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domingo, 21 de septiembre de 2014

El kirchnerismo busca su número mágico para evitar el ballottage en 2015

Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Agustín Rossi, Julián Domínguez, Jorge Taiana, Sergio Urribarri y Aníbal Fernández trabajan, piensan, miden y sueñan con una oportunidad.

El número mágico para una hipótesis de perdurabilidad es el 40. En el Frente para la Victoria (FpV) necesitan que se alineen los planetas, los hechos políticos, y los candidatos para buscar ganar el 2015 de un solo golpe: en primera vuelta. Pero por ahora el 40 no está. Y si no aparece el 40 en primera vuelta, en un posible ballottage, el kirchnerismo se vería muy complicado.

   Mientras tanto, el candidato del FpV sigue siendo un enigma. Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Agustín Rossi, Julián Domínguez, Jorge Taiana, Sergio Urribarri y Aníbal Fernández trabajan, piensan, miden y sueñan con una oportunidad. Cristinistas puros o leves. Todos habilitados por la presidenta a caminar el país, todos esperando el verano para decidir.

   Cuando varios están lanzados, apareció Máximo Kirchner, dijo que “nadie mueve el amperímetro” y puso todo entre paréntesis. El acto de La Cámpora oxigenó, y a la vez condensa el liderazgo de la presidenta. Máximo, que “es” Néstor y “es” Cristina, desafió a la oposición: “Gánenle a Cristina y sanseacabó”. Lejos de promover una reforma constitucional, Máximo avisó otra cosa: si el FpV (“que es mucho más que La Cámpora”, apuntó también el sábado) logra poner en escena un candidato que recoja todos los atributos presidenciales, las chances electorales serían concretas.

Los caminos del hijo. Es demasiado temprano, pero algunos sueñan con Máximo candidato. Otros, y la lógica política, indicarían que es imposible. Por eso los precandidatos del kirchnerismo miran cuidadosamente la película de 2014, y sacan sus cuentas. En lo más alto de esa grilla del FpV se muestra Daniel Scioli. Con perfil propio, estable, Scioli domina las preferencias. Y es el único de los precandidatos que tiene volumen propio para meterse en las Paso aun sin la simpatía de Cristina.

   De todos modos, Scioli no tiene el futuro asegurado. “Del 33 por ciento de los votos que tiene de piso el FpV —lo que obtuvo cuando le fue flojo, en 2009 y 2013— , unos 11 puntos son votos K no peronistas, o peronistas a la izquierda, donde Scioli llega poco y mal. El 22 por ciento restante es voto peronista tradicional y allí el gobernador bonaerense recoge votos sin problemas. El análisis se verbaliza en búnkeres como los de Julián Domínguez y Agustín Rossi, aunque también el sciolismo lo comparte.

   Sin embargo, en el sciolismo nadie cree que una pequeña franja electoral de la izquierda peronista, o kirchnerista no peronista, decida mucho de la suerte electoral del FpV. Alguien que ocupa una banca en el Senado —y juega para Scioli— confió a este cronista que la clave estará en ampliar el horizonte de voto del FpV, más allá del tercio férreo que nunca abandonó a Néstor ni a Cristina Kirchner. “Parte de los votantes de CFK en 2011 piden continuidad de políticas con cambios de estilo, menos confrontación, menos épica. Y Scioli está parado justo en ese lugar”, dice.

   El nuevo escenario político adverso, pero que el kirchnerismo tradujo en “patria o buitres”, posibilitó, sin embargo, un fortalecimiento de la imagen presidencial y una mejor expansión en las chances del conjunto de precandidatos del FpV.

   En ese tránsito se distingue el también bonaerense Florencio Randazzo, quien viene subiendo en las encuestas. Randazzo entra en algunas franjas en las que hoy no están ingresando otros aspirantes. Imagen de transparencia y mucha presencia con nombre y apellido en temas sensibles con la obtención del DNI para millones de personas.

   El ministro de Transporte busca desactivar el más pesado de los lastres K: las sospechas de corrupción, una instalación exitosa del conglomerado opositor. Sin ingresar en la zona de los “irrecuperables” para el kirchnerismo: el 45 por ciento furiosamente opositor.

   Todos los aspirantes, mientras tanto, miran en detalle cómo juega Cristina. Aunque legalmente nadie depende de nadie —para inscribirse en las Paso no hay más requisitos que la vocación, o un acto de fe—, en términos políticos ninguno de ellos podría prosperar si Cristina los obstruye.

   Julián Domínguez, por caso, trabaja como precandidato pero no formalizó —ni lo hará— su lanzamiento. Espera la palabra de Cristina y, literalmente, ser tocado por el de arriba, y por las circunstancias políticas. Es sabido, Domínguez tiene un vínculo directo con el Vaticano y con Francisco. Y que Francisco juega con audacia una relación personal y política con la presidenta. Sin embargo, en política no existe la transitividad matemática. Domínguez, mientras tanto, confía y espera diciembre.

   Mientras tanto, en el piso 11 del Ministerio de Defensa también se subordinan a CFK. Sin embargo, no comparten la idea de esperar de CFK una orientación. Creen que a Cristina hay ofrecerles alternativas. Y esas alternativas (precandidaturas) se moldean con lo pies sobre la tierra. “No hay un señalamiento providencial que venga de arriba, la fuerza del candidato, por el contrario, viene desde abajo, de la sociedad”, concluyeron en Defensa.

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