De los 15 grandes parques y 450
plazas y plazoletas que tiene Rosario son pocos, poquísimos, los que
tienen un bebedero con agua potable y menos aún los que ofrecen
sanitarios. Lo peor es que la carencia, que afecta al 95 por ciento de
esos espacios verdes, está naturalizada.
De los 15 grandes parques y 450 plazas y
plazoletas que tiene Rosario son pocos, poquísimos, los que tienen un
bebedero con agua potable y menos aún los que ofrecen sanitarios. Lo
peor es que la carencia, que afecta al 95 por ciento de esos espacios
verdes, está naturalizada. Y como siempre en materia de déficits en los
servicios públicos, a los que más perjudica es a los más pobres. "Porque
el que tiene dinero compra agua envasada y si necesita un baño paga una
consumición en un bar", ejemplificó el director de la Cátedra del Agua
de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Aníbal Faccendini, cuyo
Observatorio realizó un relevamiento sobre 46 plazas de la ciudad y de
Villa Gobernador Gálvez con resultados francamente desoladores.
El estudio concluyó que la casi
totalidad de los espacios relevados carece de "agua pública", un
concepto para nada neutro que refiere de manera directa al carácter de
derecho humano esencial que define a ese elemento. "Sólo tienen como
alternativa el agua envasada y paga, no hay bebederos comunitarios",
abunda el informe.
La "paradoja", como la caracterizó ayer
Faccendini, es que en algunas de las plazas existen fuentes con efectos
estéticos (como en la López, la Sarmiento o la Buratovich) que, lejos
de funcionar con agua reciclada, como cabría de esperar, utilizan agua
potable. Pero eso sí: inaccesible para el consumo, hasta por impedimento
físico.
Tampoco los parques de alta
participación deportiva, salvo aisladísimas excepciones, tienen
bebederos. No los hay en el Urquiza, el Scalabrini Ortiz ni el España, y
sólo a veces funciona uno en el Independencia y otro en el Norte. La
situación es similar en cuanto a los baños, que únicamente se ven en dos
de esos parques, abiertos ocasionalmente.
No se salvan los casi 20 kilómetros de
la llamada Calle Recreativa, ni las plazas de la Madre, San Martín y 1º
de Mayo y Dorrego, de Villa Gobernador Gálvez.
Faccendini echó mano a dos argumentos
fuertes: que el acceso al agua se "privatiza" y "mercantiliza" de facto y
que al ocurrir en lugares como parques y plazas el fenómeno se agrava,
ya que, "como las escuelas y la Universidad", se trata de algunos de los
"pocos espacios públicos que integran a personas de distintos
sectores".
Contradictorio. El
documento recuerda además que hace dos años el agua fue declarada
derecho humano básico por la ONU. Paradójicamente, ni siquiera la plaza
rosarina que lleva ese nombre, de Los Derechos Humanos (Esteban de Luca y
Corrientes), respeta ese mandato mediante la instalación de un simple
bebedero. Tampoco lo hace la de la Integración (San Martín y Saavedra).
Con ese diagnóstico, el dirigente
insistió con la propuesta de que "al menos" se instalen baños químicos
en los espacios públicos y se articule con el sector privado, apelando a
la "responsabilidad social empresaria", para que donen recursos
destinados a instalar bebederos comunitarios y se incorporen así,
voluntariamente, como "protectores sociales de las plazas".
También propuso una "campaña ciudadana
de Cuidadores del Agua" para que jóvenes voluntarios se sumen al cuidado
ambiental de los bebederos.
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