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sábado, 29 de marzo de 2014

La autonomía energética de EE UU cambia la alianza con Arabia Saudí

Aunque las prioridades pueden cambiar, los expertos advierten de que Washington no puede dejar de ignorar el peso estratégico de Riad en la región


“Los roles están cambiando. La geopolítica de la energía global está sufriendo una metamorfosis enorme, como han puesto de manifiesto los últimos acontecimientos políticos en la región. Después de todo, Washington ya no depende del petróleo de Oriente Próximo con en años anteriores”. Así describía The Saudi Gazette, hace unos meses, el contexto de la visita del presidente Barack Obama a Arabia Saudí. La liberación del lastre de la sumisión al crudo de la región, gracias a la revolución energética que ha experimentado Estados Unidos de la mano del fracking, ha permitido a la Casa Blanca reestructurar su estrategia y redefinir sus prioridades en una zona que, sin embargo, no puede darse el privilegio de desatender.

Obama se reunió ayer con el rey saudí Abdalá en unas circunstancias muy diferentes de las que rodearon su primer encuentro hace cinco años. En 2013, por primera vez desde 1995, EE UU produjo más petróleo del que importó. La Agencia Internacional de la Energía (AIE)estima que, en 2015, superará a Arabia Saudí en extracción de crudo y que, en 2020, será el mayor productor del planeta. En la última década, Washington ha reducido de manera drástica las importaciones petrolíferas de la OPEP. Para muchos analistas, este nuevo escenario energético ha permitido a EE UU imponer en la región sus políticas en torno a Irán, Siria o Egipto, sin tener que contemporizar, como antes, con las demandas de Arabia Saudí.
“El boom de la producción de petróleo ha extendido la creencia de que ahora ya podemos ignorar lo que ocurre en Oriente Próximo, pero eso no es del todo cierto”, advierten desde Securing America´s Energy Future (SAFE), una organización dedicada a reducir la dependencia de EE UU del crudo, que en enero de este año publicó un informe sobre los efectos de la autonomía energética del país en su política exterior y de seguridad. Desde SAFE sostienen que el hecho de que EE UU siga siendo uno de los países que más petróleo consume, hace que continúe siendo vulnerable a los altibajos del mercado y a las alteraciones políticas en países como Irán, Irak o la propia Arabia Saudí.
El país que dirige Abdalá es el que más petróleo suministra a EE UU, solo por detrás de Canadá, y es uno de países que tiene todavía un importante margen para incrementar su producción –puede aumentar su capacidad hasta tres millones de barriles diarios-, volviéndolo indispensable para compensar potenciales desabastecimientos en el mercado. Hasta ahora, Arabia Saudí ha accedido a incrementar su producción para mantener los precios estables, pero la posibilidad de que Irán pueda, en un futuro cercano, reavivar sus exportaciones, podría determinar a su Gobierno a recortar el volumen de extracciones, provocando una escalada en el precio del barril que afectaría, especialmente, al crudo estadounidense, cuyos precios son de los más bajos, después del de África (entre los 50 y los 100 dólares por barril, frente a la media de 82 dólares que necesita Riad para mantener su presupuesto y nivel de gasto social en el país).
La independencia energética de EE UU y la reducción de sus importaciones ha convertido a China en el principal importador de petróleo de Oriente Próximo, una presencia que la Administración estadounidense, de acuerdo con SAFE, no debería ignorar, teniendo en cuenta la importancia que supone garantizar la seguridad de los envíos de crudo en esa región. “Podemos cambiar el orden de las prioridades, pero no dar la espalda a Oriente Próximo”, recalcan.

DIARIO EL PAIS.

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