La mujer permaneció 35 días internada tras haber sido quemada por su pareja. Como dependía de él para la obra social que costeó el tratamiento, no lo denunció en ese momento. Cuando regresó a su hogar aún convaleciente el hombre volvió a pegarle. Ahora hace cuatro meses que espera que una fiscal lo llame a declarar.
Rosario 12 |
Una mujer que fue quemada por su pareja en mayo del año pasado espera desde hace cuatro meses que la fiscal Valeria Haurigot llame a declarar a su agresor, al que recién pudo denunciar en febrero, meses después de romper el vínculo. El ataque fue el 17 de mayo de 2013, y ella estuvo internada 35 días en el Centro de Quemados del Sanatorio Británico, donde fue sometida a varias operaciones. Entonces, los propios médicos la instaban a relatar qué había pasado, pero ella no podía hacerlo: El pago de su medicina prepaga dependía de O.S., el hombre que había quemado el 45 por ciento del cuerpo. Por eso, Fabiana (el nombre se cambia porque la víctima tiene razones para sentirse insegura) siguió viviendo con él tras obtener el alta. Todavía estaba convaleciente cuando él volvió a pegarle y patearla. Ella entendió que su vida estaba en peligro y pudo separarse. Buscó contención psicológica y decidió denunciarlo. Hace pocos días, el hombre -empleado judicial y militante sindical- apareció por el departamento Fonavi donde ahora vive Fabiana. Su miedo se acrecentó. Volvió a Tribunales y tuvo que recurrir a la defensora de Cámara Marcela De Luca para que la jueza del Tribunal Colegiado de Familia número 5, Sabina Sansarriq, firmara una orden de restricción de acercamiento, el jueves 5 de junio. "Fue un conjunto de patadas en el traste. No alcanzaron las patadas y el encendedor de O. S. y todo lo demás. Después recibí golpes del estado", expresa Fabiana.
De la madrugada del 17 de mayo de 2013, Fabiana recuerda fragmentos. Cuando se pone a rememorar, sus grandes ojos verdes se entristecen, se llenan de lágrimas, y ella los cierra. A su lado, Mariana Gómez y Nora Giacometto, ex militantes políticas que ahora se dedican a la contención de víctimas de violencia de género, la sostienen y acompañan en su relato. Fabiana cuenta que esa madrugada entró un murciélago y le golpeó en la cara, en la habitación donde dormía con O.S., que entonces era su pareja. Ella se levantó muy alterada: Ya la había mordido otro murciélago unos meses antes, y había tenido que llamar a un servicio de urgencias. Los médicos le habían recomendado, entonces, echarse alcohol encima para ahuyentar al animal que le provocaba fobia. Atinó a repetir el mismo procedimiento: Se pasaba alcohol, mientras se quejaba y le advertía a su pareja que se iba a ir de la casa. La discusión creció, él le espetó: "Ya te dije que de acá te vas a ir muerta". Cree recordar que él tenía un encendedor en la mano. Entre gritos, él la zamarreó. "De repente, estaba prendida fuego". Ella llevaba puesto un pijama de raso. El la tiró al piso, pero ella pudo ir corriendo al baño. En medio de la discusión, ella recuerda que él le sacó la parte de arriba de la ropa, que "estaba pegada a la piel". "Todavía no sentía dolor", recuerda sobre el momento en que corrió al baño. En un instante, vio su pelo rojo "que llevaba hasta la cintura" tirado en el suelo. "Veo que me salía humo y ahí me da todo el dolor junto. Vomité de los gritos que pegaba. Después, los médicos me explicaron que vomitar me salvó la vida, porque no entró en combustión lo que tenía adentro", cuenta sentada en un bar. El murmullo impide que quienes están sentados en otras mesas adivinen el dolor que está reviviendo. "El llamó a la ambulancia pero ya no me acuerdo mucho. Ni siquiera de cuándo me llevaron. Estuve inconsciente varios días, pero tengo imágenes. El insistía en que había sido un accidente. Pero entre las pocas imágenes que conservo del primer día, me acuerdo del enfermero, que me preguntaba quién me quemó", recuerda Fabiana.
"Todo arreglado"
En ese punto, Mariana interviene para recordar que "él tenía las manos todas quemadas y ella no, por eso el enfermero y los médicos insistían en preguntarle". Fabiana tenía quemaduras de segundo grado profundo. "Ese dolor no tiene comparación con nada", dice. Los pronósticos eran reservados. El 45 por ciento del cuerpo quemado era casi una condena. Las quemaduras tomaron el cuello, el tórax y la espalda, hasta la cintura. Era una tortura estar acostada. "Una enfermera que siempre me escribe me dijo que en 35 años de trabajo, nunca vio alguien con tanta fuerza de voluntad como yo para recuperarse", cuenta orgullosa de sus ganas de vivir.
