Muchos pretendían ese salto de calidad para calzarse el traje de protagonista. No pudo ser, pero tampoco se quedó afuera de la pelea, más allá de que ese ítems todavía asome como difícil.
La Capital |
La ilusión de la punta quedó ahí. Otra vez trunca. Otra vez con un dejo de desazón. Que no debe ser plena ni mucho menos. Es que dejar de lado que enfrente estaba nada menos que uno de los líderes no estaría bien. Es más, de haber habido un ganador, Estudiantes tal vez haya merecido ese premio. Por eso el punto no terminó cayendo de todo mal ni minando la ilusión y, mucho menos, hiriendo el orgullo. Se trató de un 0 a 0 friccionado, aguerrido, con guapeadas varias, pero con un bajo nivel futbolístico, de ambos lados. A esta altura ya muchos pretendían que ese salto de calidad para calzarse el traje de protagonista se diera. No pudo ser, pero tampoco se quedó afuera de la pelea, más allá de que ese ítems todavía asome como difícil.
Claro que haciendo un desglose de lo que fueron los 90 minutos, Central sumó decididamente un punto. No hubo un avasallamiento por parte del Pincha ni mucho menos. A tal punto que el equipo de Pellegrino de a poco fue entendiendo que llevarse algo del Gigante tampoco era mal negocio. Pese a ello, esa cuota de rebeldía futbolística que debía dar Central lejos estuvo de consumarse.
Una buena triangulación por derecha que terminó con un remate de Encina que se desvió en Schunke y terminó en el córner fue lo que hizo Central en los primeros 45 minutos. Un zurdazo de Franco Jara que se estrelló en el travesaño mientras Caranta seguía la pelota con la vista fue lo expuesto por el Pincha. No más que eso. Y si Central no pudo generar más que eso fue porque su funcionamiento colectivo no existió. Así de simple. Así de llano el análisis. Es que Encina nunca desniveló por su sector, Méndez brilló por su ausencia y Carrizo fue otro que estuvo desconocido. Y ante las torres Desábato y Schunke, ese juego vertical a la cabeza de Abreu tampoco funcionó.
Hasta ahí era un gran negocio. Un negocio que se potenció con lo ocurrido tras la vuelta de los vestuarios pese a que en esos 45’ Central tuvo arrestos de amor propio y sólo con eso le alcanzó (de a ratos) para llevarse por delante a un Estudiantes que conformándose cada vez más, después de haber hecho el mayor gasto en los primeros minutos tras el reinicio. Y fue ese tramo del encuentro en el que la figura de Caranta comenzó a crecer. Una chilena del Pato Rodríguez que dio en cara externa de la red (48’), un zurdazo de Leonardo Jara (63’) y un cabezazo de Desábato (66’), ambas situaciones desbaratadas por el uno canalla, fueron el mejor indicio de que Central todavía no hacía pie en el partido.
El conformismo que fue envolviendo a Estudiantes hizo que Central creciera. Ahí Méndez comenzó a ser un poco más vertical y junto con las proyecciones de Ferrari y el coraje de Medina, la cosa pintó para cambiar. Pero fue sólo un rapto de enjundia, que quedó en un mero deseo, desdibujado por esa falta de juego que pudiera allanar el camino al gol.
La aparición de Carrillo por derecha (su disparo se fue desviado) y el remate de Auzqui que tapó Caranta cuando el partido se moría fueron los mejores indicios de que el punto iba a ser un buen negocio. Y lo fue. Porque amén de ese deseo inclaudicable de vestirse de líder se entendió que nada se había hecho para pegar el salto cualitativo que la ocasión ameritaba
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