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domingo, 4 de agosto de 2013

La película Metegol revivió la pasión de los santafesinos por el fútbol de mesa

El filme dirigido por Juan José Campanella, a dos semanas de su estreno, fue visto por casi 1.200.000 personas. Además, hizo resurgir el furor por el fútbol de mesa, que parecía apagado.
Vida. Nicolás Gesualdo se dedica a reparar estos juegos desde 1984. Antes, conoció el oficio por su padre. Hoy pide que permitan que se juegue en las veredas. FOTO: Manuel Testi/Diario UNO.VIDA. NICOLÁS GESUALDO SE DEDICA A REPARAR ESTOS JUEGOS DESDE 1984. ANTES, CONOCIÓ EL OFICIO POR SU PADRE. HOY PIDE QUE PERMITAN QUE SE JUEGUE EN LAS VEREDAS. FOTO: MANUEL TESTI/DIARIO UNO.
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La película Metegol, de Juan José Campanella, ya cuenta con el mérito de haber tenido el mejor arranque en la historia del cine nacional y con apenas dos semanas en cartel una cosecha de casi 1.200.000 espectadores. Pero el fenómeno excede al mundo cinematográfico y parece haberles recordado a los argentinos su pasión por el fútbol de mesa.

Nicolás Gesualdo es uno de los pocos santafesinos que se dedica a reparar y a alquilar metegoles en la ciudad. Tiene entre 40 y 50 metegoles distribuidos en diferentes negocios y otros ocho que los alquila para eventos especiales. El hombre celebra la nueva oportunidad que el filme le está dando a este juego. “Espero que esta película nos sirva para que los chicos dejen las computadoras y se acerquen a jugar al metegol. Las fichas cuestan entre 75 centavos y un peso, son accesibles”, le dijo a Diario UNO.

“Las autoridades –se animó a pedir– tienen que tener en cuenta que así como se perdieron los espacios verdes para que los chicos jueguen a la pelota, también se está perdiendo el metegol al aire libre porque no nos dejan ponerlo en la vereda. Hay veredas anchas y nos prohíben igual poner el metegol. Yo recorro todo el país y en el único lugar que se mantiene esto de jugar en la vereda es en Santa Fe, y eso no hay que perderlo porque nos caracteriza”.

Gesualdo sostiene que forma parte del espíritu del juego poder disfrutarlo al aire libre. “Hay gente que aunque esté lloviznando se pone a jugar igual. Es como la gente que a pesar de que llueve va a la cancha. Acá se perdió el clásico porque se tuvo que jugar sin público, pero el metegol no se va a perder. Esto va a unir a los Tate con los Sabaleros, porque lo que no se comparte en la cancha se lo puede hacer con un metegol”, aseguró.

El hombre sabe del tema. Asegura haber nacido rodeado de metegoles que en esa época eran de madera. A pesar de ser profesor de educación física, en 1984 decidió tomar la posta que le pasó su padre y dedicarse a la reparación de juegos como pooles, videogames y metegoles, entre otros.

“Antes –explicó– los metegoles venían pintados de Boca y River. Nosotros los repintábamos de Colón y de Unión. Pero como la gente empezó a discutir, porque si se juntaban a jugar dos de Unión, ninguno quería jugar con los Sabaleros y viceversa, impusimos esta moda de un equipo amarillo y otro rojo. Lo que sucede es que las camisetas te pueden piantar la ficha. Pero igual son pocos los que no quieren jugar por los colores del equipo”.

A lo largo del tiempo, el juego tuvo buenos y malos momentos. Gesualdo recuerda que uno de los mayores auges fue en 1978, por el Mundial de Fútbol que se jugó en la Argentina.

“Después hubo un resurgimiento en el 2001. Ese año hubo un renacer del juego en general con el pool, el videogame, el metegol. Luego se fue perdiendo por diferentes razones como la aparición de los cíber y las play station”, dijo y agregó: “Pero gracias a esta película y a otros medios en los que se está difundiendo el metegol, se está atrayendo a la gente otra vez. Hoy tenemos muchos más pedidos de metegoles para alquilar. En muchos eventos nos piden que se los llevemos para jugar. La gente aprovecha y disfruta de lo que es un juego no virtual”.

