra la policía. Así que tuvimos que hacerles entender que la escuela pudo seguir creciendo porque la policía nos dio una mano. Fue un aprendizaje para todos. No es fácil”, explicaron las educadoras.
Y agregaron: “Ahora tenemos un personal fijo, al que los chicos conocen, y que se siente involucrado con la escuela. Nosotros tratamos de que se sientan cómodos en la escuela porque eso se nota en el saludo, la predisposición y el trato con los chicos. Tuvimos una respuesta favorable”.
Apostar a seguir
Cada uno de esos pasos ha sido observado de cerca por todos los vecinos del barrio y ha generado que exista un vínculo especial con la escuela y sus integrantes.
“Con la mayoría de la gente la relación es buena pero hay algunos a los que les molesta que haya una escuela”, evaluó la directora. Y Acosta agregó: “Creo que todo lo que nos han hecho, robado o roto ha permitido demostrar que nosotras estamos firmes y nos vamos a quedar por los chicos”.
De hecho, en el 2000 una de las opciones que se había evaluado fue trasladar la institución algunas cuadras a un lugar un poco más seguro. “Pero nos pareció importante quedarnos. Decidimos salir adelante y el barrio vio eso, que dijimos que íbamos a resistir. A veces la realidad te aplasta pero siempre podemos encontrar una manera de seguir”, dijo Acosta y Bock agregó: “La escuela es una institución que ha generado muchos cambios en el barrio y siempre queremos hacer más”. Y eso se refleja en el hecho de que los ex alumnos vuelvan a la escuela y estén involucrados en las actividades o que la elijan para sus propios hijos. “Eso nos da más fuerza para seguir”, coincidieron.
Más allá de los cambios, el cuerpo docente sigue con dos reclamos puntuales. Por un lado, todavía esperan que el colectivo llegue un poco más adentro del barrio y, por el otro, añoran poder tener un comedor propio. La institución sólo brinda la copa de leche y los chicos deben ir hasta otra escuela para poder almorzar. Cuando el barrio “está complicado”, los acompaña alguna de las maestras. El espacio del comedor también podría utilizarse para hacer educación física los días de lluvia o realizar otras actividades.
Sin alternativas
Tras años de trabajar con la policía, las docentes entienden que la solución que se ha encontrado, y que parece que no será transitoria, es la única opción. “Lo hablamos en cada reunión que tenemos. A pesar de que no es lo ideal, que sería que no haya custodia en la escuela y que podamos venir a trabajar sin acompañamiento, en nuestro caso creemos que es la única solución”, indicó Acosta. Y
Bock agregó: “Quizás podamos espaciar las custodias a la entrada. Este año decidimos que no nos acompañen en el ingreso de la tarde, que cada docente lo haga por sus medios. Pero no queremos que se pierda del todo el acompañamiento para que siempre se vea la presencia policial”.
“Ojalá no sea la respuesta definitiva. Ojalá podamos volver a caminar por el barrio como en los comienzos cuando nos íbamos tarde o llegábamos caminando y los vecinos nos convidaban mates o nos ofrecían sus botas si nos veían venir con las zapatillas embarradas”, recordaron las autoridades escolares y agregaron: “Pero bueno, sabemos que esto no pasa sólo en este barrio. Hoy por hoy el problema está en todos lados pero es nuestro deseo que esto cambie”.
Para los chicos, coincidieron Bock y Acosta, “a veces se hace difícil. Nosotros basamos nuestro trabajo en los valores, el respeto y el diálogo. Y en muchas familias esa cultura del diálogo no está. Está la de los golpes, la de «saco un arma y me defiendo». Para ellos, la única solución es ésa y eso implica que tengamos que trabajar mucho esa temática”. Y, sin un Estado presente que les ofrezca otras realidades, para ellos, hoy el único mensaje es que su barrio es peligroso, a tal punto que sólo pueden aprender si hay un policía en la puerta.

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