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domingo, 27 de mayo de 2012

ROSARIO: Un barrio atemorizado por el andar de una gavilla de pibes sin códigos

"Son sicarios descontrolados que viven para matar gente. Le dijeron que lo iban a matar y lo mataron\". Esta frase a manera de síntesis fue escuchada de boca de un familiar de Juan José Sapo Escobar, un hombre de 48 años que tenía prontuario policial abierto y se convirtió en la última víctima de la banda de Los cambichos de barrio Las Flores.

"Son sicarios descontrolados que viven para matar gente. Le dijeron que lo iban a matar y lo mataron". Esta frase a manera de síntesis fue escuchada de boca de un familiar de Juan José Sapo Escobar, un hombre de 48 años que tenía prontuario policial abierto y se convirtió en la última víctima de la banda de Los cambichos de barrio Las Flores. Sapo fue asesinado por tres chicos menores de 17 años la noche del domingo pasado en el Pasaje 512 al 6300, frente a la casa de su hijo. Dos días más tarde, uno de los apuntados por el crimen se presentó con su mamá en la sección Homicidios y, ante la realidad de que es inimputable por su edad, la jueza de Menores María Aguirre Guarrochena ordenó que Bola, de 14 años, fuera restituido a sus padres.
Desde que en octubre de 2010 los medios de comunicación rosarinos se anoticiaron sobre la existencia en el barrio Las Flores, al sur de la avenida Circunvalación, de la existencia de una gavilla reconocida como Cambichos, Chumbitas o Chumpitas, los apodos de sus integrantes sonaron en al menos media docena de homicidios. El primero, el de Juan Carlos Obregón, un ex barra brava de Newell\'s en épocas de Pimpi Caminos que tenía 47 años cuando tres balazos terminaron con su existencia en un basural de Platón y San Martín. Obregón, después de muerto, figuró varios meses en la lista de 116 hinchas de Newell\'s que no podía ingresar al Coloso del Parque. El último homicidio en el cual aparecieron mencionados fue el de Sapo Escobar.
Dueños del barrio. Diecinueve meses y seis homicidios después de su irrupción en las crónicas policiales, la definición que hacen sus vecinos sobre los integrantes de la gavilla son unánimes. Los tratan de rastreros, en alusión a aquellos delincuentes sin códigos, y de atrevidos, un calificativo poco recomendable en un barrio y que habla de gente que no le tiene respeto a nada. Se dedican a arrebatar y a robar a sus vecinos, a cobrar peaje a todo el que pasa y a mejicanear a los vendedores de drogas de Las Flores y La Granada. "Se creen que son dueños del barrio. Por ahí pasan en sus motos y te disparan por puro divertimento. Y si los enfrentás, te tenés que ir porque donde te encuentran te balean", explicó hace unos meses un adolescente que vive en la zona y que toma todos los días el 140 para salir del barrio a trabajar y estudiar.
Los Cambichos nada tienen que ver con las facciones que lucharon por el control de los mercados emergentes del delito en las calles de Las Flores y La Granada a fines de la década del 90 y principios del siglo XXI: Los Monos, Los Garompas y aquellos que supieron rodear a un vendedor de drogas apodado Colorado. Con este último preso por tráfico de marihuana, la lucha se concentró entre los dos primeros grupos. La lucha fue encarnizada y nadie conoce con certezas cuántos fueron los homicidios de un lado y del otro, pero se habla de una veintena de crímenes. A sangre y fuego, los vencedores fueron Los Monos, quienes tras el desenlace ampliaron su radio de acción a toda la ciudad.
Quiénes son. Tras el asesinato de Sapo Escobar, un hombre con reputación por prontuario y por portuario, los efectivos de la sección Homicidios y de la subcomisaría 19ª salieron a buscar a tres menores cuyos apodos se han escuchado en diferentes investigaciones: Ranita, Jonita y Bola. Los dos primeros tienen 17 años, el otro sólo 14. El martes, según fuentes de la pesquisa en manos de los jueces de Instrucción Juan Carlos Vienna y de Menores María Aguirre Guarrochena, la policía se hizo fuerte en la zona más carenciada de un barrio sumamente pobre buscando a los pibes sin calma y sin códigos. La movida sirvió para que Bola se ajustara a derecho y fuera con su mamá a Tribunales. De Ranita y Jonita, ni noticias.
Ranita se llama Claudio I. y lo buscan además por el homicidio de Brian Nicolás Barbiera, un muchacho de 18 años asesinado a balazos en la cabeza el 4 de abril último en Caoba al 6900. Barbiera tenía una pequeña hija y era primo de sangre de Ranita pero un viejo rencor entre parientes puso fin a la relación. El adolescente ya había sido mencionado en una infernal balacera desatada el domingo 10 de julio pasado frente a una casa de Clavel y Malvón. Aquel día dos pibes pasaron en una moto y dispararon. Gregorio Juan A., de 50 años; su hijo David, de 25; y Edith O., de 39, resultaron heridos con perdigonadas en las piernas. En la investigación se indicó que el objetivo del ataque eran los desconocidos Mini Garompas. En esa oportunidad se indicó que Ranita se movía con un pibe de su edad llamado Brian.
De los tres apodos en cuestión Jonita es el más conocido ya que fue varias veces protagonista de crónicas policiales. Primero al ser detenido junto a otras cinco personas en el marco de la pesquisa del crimen de Juan Carlos Obregón. El pibe tenía entonces 15 años y por ser inimputable cumplió con el ritual que esta semana realizó Bola. La Justicia de Menores se lo entregó a sus padres. Dos semanas más tarde volvió a caer preso acusado de balear a Sandra, un travesti de 39 años que quedó paralítico, en España al 6900. Los Cambichos acusaron al travesti de haberle dado información a la policía para los allanamientos por el caso Obregón. Junto a Jonita también fue detenido su papá: Miguel A., de 57 años, a quien acusaron de instigar el ataque.
También reciben. El martes 28 de junio de 2011 a Jonita lo sorprendieron en Malvón y Guaria Morada y le dispararon en el cuello. Si bien sobrevivió al ataque, quedó detenido por abuso de arma (baleó la casa de Caioio Zanabria horas antes de que lo mataran, el 28 de junio de 2011), tentativa de homicidio y robo. Quedó a disposición de las juezas de Menores María del Carmen Mussa y Aguirre Guarrochena.
Dos meses antes de que Jonita fuera herido, uno de sus hermanos, Juan Ramón, fue baleado en la cabeza cuando esperaba en su Fiat 128 color verde en la puerta de la subcomisaría 19ª, en Flor de Nácar 7088. Fue el 20 de abril cuando el muchacho aguardaba que a su madre le entregaran a Jonita, quien junto a otro pibe había sido arrestado con un revólver lechucero calibre 44. Entonces dos mujeres pasaron al lado del auto y una de ellas disparó a la cabeza de Juan Ramón. La providencia hizo que el plomo, de bajo calibre, se desviara al impactar en el maxilar del muchacho y eso le salvó la vida.
Esta crónica es tan sólo una postal de Los Cambichos y sus días en Las Flores. Una realidad en la que viven metiéndole miedo a los miles de vecinos del barrio que no tienen otra alternativa que salir a pelear el mango todos los días a expensas de que el rugir de una moto en la que circulen estos pibes sin códigos sea lo último que escuchen. Nada parece haber cambiado diecinueve meses y seis homicidios después de su aparición en el mapa de los medios rosarinos.

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