El descenso afectó el
funcionamiento de la vida de Rosario Central. Reformuló objetivos,
aceleró procesos, transformó costumbres y potenció peligrosos vicios.
Desde que bajó a la B Nacional, la entidad canalla adoptó una agitada
agenda de incorporaciones que incluye una larga lista de 37 jugadores en
tres temporadas. Una política que desnuda la desgastante ansiedad que
corre detrás de la necesidad de subir de categoría.
La Capital |
En esa nómina de diferentes clases de
promesas, que llegaron con la intención de conformar un aporte de valor
para tratar de cambiar la realidad auriazul y devolverlo a primera
división, hay 22 futbolistas que se pusieron por primera vez la camiseta
canalla (Diego González, Guizasola, Medina, Charles Monsalvo, Peppino,
Sergio Rodríguez, Shaffer, Toledo, Biglieri, Vismara, Alderete, Ricky
Gómez, Lombardi, Mozzo, Salinas, Monje, Caranta, Gagliardi, Freitas,
Lagos, José Luis García y Bracamonte).
También se cuentan 11 jugadores que
tenían pasado en el club (Kily González, Zarif, Méndez, Rivarola,
Castillejos, Paulo Ferrari, Lequi, Talamonti, Encina, Aguirre y
Vallejo). Y además, tres que llegaron hace poco a la institución y
todavía no debutaron como Carlos Casteglione (fue al banco ante
Sarmiento pero no entró), Javier Yacuzzi y Fernando Enrique.
En tanto, la incorporación de Méndez
hay que contarla dos veces porque el mendocino regresó a principios de
2011 con Rivoira, se fue a mitad de año a Boca, y luego volvió cuando
estaba Pizzi en enero de 2012.
Esa inquietud que aumenta el vértigo de
los acontecimientos en la rutina interna de Central, obliga a caminar
con una mochila repleta de presiones, siempre cerca del error y con
propensión a los tropiezos. No hay licencias, tiempos de espera, ni de
adaptación. Y esa exigencia desemboca decididamente en una estación de
desbordes, manotazos al aire y etapas interrumpidas prematuramente.
Sólo algunos se salvan de la ferocidad
de la crítica. Como el caso de Gonzalo Castillejos, quien sin dudas fue
el jugador que más rindió con una producción de 27 goles (26 en la B
Nacional y 1 en la Copa Argentina) en 43 partidos.
El Chucky Medina fue el que más
encuentros disputó y llegó hasta 71 cotejos, más allá de algunos
cuestionamientos que todavía giran en torno de su figura. Y dentro del
cuadro positivo, también se puede inscribir a Méndez, quien a pesar de
sus altibajos, es el único que le aportó un salto de calidad al equipo.
Por su parte, fue muy floja la
participación de muchas opciones que trajo Central en estos años en la
faz ofensiva. Vale destacar que entre Charles Monsalvo, Maxi Lombardi,
Rodrigo Salinas y Leonardo Monje sumaron entre los cuatro jugadores 36
participaciones y aportaron un solo gol (el chileno Monje a Desamparados
de San Juan 2-1, en el primer partido de local en 2012).
Tampoco dejaron una huella importante
en el club el Pulpo González, las locuras de Shaffer y las expulsiones
del peruano Guizasola.
Es tanta la locura que persigue a
Central que ni siquiera le permitió tener a Cristian González una
despedida acorde a su enorme trayectoria futbolística. Palma le bajó el
pulgar para marcar la cancha en una pulseada sin sentido, y el Kily
debió dejar su Arroyito natal sin los flashes que realmente merecía.
Esa misma zozobra, se devoró un
defensor con pasado como Lequi, la vocación de servicio de Zarif, la
paciencia de Vismara, y la resistencia física de Mozzo y Talamonti.
En un escalón con marcados grises de
levedad se estacionan Peppino, Sergio Rodríguez, Toledo, Biglieri,
Rivarola, Alderete, Ferrari, Ricky Gómez y los repatriados Aguirre y
Vallejo.
Para este campeonato, Russo, un técnico
de experiencia y con crédito de la casa ganado de antemano, ya sumó 10
jugadores con la idea fija de conseguir el ansiado ascenso. Una meta que
encuentra desde hace dos años serias dificultades y que hasta ahora
contó con escasa ayuda por parte de los refuerzos.
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