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jueves, 29 de noviembre de 2012

Un joven santafesino fue procesado por corrupción de menores


Contactaba a las chicas por las redes sociales y bajo amenazas las obligaba a desnudarse y tocarse. Luego, subía los videos a sitios de pornografía.


Un joven santafesino fue procesado por corrupción de menores
Nicolás Andrés Borra tiene 32 años y es analista en sistemas. Hasta el 27 de octubre pasado, vivía en la casa de sus padres y trabajaba en la Bolsa de Comercio de Santa Fe, pero ahora está detenido y la acusación que cae sobre él es gravísima: el viernes pasado, el juez de Instrucción Penal de la 6º Nominación lo procesó como autor de los delitos de promoción de la corrupción de menores de 18 años (en tres hechos) y agravada por ser una de las víctimas menor de 13 años, corrupción de menores de 18 años agravadas por el engaño y el uso de amenazas en forma reiteradas (en dos hechos) y distribución de imágenes pornográficas con exhibición de menores de 18 años, todos en concurso real.

Lejos de los tecnicismos, concretamente Borra extorsionaba a las adolescentes, y la metodología que implementaba se dilucidó tras más de seis meses de investigación. Hasta el momento, en el expediente aparecen siete víctimas, pero el procesamiento podría ampliarse cuando se logre identificar quiénes son las chicas que aparecen en más material encontrado en la computadora del acusado.

Si bien la mayoría de ellas son de la ciudad de Santa Fe, también hay una víctima de Capital Federal –que debió cambiar de colegio y hasta su aspecto físico porque el acusado hizo públicos entre sus compañeros de escuela los videos capturados– y una adolescente de la ciudad de Córdoba. Las primeras denuncias fueron formuladas a principios de 2011 y el rango de edad de las víctimas es de entre 12 y 16 años.

Perversidad extrema 
Tras un análisis del material probatorio de la causa, surgió un patrón en la conducta del acusado para generar un vínculo con sus víctimas. Con cuentas de correo electrónico y perfiles de Facebook falsos, las contactaba y lo primero que les preguntaba era la edad. Luego se presentaba como de la misma edad o levemente mayor y comenzaba conversaciones sobre problemáticas típicas de chicos y adolescentes: desde conflictos con los padres y con compañeros del colegio hasta interrogantes sobre el despertar sexual.

La estrategia de Borra siempre fue que las víctimas se mantuvieran en un espacio físico alejado de los posibles controles parentales. Desplegaba contactos diarios y progresivamente iniciaba conversaciones de contenido sexual. Algunas de las chicas lo tomaron como un juego, pero el requisito excluyente era que las víctimas tuvieran la cámara web encendida. Una vez que las inducía a que se mostraran en poses sensuales, o que le exhibieran su ropa interior, utilizaba esas mismas capturas para extorsionarlas a que le mostraran más. Si las chicas no cumplían, les enviaba las imágenes que tenía guardadas a sus contactos. Y en más de una vez concretó la amenaza. Incluso, en algunos de los casos subió las fotos y videos a sitios de pornografía de contenido gratuito.

Entre los más de mil archivos de videos, las fotos e historiales de conversación que obran como pruebas en la causa, se desprende que les diseñaba a las víctimas la conducta sexual que debían adoptar, y que ellas mismas realicen en sus cuerpos las maniobras. Les indicaba posturas precisas, induciendo a la estimulación y exhibición de partes intimas, exigiendo manoseos corporales y masturbaciones o también la introducción de elementos extraños. Además de procesarlo, el juez Carraro dispuso convertir la actual detención que está cumpliendo Nicolás Borra en prisión preventiva por entender en este estado del proceso se encuentran latentes los riesgos procesales de entorpecimiento probatorio y peligro de fuga.

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