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viernes, 22 de abril de 2016

¿Colón puede renacer de sus cenizas? Sin presidente, sin DT y sin sus mejores jugadores

Pocas veces el sabalero llegó tan averiado a un clásico en los últimos tiempos. Le pasó de todo a Colón: crisis dirigencial, temblor deportivo y el papelón de la barra brava.

Colón debe resurgir, como tantas veces en la historia, de sus propias cenizas. Ya perdió todo lo que podía perder, ya llovió todo lo que tenía que llover. Foto: Archivo El Litoral

Darío Pignata
dpignata@ellitoral.com

Tiene que reinventarse, no le queda otra. Lo agarró un tsunami a Colón en los últimos días: primero se lo llevó puesto a su presidente (Marcelo Ferraro, de licencia, por cuestiones de salud), después se lo llevó puesto a su entrenador (el domingo a la noche, antes de arrancar la semana previa al clásico, presentó la renuncia Darío Franco) y ahora se terminó de llevar puesto a su jugador-franquicia, el que fue vendido en una cifra millonaria al fútbol de Europa (Alan Ruiz, flamante refuerzo del Sporting de Lisboa en 5,5 millones de euros, dejó en claro que no vuelve más a Santa Fe).

Antes que se fuera Franco, lo había perdido a Pablo Ledesma por un insólita expulsión en Junín. Después de Franco y con Johansen en funciones, también lo perdió a Clemente Rodríguez, que no llegó a recuperarse de su lesión.

Así, como si todo hasta acá hubiera resultado poco, al perder a los dos jugadores más experimentados y especialistas en este tipo de batallas como las de mañana: Clemente Rodríguez y Pablo Ledesma. De yapa, se queda sin los dos mejores jugadores de fútbol que tiene este plantel: el mismo Ledesma y Alan Ruiz.

¿Qué capítulo peor le pueden escribir a esta novela de Colón? Parece, a todas luces, el más alevoso cuento de terror. Pero como es un clásico y siempre los jugadores están obligados a entregar un plus en este tipo de partidos, todo puede pasar. No sería la primera vez que el que peor llega, no muere a las vísperas. Pasó muchas veces antes de mañana y seguramente pasará otras tantas más en el futuro.

Los chicos del club que se hicieron jugadores profesionales con esta camiseta (Castillo, Conti, Poblete) deberán rendir al máximo, el más “viejo” (Bastía) tendrá que regar la zona de medios con el doble del sudor habitual y Pablo Vegetti —que siempre dijo ser hincha de Colón— tiene 90 minutos en su cabeza más pies para borrar de su hoja de ruta la palabra fracaso. Finalmente, la Trova Rosarina (Broun y Lagos, ex Central; Sperduti y Figueroa, ex Newell’s) deberá tocar la mejor música en el 15 de Abril.

Reinventarse, como sea. De eso se trata. Alguna vez, anteriores gestiones dirigenciales intentaron imponer la marca Colón a nivel país. Los mejores técnicos pasaron, sin pena ni gloria, por este club: el “Coco” Basile, “Pacho” Maturana y el “Tata” Martino y tantos otros. Eran tiempos de Vermouth con papas fritas y good show. Se fue, de a poco, perdiendo identidad. El Barcelona sin Messi de Lerche fue el punto culminante de la soberbia: con la cabeza llena de ratas, Colón se compró las acciones de esta farsa. Y el tiempo no para.

Muchos recuerdan un clásico del ’75, también en cancha de Unión, donde Colón estuvo a punto de no jugar por una deuda con su plantel, hasta que llegó la plata en la madrugada y los sabaleros —sin concentrar— empataron sobre la hora con un festejado gol de Iman.

Nunca Colón llegó tan mal a un clásico en los últimos tiempos. Adentro y afuera de la cancha.

Dirigentes peleados, dirigentes dando un paso al costado, dirigentes incapaces de custodiar un plantel cuando la sede y las paredes de la ciudad habían amanecido con la consigna “clásico o balas”; el nombre de un club manoseado en todos los noticieros nacionales por la apretada de la barra a sus propios jugadores. Antes del clásico, Colón ha perdido todo lo que podía perder: su presidente, su técnico y sus mejores jugadores. Está obligado a reinventarse.

Colón debe resurgir, como tantas veces en la historia, de sus propias cenizas. Ya perdió todo lo que podía perder, ya llovió todo lo que tenía que llover. Debe frenar mañana el tsunami.

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