Estuvo 35 días internada. El agresor estaba al lado de ella, obstruía el contacto con familiares y amigos, le repetía que había sido un accidente, prometía cuidarla y que estaría bien. Que recuperaría movilidad. Ante las preguntas, contaba distintas versiones de lo ocurrido. Por ejemplo, que estaba pintando una reja, por eso tenía thiner en las manos, y se quemó al prender un cigarrillo. "Eso no fue así, además, me explicaron que es imposible quemarse con thiner como yo me quemé", dice indignada Fernanda. Además, sus manos están intactas. Cuando ella le preguntó si había concurrido la policía "ya que sabía de la obligación de denunciar de los médicos de emergencia", él le contestó: "Ya arreglé todo con la comisaría 14 y el juez".
Apenas le dieron el alta, Fabiana supo que él había tirado la ropa que ella llevaba puesta el día de la quemadura. Para verse mejor, ella atinó a ponerse pestañas y cejas postizas. Hasta el día que su ex la quemó, ella tenía su propia peluquería, y se la pasaba trabajando. "Me dedico a la estética", dice Fabiana para dar dimensión de la importancia que le da a su aspecto. Hoy, Fabiana repiensa la relación. "No se bancaba que yo fuera progresando. Cuanto mejor me iba, él iba empeorando. Cada logro mío para él era una puñalada en la espalda", lanza. Después de la quemadura, el brazo derecho de Fabiana quedó inhabilitado. A los 45 años, no se iba a quedar sin trabajar "pese a las recurrentes indicaciones médicas" y puso una mercería. Además, no tenía otros recursos para solventarse, ya que no está implementado el Plan de Reinserción Laboral y Social planteado en la Ley 26.485.
Golpes en la cara
Pocos meses después, en octubre, Fabiana sufrió una golpiza que le dejó la cara marcada. Apenas podía mover el brazo derecho, tenía la piel lastimada todavía, y debía usar una faja carísima para no dañarse más. Otra vez, él la tomó del cuello para amenazarla, y repetirle que no podría dejarlo. En otro ataque, su ex le pegó patadas en las rodillas. Ella estaba en pleno tratamiento para recuperar la piel y decidió irse de la casa, con lo puesto. "Te dije que de acá te vas a ir muerta", volvió a amenazarla su ex. Ella se internó durante unos días en la clínica psiquiátrica San Felipe. Y le mandó a pedir a su ex que le enviara algo de ropa. El bolso que recibió fue otro insulto: lencería erótica, zapatos de fiesta con taco alto, un vestido de fiesta y ropa de niño.
Fabiana es, además, militante política. Pidió ayuda a sus compañeras para hacer la denuncia. Mariana Gómez y Nora Giacometti fueron al Area de la Mujer, se prendieron del timbre hasta que consiguieron un turno para el 17 de octubre, a las 14, en el distrito Centro, pero no pudieron concurrir. Tuvieron dificultades porque la psiquiatra del San Felipe, Silvina Puntarello no la dejó salir. Tras una pelea, recién pudieron hacerlo a las 18. Habían pedido un móvil de la Guardia Urbana Municipal para acompañar a Fabiana hasta el hospital Carrasco, ya que la fuerza municipal está especializada en violencia de género. "El protocolo de la GUM dice que tiene que acompañar a la víctima a hacer la denuncia", explican Gómez y Giacometti. Sin embargo, no lo lograron. En el hospital Carrasco, las atendió "a las 18.30" un médico de apellido Lattuca, que se negó a constatar los golpes en la cara y las pantorrillas. Volvieron a comunicarse con el Teléfono Verde pero la única respuesta que obtuvieron fue: "No se lo puede obligar". Fabiana estaba en crisis. Tomó el teléfono y le dijo a la responsable del Teléfono: "Vos sabés que yo mañana voy a estar muerta? Porque yo lo sé". Y le pidió "una solución" para no volver a su casa. No obtuvo respuestas. "No pudimos hacer la constatación, así que volvió a la clínica y recién el 18 de octubre, en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez, encontramos a un médico que la hizo", rememoró Gómez.
Historia emblemática
Para Gómez, la historia de Fabiana es "emblemática, porque muestra todas las falencias del estado en la atención de la violencia de género. En la comisaría de la Mujer nos pedían que fuéramos a un médico forense. Nosotras nos preguntamos para qué está la Comisaría de la Mujer". Mariana tiene experiencia: todos los días, su celular y el de Nora reciben llamados desesperados de mujeres en emergencia por violencia de género que no consiguen ser atendidas por la GUM.
Con la constatación de los golpes, y la voluntad de denunciar, Fabiana decidió volver al departamento Fonavi en el que vivía antes de conocer a su ex pareja. No tenía muebles ni calefacción, ni siquiera un calefón para darse los baños de agua tibia prescriptos por los médicos para su piel. La ex pareja prometió seguir pagándole la obra social, pero puso una condición: que ella no hiciera la denuncia. A Fabiana le quedaban varias operaciones por delante y también debe tomar medicamentos de alto valor.
