
El próximo lunes 30 de noviembre se celebra por primera vez el “Día Nacional del Mate”, lo que implica un merecido reconocimiento a una infusión profundamente arraigada en las costumbres y tradiciones de nuestro país.
La ley, publicada en el Boletín Oficial en enero, hace mención a que se eligió esa fecha en conmemoración del nacimiento de Andrés Guacurarí y Artigas, también conocido como Andresito, el primer gobernador de origen indígena en la historia argentina.
Los orígenes del mate
Los orígenes del mate se remontan a la cultura de la etnia guaraní. Las hojas de la planta de yerba mate (Ilex paraguariensis) eran utilizadas por los aborígenes como bebida, y eran objeto de culto y ritual, y moneda de cambio en sus trueques con otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes.
Caá en lengua guaraní significa “yerba”, pero también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el árbol por excelencia, un regalo de los dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
Los conquistadores aprendieron de los guaraníes el uso y las virtudes de la yerba mate, e hicieron que su consumo se difundiera en forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
Más tarde los religiosos jesuitas introdujeron el cultivo en las reducciones distribuidas en el norte de la Argentina, y Sur de Paraguay y Sudoeste brasileño. Fueron los grandes responsables de que la Yerba Mate Fuera conocida en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el “té de los jesuitas”.
Recién en 1903 en Santa Ana (provincia de Misiones) se realiza la primera plantación moderna de yerba mate. Hasta entonces y aún por muchos años, la yerba que se consumía provenía de la selva, de plantas silvestres que crecían en manchones con gran densidad de árboles, llamadas islas.
La explotación irracional, en la que la tala de los árboles fue moneda corriente por siglos, ter-minó insumiendo por completo el recurso que parecía inagotable. Sólo con las plantaciones racionales, los cultivos de yerba volvieron a hallar su lugar en la historia.
La costumbre del mate ha permanecido inalterada desde tiempos remotos y por cinco siglos de historia, arraigándose cada vez más en los usos del sur de Sudamérica y extendiéndose a lugares lejanos.
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