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domingo, 17 de julio de 2016

La política en foco (por José E. Bordón) Lechería: la cruda realidad

José E. Bordón

jbordon@ellitoral.com

Desde que recuerdo -varias décadas-, el tambero “está mal” en la Argentina. Y en esta provincia, integrante de la cuenca láctea más importante de Latinoamérica, siempre hubo más lamentos que alegrías. Quizá sea bueno recordar que se trata de una actividad desgastante (la del tambero), que se levanta cuando muchos recién se acuestan, y que realiza su trabajo con frío, calor, lluvia o heladas. Y todos los días del año. Porque según se fueron originando los acontecimientos, la del productor lácteo es una actividad complementaria para muchas explotaciones agropecuarias en escala, aunque en los minifundios parece convertirse en la esencial.

La realidad es muy cruel para el sector. Le pagan poco (muy poco) al que produce, pero las góndolas espantan al consumidor. El productor sabe que tiene que producir cerca de 5 litros de leche para adquirir una gaseosa. Ni le menciono si quiere comer un asado. El reclamo casi continuo tiene justificativo: el tambo se fue descapitalizando, vendiendo la vaquillona, o tratando de sacar vacas de descarte y de media producción.

Un caso ilustrativo es el de Eduardo Millaá (82 años), radicado con su familia en Bauer y Sigel, en el extremo oeste de la provincia, casi en el límite con la provincia de Córdoba. Explotaba tres tambos. Después de 70 años, y luego de enfrentar las crisis que el sector vivió desde 2001, y producir unos 8 mil litros diarios en conjunto, las deudas lo llevaron al remate. Intentó, en medio de la crisis que enfrentaba, cambiar la matriz productiva. En las 550 hectáreas sembró pero nunca pudo cosechar nada porque los campos, ante cualquier lluvia superior a los 50 milímetros, se inundaban. Es un caso con nombre y apellido, pero también es un problema generalizado en esa zona donde el Estado está ausente. Sobran promesas e interrogantes sobre lo que debió hacer -y no hizo- el Comité de Cuenca. Y si el panorama no se modifica, en poco tiempo se van a conocer otros casos similares.

Pero no crean que el problema es sólo de Santa Fe o Córdoba. Días atrás, Federico Conforti, presidente del Ateneo Sociedad Rural La Plata, dijo que se había tensado demasiado la cuerda, ya que en esa zona, el gobierno saliente dejó fuera de la actividad a 5.000 tambos entre 2002 y 2015. Un dato que exime de comentarios es que en la provincia de Santa Fe se estima que cerraron más de 100 tambos en lo que va de 2016, consecuencia directa de las inundaciones y la nula rentabilidad del negocio.

El gobierno que encabeza Mauricio Macri se dio cuenta de que, más allá de bajar o eliminar retenciones al agro, algo debía hacer con los tamberos. El 8 de enero, el presidente y algunos de sus ministros viajaron a Venado Tuerto para anunciar una compensación de 40 centavos por litro por los primeros 3.000 litros producidos por la leche de enero, febrero y marzo. Casi todo lo que se prometió llegó tarde. Lo que parecía ser una solución terminó siendo otro problema. Habría que conocer el pensamiento oficial, porque el producir a pérdida coloca en riesgo no sólo la supervivencia de las explotaciones sino también el normal cumplimiento de las obligaciones. La conclusión es lógica: en muchos pueblos del oeste, entre Sunchales y Ceres, se observan cortes de la cadena de pagos, que tendrán efecto multiplicador en el corto plazo. Enfrente, la industria y la cadena de comercialización parecen aprovechar y se abusan.

Todos pensamos que es imprescindible que la cadena láctea logre cerrar este capítulo de crisis para evitar un desastre mayor. Sólo que no sabemos si todos los sectores de la cadena están dispuestos a consensuar. Como dijo el titular de Lechería provincial, Pedro Morini, “la lechería sigue sin poder recuperar 3 millones de litros diarios”. Por ahora, es una de las fisuras más visible que tiene la producción.

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