Ya en su casa, Fabiana siguió siendo hostigada por teléfono y por facebook. Seguía dudando si denunciar hasta que en diciembre llamó a Mariana y Nora. "Chicas, vamos a hacer algo porque no doy más", les dijo. Empezaron un periplo por Tribunales, y lograron presentar formalmente la denuncia en febrero, cuando ya estaba vigente el nuevo sistema penal.
En enero, el agresor dejó de pagar la empresa de medicina prepaga. Fabiana no podía perder la cobertura. Por intermedio de la concejala del Frente para la Victoria, Norma López, Fabiana obtuvo un subsidio municipal para solventar la prepaga. También la necesita por la atención psicológica que recibe en el Centro de Día Unitas.
Por los pasillos
En febrero, el médico Osvaldo Freddi, del Centro de Quemados, la operó cuatro veces en cinco días. Le hizo injertos en la zona afectada. Y empezó el periplo judicial. Fabiana está convencida de que sus dificultades en Tribunales tienen que ver con la influencia de su ex pareja. "En el Colegiado de familia, una secretaria me dijo que el caso estaba yéndose a archivar", cuenta sobre lo que considera una cadena de complicidades. También relata que cuando fue a buscar su orden de restricción, encontró a su ex pareja en el juzgado, gritando que ella era una desagradecida, porque él le había salvado la vida. "Cómo pudo enterarse de la denuncia, si no le avisaron desde adentro"", pregunta Fabiana. Tras la intervención de la defensora de Cámara Marcela De Luca, la orden de restricción fue firmada el 5 de junio pasado.
Según contaron Nora y Mariana, hizo falta que hablaran con el Procurador, Jorge Barraguirre, para que la situación judicial empezara a encaminarse. De Luca intercedió para agilizar el trámite de restricción de acercamiento, una medida protectiva que, de acuerdo con la ley nacional, debe dictarse en forma inmediata. "A las pocas personas que nos dan respuestas, tenemos que reconocerlas", dice Gómez, que no disimula su enojo con las distintas instancias judiciales. De hecho, la situación de Fabiana fue planteada en el Observatorio Municipal de Violencia de Género (Grupo Observatorio Rosario), a través de un mail que Nora envió el mismo 17 de octubre de 2013. Incluso, hicieron referencia a una discriminación política, ya que una funcionaria municipal se negó a enviar atención para Fabiana porque lo pedían dos "militantes del Movimiento Evita", agrupación a la que Nora y Mariana pertenecían hasta que se involucraron en la contención a víctimas de violencia de género. "Con el trabajo que nosotras hacemos, no se puede ser orgánica de ninguna agrupación, porque el género atraviesa todas las instancias estatales y sociales", dijo Mariana.
"Es horrible porque tengo que andar por la vida demostrando que no miento", dice Fabiana sobre la revictimización que siente en Tribunales. La fiscal Haurigot se escuda en su falta de formación en violencia de género y también en la necesidad de "contar con todas las pruebas" antes de convocar al agresor a indagatoria. Incluso, asegura Fabiana, le propuso una mediación, instancia expresamente prohibida en el artículo 9 de la ley 26.485. Sus compañeras están descontentas con los tres niveles del estado. "Necesita una pensión por incapacidad", afirman sobre los desafíos que enfrenta Fabiana para continuar con su vida. Ella pasa cuatro horas diarias en el Centro de Día Unitas. "Si no estuviera allí desde noviembre, habría vuelto con él", asegura Fabiana.
En la historia de su pareja, ella conoció en carne propia lo que significa el círculo de la violencia. "A veces, es más fácil estar con él que no estar. Porque te ligás un par de patadas cada un par de semanas, pero te evitás todo lo que me estuvo haciendo vivir en los últimos tiempos", dice sobre las idas y vueltas de una relación que fue armónica sólo en los primeros meses de idilio. Cada vez que Fabiana quería separarse, el agresor empezaba un obsesivo seguimiento a través del celular, los correos electrónicos y facebook. Cuanto más avanza en el relato, Fabiana pone en evidencia más indicios del peligro que corría. Una semana antes de haber sido quemada en la parte superior de su cuerpo, su ex pareja le tiró encima un Ceramatic, el aparato en el que ella estaba calentando cera para depilar a una clienta. Le quemó todo el pie. Cuando le preguntaban qué había pasado, repondía que se había quemado depilándose. Pero Fabiana es lampiña, no se depila. Así que sus amigas, como Mariana, sabían que mentía para proteger a O. S.
Ahora, el agresor la llama obsesivamente, le envía mensajes ofensivos por facebook y hasta fue a buscarla a su casa. Para Fabiana, como para muchas mujeres que sufren violencia, una adecuada actuación judicial es urgente. No hay ninguna metáfora al decir que es cuestión de vida o muerte.
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