Marcelo Álvarez pedaleaba todos los días para ir a la Técnica 4. Lleva recorridos 4.600 km por Europa y unió Ushuaia y La Quiaca.
Las 25 cuadras que separaban su casa de la zona oeste con la Técnica Nº 4 las realizó en los años de la secundaria en bicicleta. Fue el comienzo de una pasión. La bicicleta siguió siendo su compañera inseparable y así fue como un día de 2002 se largó a su primera experiencia de bici-turismo: unió Rosario con San Martín de los Andes, y en doce días estaba en los Siete Lagos del sur. Marcelo Álvarez, profesor de educación física, tiene pasión por el pedal y es además integrante del movimiento Masa Crítica y milita el uso de la bicicleta; movilizó a vecinos y usuarios para que la Municipalidad implementara las bicisendas. Le llevó quince meses (entre 2007 y 2008) unir Ushuaia-La Quiaca, y a su regreso a Rosario pasó por escuelas e instituciones entregando libros y grabaciones de cuentos en audio para no videntes. Y fue por más: entre septiembre y diciembre del año pasado recorrió 4.600 kilómetros por Europa.
“Me siento un centauro porque la bicicleta es parte de mi cuerpo”, asegura quien a los 35 años, prepara su próximo viaje: en abril partirá hacia Cusco, la antigua capital inca.
Según datos de la Universidad Tecnológica, unos 70 mil rosarinos se movilizan cada día en bicicleta. Y ese dato no le fue indiferente a Álvarez: “En Rosario comencé a activar el ciclismo urbano. Mucha gente me seguía por internet y estaba al tanto de mis viajes, siempre decía que para andar en bici no hace falta ir de Ushuaia a La Quiaca”, cuenta a la par que invita.
Y dice por qué: “Lo que un colectivo demora 40 minutos, en bicicleta es la mitad, se llega antes, no hay embotellamientos, no se paga estacionamiento”.
Con otros tres “chicos”, Álvarez se sumó al movimiento Masa Crítica, que impulsa el uso del pedal. “Hicimos varias movidas como en Córdoba y Oroño, una bicicleteada para que se sumen al Presupuesto Participativo las ciclovías y una «estacionada» para que no dejen los autos sobre calle Salta”. La ciclovía, que finalmente se implementó el año pasado había generado gran resistencia entre comerciantes de la transitada arteria y finalmente hubo paz salomónica: a la izquierda se puede estacionar y también pedalear.
Álvarez recuerda la pelea y otras actividades que ya salen de la bicicleta: “Hicimos una pedaleada hasta el Hospital de Niños Víctor J. Vilela llevando juguetes, pañales, cosas que hacen falta, todo en función de ayudar, pero dándole a la bici un enfoque positivo. Buscamos, como dice el lema, que cada bicicleta sea un auto menos en las calles de Rosario”.
Su bici es holandesa y está equipada con mochilas, alforjas y tres botellas para recuperar líquido. Con ese mobiliario, además de una cámara de alta definición para filmar y otra de fotos, Álvarez se lanza a viajar. Con una cámara registra paisajes, y cuenta que con la otra graba también “conversaciones con gente común” en los pueblos por donde atraviesa.
Luego de finalizar su periplo a lo largo de todo el país, Álvarez regresó de La Quiaca a Rosario. Y lo hizo en bicicleta, obvio. “Cuando llegué a La Quiaca no quería volver en colectivo. Ahí lancé el proyecto «Bicibiblioteca»: en el recorrido de 3.400 mil kilómetros visité 86 instituciones, entre bibliotecas, escuelas para no videntes, donando audiolibros, un mp3, con lecturas de cuentos leídos por un locutor profesional. Incluso yo mismo por las noches me ponía a escuchar capítulos del Quijote”, cuenta.
“Y como también me donaban libros en los lugares que iba –completa– terminé repartiendo más de 350 libros en escuelas”, relata con orgullo.
Desde el 2 de enero, Álvarez se fue a trabajar al Parque Nacional Iberá, en Corrientes, hasta el mes de abril. “Me voy unos tres meses allá para juntar dinero para el próximo viaje; quiero llegar a Cusco saliendo de Rosario, pasar por Paraguay, Bolivia y llegar a Perú”, sueña. Al momento de trazar etapas u objetivos durante el viaje, el ciclista explica que “todo depende de la geografía por donde uno circula”.
“En llanura, tranquilo, puedo hacer tramos de 120 kilómetros diarios; ahora en montaña es distinto, la bicicleta va cargada con 40 kilos más, después están los inconvenientes como las pendientes, el viento en contra, la lluvia…Cuando salgo no me pongo plazos de llegada, me ha pasado de quedarme algunos días en algún lugar que me gustó para conocerlo un poco más, en otros me han invitado a dar charlas y me quedé. No pienso que eso me demora: uno sabe que en el camino van a ocurrir cosas que no voy a querer dejar pasar. Lo que me parece interesante lo registro, y subo las fotos y videos a internet”, concluye.
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