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domingo, 17 de febrero de 2013

ROSARIO. El kitesurf, un deporte para osados y apasionados que suma cada vez más fanáticos


Hace 10 años, apenas un puñado de aficionados se subía a las tablas en el río Paraná. Hoy ya hay entre 800 y 1.000 personas. Los aficionados aseguran que “no hay edad” para practicar este deporte en crecimiento.
La Capital | 

El kitesurf, un deporte para osados y apasionados que suma cada vez más fanáticos
El viento del sur sorprende por su inusitada vehemencia para un mediodía de enero en estos pagos. Frente a La Fluvial, sobre la Wiki Kite Beach, ubicada en el banquito de arena San Andrés, unos 30 osados despuntan un vicio que, si bien se inició hace poco más de una década, ha crecido exponencialmente hasta ostentar hoy uno de los parques náuticos de cometas más importantes del país.
Lisandro "Tortuga" Fasce (34), un experimentado kiter y uno de los primeros en practicar este deporte extremo (incluso cuenta con una escuela) le explica a La Capital que la actividad en Rosario empezó alrededor de 2000. "El deporte a nivel mundial tiene apenas unos pocos años más", cuenta.
La experiencia adquirida por Martín Bari (un joven que viajó a Hawai para estudiar, conoció el kitesurf y sin proponérselo salió campeón del mundo), fue vital para el desarrollo de la actividad en la Argentina. "Rosario no quedó afuera de esta circunstancia. Y a partir del 2000 ya se conoció el kite en Rosario. Uno de los que empezó fue Lisandro Botelo, un amigo personal. Un día lo encontré, me prestó el kite y me fascinó. Hasta los 15 años jugué al rugby y nunca había tenido nada que ver con el windsfurf ni nada. Me encantó esto porque se me quemó la cabeza. Dejé de estudiar, de trabajar, todo por el kite", trata de justificar.
Para practicar kitesurf se necesita un kite o cometa (vela), un arnés de sujeción y una tabla específica para la actividad, de las cuales hay distintos tipos, según la condición, el peso y la estatura de quien o utilice y al estilo de navegar de cada uno. También lo hay de diferentes tamaños. Los de mayor experiencia se animan a realizar piruetas en el agua y el viento parece jugar con ellos, regulándoles la intensidad. El "Tortuga" acota casi al pasar que "pensar que estudié administración de empresas, perito recibidor de granos, ingeniería en sistemas, despachante de aduanas. Creo que no terminé ninguna carrera porque nunca encontré lo que me gustaba. Y lo terminé haciendo con el kite".
También desmenuza otro aspecto, vital, de este deporte: "Rosario no es un lugar con las condiciones ideales para este deporte, no hay vientos todos los días. Este es un deporte que necesita de espacios abiertos para que el viento entre sin obstáculos. Al principio no sabíamos nada, éramos kamikazes, entonces todo nos insumía mucho tiempo. Hoy estamos muy bien asentados y con un buen posicionamiento a nivel nacional".
Mucho colorido, mucha destreza sobre el agua. No hay edades para hacer kite. "Tenemos chicos de 11 años y hay algunos ya veteranos, como Máximo, un hombre de 83 años que es un cabeza dura. Le pone muchísima garra a lo que hace", se entusiasma. Tampoco es un deporte sexista: "Ellas se suman; hay muchas más de las que hubiéramos imaginado", agrega.
Un deporte no tan barato. Sabe que es un deporte caro y que, según la forma de utilización, la vida útil del equipo son muy disímiles. "Para arrancar a practicar se puede utilizar un kite usado, relativamente nuevo, que podría estar entre lo 1.000 y 1.200 dólares. Un cometa nuevo estaría rondando los 1.700 dólares. No son instrumentos de música, que pueden durar toda la vida. Acá intervienen factores como las horas de exposición al viento y al sol. Aquí en Rosario, donde el viento no sopla todos los días, para alguien que toma al kite como hobbie un kite le puede durar 3 años. En un lugar de vientos te puede durar entre 3 y 4 meses. Aparte están el arnés, que vale alrededor de 300 dólares, y una tabla que va desde 500 hasta 1.300", expresa Fasce.
La playa va tomando color. Desde los amantes del deporte hasta quienes desean pasar un buen momento en compañía del sol y un espacio natural diferente apenas cruzando el viejo Paraná, en la vereda de enfrente de la costa rosarina. Los apasionados del kitesurf aprovechan que el dios Eolo despertó de su letargo de varios días y le rinden pleitesías por los favores prestados. El viento pampero sopla y hay que homenajearlo.
Rosario tiene mucho desarrollo de los deportes relacionados con el río. Uno de los parques náuticos de kayaks más grande de la Argentina está aquí: entre 8.000 y 10 mil embarcaciones. ¿Qué pasa con el de kites? "Rosario es parte de la cuna de esta actividad en la Argentina porque inició muy temprano sus actividades y constituyó una de las flotas más grandes del país. Cuando arrancamos creo que éramos entre 7 y 10, y hoy se puede hablar de entre 800 y 1.000", dice.
Cuando se le pregunta qué busca quien hace kite, el "Tortuga" hace un gesto con la boca, piensa unos instantes y larga: "Diversión, alegría, naturaleza y mucha adrenalina. Al principio el kite tiene muchas más sensaciones, porque después uno se va acostumbrando y cada vez es más difícil conseguirlas. Los primeros dos o tres años no parás de sentir cosas. Por eso después de cuatro o cinco años de práctica es como que es necesario empezar a ascender niveles porque se hace difícil mantener la motivación. Si no, uno se va estancando. Pero no conozco a nadie que haya abandonado el deporte a pesar de esto. De hecho tengo amigos que con el paso de los años siguen experimentando esa sensación de libertad. No sólo se busca sentir lo que provoca una pirueta sino que además esto es una reunión de amigos, compartir, encontrarse con la naturaleza".

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