Abuelo versus nieto
El metegol tiene algo especial, es un juego diferente. Gesualdo sostiene que la primera atracción se debe a que los argentinos tienen el fútbol metido en la sangre. “Pero, además, este juego tiene la particularidad de que el abuelo tiene una habilidad que los chicos no tienen. El metegol permite mezclar al gladiador grande con el chico. Los jóvenes, que se creen que saben todo, se enfrentan con el abuelo que los deja jugar y cuando menos se lo esperan con el delantero le da un pase al mediocampo, dispara y lo deja colgado”, describe.

Luego comentó: “El pibe dice:«Qué va a saber el abuelo». Pero cuando el viejo empieza a mover las muñecas hay que agarrarse. La franja de los que tienen entre 30 y 50 son los que más vivieron y disfrutaron el metegol y los que mejor juegan. Los más jóvenes manejan mejor los teléfonos celulares y las tablets, pero les falta manejo de manos”.

—¿Se juega con o sin molinete?
—El molinete, teóricamente, está prohibido. Es para el que no sabe jugar. Se tiene que jugar con el movimiento de muñecas. Sólo se puede dar vuelta y media porque el molinete está prohibido. Si se hacen más de dos vueltas con un mediocampista, el otro tiene derecho a pedir un penal y quien defiende sólo puede mover el arquero. Si lo hizo con la defensa, saca libre del medio. A mí me gusta jugar adelante. Porque cuando una persona maneja bien la línea de tres delanteros y no encuentra espacio para patear puede jugar para atrás y patear con la línea de cinco. Eso seguro que es un gol porque se desconcierta a la defensa.

Sólo en los barrios
A diferencia de otros tiempos donde en cualquier lugar se podía encontrar un metegol, poner una ficha y jugar, hoy a ese juego sólo se lo encuentra en los barrios. “En el centro no tenemos ninguno”, dice con resignación y argumenta: “Lo que pasa es que el que pone las fichas es el pibe de barrio, el chico humilde. Esto es un tema social. Los padres de los barrios más cercanos al centro, los de clase alta, no le dan al pibe para que juegue. Está pensando en cómo pagar la cuota del auto, la tarjeta de crédito. En cambio, el chico que vive en los barrios se la rebusca para conseguir la moneda pidiéndole al tío, a la abuela. Se la rebusca, pero a la moneda la consigue y va a jugar”.

Luego continúa: “Incluso no sé si hay metegoles en los shoppings. En un momento hubo unos vidriados, pero yo los dejé de trabajar porque era complicado el mecanismo y se trababa muy seguido. La ventaja que tenían era que no entraba tierra, que el chico no podía meter las manos y no había robos. Aunque el porcentaje de robos no pasa del 3 o 4 por ciento. Se llevan las pelotitas como souvenir. No hay intenciones de robo porque el chico que viene a jugar enseguida detecta que falta una pelota y buscan al que estuvo jugando antes”.

Por último, el especialista se refirió al cambio en el juego. El metegol clásico viene con una formación de dos defensores, cinco mediocampistas y tres delanteros. Mientras que los nuevos juegan con un 3-4-3. “Este sistema nuevo se hizo para que las varillas no sean tan largas y que no se doblen tan fácilmente. Además, para la persona que lo arregla es más práctico porque sólo debe llevar las varillas de uno (el arquero), de tres (defensa y ataque) y de cuatro (mediocampo)”, explicó.

Pero, además, hay otra diferencia que no es menor para los viejos amantes del juego: en la nueva versión el arquero es igual a todos los jugadores. Dejó de ser El Chancho, ese golero petizo y gordito. De todas formas, está fuera de discusión que su gol vale doble, igual que la película que fue un golazo cinematográfico y una oportunidad para sumar nuevos jugadores.

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