lunes, 8 de septiembre de 2014

ROSARIO: Un abrazo en contra y un beso a favor de la pintada en el Castagnino

Una intervención que no pasa para nada desapercibida. La explanada de Pellegrini y Oroño ayer funcionó como escenario para dos convocatorias: una de opositores y otra de defensores.
La Capital | 
Un abrazo en contra y un beso a favor de la pintada en el Castagnino
 "Pintar el Castagnino de negro es un llamado de atención: aquí hay un museo, aquí pasan cosas", dice la arquitecta Silvia Pampinella en sus escritos sobre la obra "Ampliación", de la que la intervención que temporariamente "oscureció" el edificio de Pellegrini y Oroño forma parte. La autora del proyecto, Mariana Tellería, sabe que de una forma inesperada dio, paradójicamente, en el blanco, ya que si lo que su trabajo buscaba era "comprometer la mirada" y generar "tensión", a juzgar por lo que pasó ayer en las puertas del museo lo logró. Al mediodía un grupo de personas participó de un "abrazo en repudio a la torpeza artística" y en rechazo a la intervención sobre el inmueble de valor patrimonial. Al atardecer la explanada fue nuevamente escenario de una convocatoria, pero esta vez con un "beso a favor" de la obra y contra los "argumentos falaces e injustos" con que se la criticó.
La muestra fue proyectada por el Castagnino para aportar a la IX Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, que se desarrollará en Rosario en octubre próximo.
Curiosamente, fueron voces de arquitectos las que sonaron primero para expresar su oposición a que el edificio patrimonial proyectado por Hilarión Hernández Larguía y Juan Manuel Newton, de 1937, hubiera sido pintado de negro.
Esos argumentos dispararon una primera polémica, ya que sostenían que jamás debería haber sido cubierto con pintura el material de frente ni tampoco desnaturalizada la arquitectura original del museo, de la que el color formaba parte.
A esas razones respondieron desde la Secretaría de Cultura municipal y el Programa de Preservación del Patrimonio, explicando que el edificio ya había sido pintado sucesivas veces y por lo tanto no existía un material original (piedra París) a preservar. También detallaron que en febrero próximo el Castagnino recobraría su fisonomía habitual y que ambos procesos (pintado y repintado) eran íntegramente solventados por esponsoreo.
Sin embargo, el debate ya se había disparado y en unas horas incluso apareció una convocatoria por Facebook llamando a rodear al museo con un abrazo solidario para rechazar la intervención.
Y, de hecho, al mediodía se cumplió. Unas 30 personas se encontraron en la puerta del museo y se tomaron de las manos. Una de las voces cantantes, como no podía ser de otro modo, fue la del director de coros Cristián Hernández Larguía, nada menos que el hijo de don Hilarión. "Por eso conozco al Castagnino desde que se cavaron los cimientos", graficó. La objeción del viejo profesor apunta básicamente a que la pintura negra "ha agredido severamente la superficie del museo", una "realidad técnica que varios arquitectos ya han afirmado que no tendrá vuelta atrás".
Para Hernández Larguía, el argumento de que la superficie ya había sido pintada con anterioridad no es atendible. "Eso es solamente perseverar en el error", dijo, porque "en todo caso se cometió una irregularidad antes, alterando algo que por normativa no debía ser alterado".
El profesor recordó además que a través de los años hubo reiteradas intervenciones "desafortunadas" sobre el museo, como haber techado sus patios, modificado su sala central y realizado una "pseudorrestauración" sobre las dos esculturas de Rogelio Yrurtia que están sobre la explanada. "Yo advertí siempre que no se debía hacer de ese modo y el tiempo me dio la razón", afirmó.
Pero al abrazo del mediodía se sumaron otras argumentaciones. Por ejemplo, la de un grupo de jóvenes que integran el Frente de Artistas y Trabajadores de la Cultura Rosario. Más que a la obra de Tellería, esas voces apuntaron contra las políticas de selección de obras del propio museo, así como al esponsoreo, entendiendo que supone una injerencia de lo privado sobre lo público.
En defensa. Pasadas las 18, la explanada del Castagnino volvió a nuclear a más gente. Ciertamente, tampoco mucha más que al mediodía. Allí confluyeron "artistas autoconvocados" dispuestos a brindar su "apoyo" a Tellería, al entender "que fue injustamente agredida", explicó la impulsora de la movida, Virginia Negri. Para eso, en vez de un abrazo, plantearon darse un beso.
"Falsear información para deslegitimar lo que hizo Mariana excede las lecturas posibles de una obra que nunca pretendió burlarse de nadie ni causar un daño", explicó.
De hecho, la propia Tellería aseguró que "todas las respuestas, ecos y debates" son bienvenidos, ya que la obra había sido pensada para el exterior del museo y así "comprometer las miradas" y contribuir a "ampliar la capacidad de todos para vivir una experiencia estética".
Sin embargo, dijo, no esperaba recibir tantos comentarios negativos. "Bienvenido que el museo esté en las tapas de los diarios y que se hable de patrimonio, pero, por favor, sin hipocresías", pidió.
Minutos después del "beso", al ingresar un hombre mayor se preguntó "por qué tanto lío por algo que al final será temporario". Aun así, reflexionó, "desde el propio museo se podría haber hecho público que se trataba de una obra" y someter la intervención al debate. "Eso sí: antes", arriesgó.

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