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martes, 24 de diciembre de 2013

ROSARIO: Critican a las fiestas en las islas por su fuerte impacto ambiental

Aunque la basura se recoge y se trae a Rosario, los ecologistas alertan: "No pueden transformarlas en boliches gigantescos".
./La Capital | 
Critican a las fiestas en las islas por su fuerte impacto ambiental

 No bien terminaron las dos fiestas electrónicas que este fin de semana juntaron 6 mil personas en las islas frente a Rosario, retumbaron las quejas por el volumen de residuos que dejó la movida. Consultados sobre qué hacen con la basura que queda, los propietarios de las dos playas donde se armaron las "rave", Isla Verde y Dejá Vu, aseguraron que nadie se preocupa por el ambiente más que ellos. "Juntamos todo, separamos lo reciclable, que se cruza a Rosario, y con el material orgánico hacemos abono", explicó Guillermo Segurado, dueño del primero de esos paradores. Sin embargo, desde una mirada ecologista esas medidas no alcanzan para cuidar el ecosistema. "Nadie se opone al uso recreativo de la zona, pero claramente no se puede replicar un uso urbano en las islas, como si fueran boliches gigantescos" a cielo abierto, sostuvo el especialista en medio ambiente Eduardo Spiaggi.
Apenas habían pasado unas horas después de que finalizara la Clubbing Island Party en Dejá Vu, el balneario del Banquito de San Andrés ubicado frente a la Estación Fluvial, cuando al correo de La Capital comenzaron a llegar imágenes mostrando residuos acumulados sobre la ribera de las islas.
"La isla después de la fiesta", rezaba el asunto de un correo enviado por un lector del diario, Walter Taverna. "En Sudestada, al lado de Dejá Vu", puntualizaron con precisión sus fotografías.
"De terror la desidia y el abandono", agregó el fotógrafo amateur, convencido de que "si pusieron seguridad, hubieran contratado gente de limpieza y retiro" de los residuos, una postal donde predominaban claramente botellas de Coca Cola y Fernet.
Pero los dueños de los paradores recogieron rápidamente el guante y aseguraron que nadie está tan interesado como ellos mismos en mantener protegido el medio ambiente. Todavía ayer se ocupaban de la limpieza de las playas. El dueño de Dejá Vu, Pablo Gesrik (quien 12 horas después de la fiesta sufrió un incendio en su casa isleña, ver aparte), contó que su personal seguía recolectando residuos.
"Obviamente, es normal que después de una fiesta así se vea tirado de todo: envases de vidrio, de plástico, de cartón y todo tipo de descartables, pero nos ocupamos de que no quede nada", afirmó.
Es más: Gesrik aseguró que "ya durante la noche de la fiesta se fueron juntando cosas". Lo reciclable se vende y lo que no se cruza embolsado hasta Rosario y luego se elimina en los contenedores dispuestos en los alrededores de La Fluvial.
Similar panorama pintó Segurado, al frente de Isla Verde, donde se hizo otra fiesta, la Island Festival. "Todo lo que es vidrio se separa y se vende después en los corralones; los plásticos se embolsan para que se lo lleven los que los reciclan y el material orgánico se usa para hacer abono", detalló.
El isleño aclaró su posición. "Es algo por lo que peleamos todo el tiempo", aseguró, cansado de ver bolsas de residuos y envases sueltos "boyando por el río" y de lo que mucha gente, "en lanchas particulares", abandona en Costa Alta.
También Gesrik contó que permanentemente piden a los visitantes de las islas que llegan en embarcaciones privadas "que se lleven sus bolsas de basura", mientras que ellos se hacen cargo de los residuos que dejan quienes arriban en las lanchas colectivas.
Por eso, dijo, el retiro de los residuos de la fiesta era todavía ayer una "prioridad" de su personal.
Pero así y todo, para los ecologistas el impacto que este tipo de fiestas multitudinarias tienen sobre el medio ambiente es motivo de fuerte preocupación.
"Pensamos que para todo el ejido de islas, una zona declarada como reserva natural de usos múltiples, debiera haber algunas pautas de manejo que no condicen con la organización de fiestas para 3 ó 4 mil personas", dijo Spiaggi, titular de la cátedra de Ecología de la Facultad de Veterinaria.
Entre los efectos negativos de las raves sobre el ecosistema, el especialista citó el movimiento de embarcaciones con el consiguiente uso de combustibles en el río, los altos niveles de ruido durante horas y horas y la cantidad de residuos que quedan en las playas o simplemente van a parar al Paraná.
El problema, recordó, es que la jurisdicción de control sobre las islas la tiene Entre Ríos y específicamente el municipio de Victoria, "que pasa a cobrar una tasa y nada más", a la vez que aduce no contar con estructura como para resguardar el área. Un problema que requiere urgente "coordinación" para que el título de "reserva natural" no se vuelva letra muerta.
Otras dos personas murieron ahogadas
Durante el fin de semana pasado murieron dos personas ahogadas en el río. Las víctimas se sumaron a la triste estadística de otros cuatro fallecidos y un herido grave por la misma causa en lo que va de la temporada, desde el 1º de noviembre.
El primero de los hechos se produjo el sábado, alrededor de las 15, en la zona de Saladillo, cuando un joven de 25 años que se encontraba con un amigo fue a comprar bebidas en su motocicleta y al regresar derrapó al agua, donde murió ahogado.
Bomberos Zapadores de Rosario y el equipo de Rescate de Bomberos Voluntarios de Villa Gobernador Gálvez rastrillaron el lugar y, más tarde, encontraron el cuerpo a cien metros de la cascada del Saladillo.
El segundo hecho se registró el domingo, a las 17.15, en Comandante Espora y el río, en el sector conocido como La Vigil, de Villa Gobernador Gálvez, cuando un hombre de 34 años se arrojó al agua para salvar a otro de 28 que se había tirado, aparentemente con intenciones de suicidarse tras discutir con una mujer.
La paradoja fue que el más joven logró ser rescatado por un tercero, mientras que el mayor se hundió en las aguas y presuntamente se ahogó. Hasta ayer era buscado por efectivos de Prefectura.
"Una desgracia con suerte"
El dueño de Dejá Vu, Pablo Gesrik, aseguró ayer que el incendio que el domingo pasado terminó con su casa isleña fue producto de un accidente y “nada tuvo que ver con la fiesta” que se desarrolló en el parador la noche anterior, de la que participaron unas 3 mil personas y gran cantidad de embarcaciones. “Fue una desgracia con suerte: mis dos hijos dormían arriba, pero nadie salió herido”, afirmó Gesrik.

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