domingo, 23 de agosto de 2015

Santa Fe, una ciudad en alerta por los socavones Assa asegura que la red de agua y cloacas no está en crisis

La cantidad de hundimientos y roturas en calzadas, por pérdidas en las cañerías, es similar al promedio de los últimos años, según la empresa. La diferencia es que este año los socavones aparecieron en un lugar de máxima visibilidad: bulevar, la columna “transversal” de la ciudad. Assa asegura que los problemas son los normales para una red que tiene una extensión de 1.600 kilómetros, pero reconocen que las cañerías en el centro y sur de la ciudad son antiguas. Se realizará una videoinspección de cañerías cloacales de cemento para prevenir nuevos socavones.

En obra. El socavón de bulevar y Rivadavia, como el que generó la rotura de la cloaca máxima de Urquiza, requirió reparar tramos adicionales de las cañerías cloacales. Foto: Flavio Raina
Gastón Neffen

Los dos enormes cráteres que aparecieron este año en bulevar, a sólo siete cuadras de distancia, a los que hay que sumar lo más de 60 corralitos que Aguas Santafesinas (Assa) tiene abiertos por reparaciones, pusieron bajo la lupa el estado de los más de 1.600 kilómetros que tiene la red de agua y cloacas que corre por debajo de Santa Fe.

El Concejo Municipal convocó a las autoridades de Assa —todavía no hay una fecha definida para la reunión— para que expliquen el estado del sistema, sus puntos vulnerables y qué estudios se realizarán para prevenir futuros socavones. Entre los vecinos, además, está el temor de que las pérdidas en cañerías de agua y cloacas erosionen los suelos y se produzcan rajaduras en las viviendas. Esta semana, el whatsapp de El Litoral recibió una decena de denuncias por roturas en las calzadas que podrían estar relacionadas con cañerías rotas.

La gran pregunta es si los dos enormes socavones en la columna “transversal” de la ciudad son un síntoma de que algunos puntos de la red comienzan a enfrentar problemas graves —sobre todo los que son más antiguos— o si se trata, en realidad, de una “crisis de visibilidad”; es decir, la cantidad de hundimientos y fallas son las mismas de siempre pero este año se dieron frente a la vista de todos, en el principal eje de circulación este-oeste.

Para los funcionarios de Assa, parece no haber dudas. “El sistema no está en crisis. Entre 2009 y 2014, los hundimientos en calzadas por pérdidas en cañerías oscilaron entre los 100 y los 130 por año, y en lo que va de 2015 llevamos 106. La diferencia es que este año hubo dos muy importantes en bulevar”, explicó Guillermo Lanfranco, gerente de Relaciones Institucionales de Assa, en una entrevista con El Litoral.

Los argumentos de Assa para fundamentar que el sistema no “hace agua” básicamente son dos:

— La cantidad de roturas está dentro de los parámetros normales.

— Más del 90% de los problemas se dan en las 160.000 conexiones domiciliarias de agua y cloacas, un punto vulnerable de la red, y no en las cañerías troncales y colectoras.

Además, lograron bajar a 63 la cantidad de corralitos abiertos en la ciudad, según las cifras de la empresa. En los últimos dos años se habían dado picos de 130 corralitos de Assa, lo que generó tensiones con el municipio y llevó al intendente José Corral a no autorizar nuevas reparaciones hasta tanto no se arreglaran las que estaban abiertas, por los problemas de tránsito que generaban.

Los corralitos que Assa tiene en Santa Fe (mapa)

Radiografía del sistema

Para enfocar mejor el problema, hay que conocer las características y la historia de la red sanitaria subterránea de Santa Fe, que se comenzó a construir hace más de 100 años y que incluye —por la evolución tecnológica— cañerías de distintos materiales.

En 1907, cuando se inauguró la planta potabilizadora de barrio Candioti, las cañerías de agua eran de hierro fundido. En la actualidad, Assa estima que en el centro de la ciudad, en el sur y en Candioti todavía quedan unos 240 kilómetros de esas cañerías (24% del total de la red de agua, que tiene 1.000 kilómetros).

Desde la década del 80, se empiezan a utilizar cañerías de materiales plásticos. El problema del hierro es que los minerales del agua se adhieren a los caños, lo que hace necesario un trabajo periódico de mantenimiento para limpiarlos (técnicamente se denomina “desincrustación”).

En el caso de la red de cloacas, que tiene una extensión de 600 kilómetros (cubre más del 60% de la ciudad), hay caños de cemento y hormigón —como la cloaca máxima que se rompió, de la década del 80—, de material vítreo y de distintos tipos de plástico. Lanfranco le confirmó a El Litoral que en los próximos meses se llevarán adelante trabajos de videoinspección en las cañerías de cemento y hormigón para analizar su estado y prevenir futuros socavones.

Dilema técnico

Además de las conexiones domiciliarias, uno de los puntos vulnerables del sistema son las cañerías más antiguas. Sobre este punto hay un debate técnico interesante: la pregunta es si es conveniente utilizarlas mientras estén operativas e ir renovándolas a medida que se detectan problemas importantes o si es más lógico planificar una renovación de toda esta infraestructura, probablemente con financiamiento externo, para reducir la cantidad de roturas en las calzadas del centro y el sur de la ciudad.

En opinión de Lanfranco, lo más viable económicamente es seguir utilizando las cañerías de hierro fundido mientras sea posible. “Renovar toda la red supone una inversión millonaria para cambiar una red que todavía está brindando un servicio, aunque requiera un mayor mantenimiento”, explicó.

En una entrevista con El Litoral, hace unos meses, Antonio Ciancio, ministro de Aguas de la provincia, defendió la gestión de Assa y explicó que por ahora la prioridad es orientar los recursos hacia la extensión del servicio de agua potable en la provincia, con los acueductos y otras obras. “La renovación de la red de cañerías seguramente va a ser una de las prioridades de la próxima gestión. Por ahora lo que se ha buscado es darle agua a los que no tienen”, destacó el ministro.

También hay varios argumentos en contra. La antigüedad y el material de las cañerías en el “radio antiguo” las hace más permeables a las roturas, en sectores urbanos de alta densificación y tránsito. Los corralitos, además, potencian los embotellamientos de tránsito en el centro y suponen un riesgo de erosión en las zonas con suelos más arenosos.

Según las cifras de Assa, el año pasado se invirtieron unos 15 millones de pesos en reparaciones de cañerías en calzadas y veredas (en 2015 este número será mayor por el impacto de los dos grandes socavones en bulevar). El porcentaje de pérdida técnica en la red de agua y cloacas la empresa lo estima en un 20%, con picos de un 25% en las semanas de temperaturas extremas, tanto en verano como en invierno.

Con una infraestructura más moderna, esa cifra debería reducirse en forma significativa y el ahorro podría volcarse a financiar, al menos en parte, la renovación de las cañerías, que más temprano que tarde deberá encararse.

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