martes, 6 de mayo de 2014

ROSARIO: Barrio Tío Rolo: Ratificaron una condena a 23 años de prisión por el homicidio de un carnicero

Ismael González había sido sentenciado por el crimen de Arturo Beltrán Correa, ocurrido en 2007. Ahora la Cámara Penal confirmó el fallo.
La Capital | 
 Un testigo lo reconoció en un álbum policial y su auto fue encontrado a escasos metros del lugar donde mataron al carnicero Arturo Beltrán Correa en julio de 2007. Esos elementos de prueba fueron considerados suficientes por tres jueces de la Cámara Penal para confirmar la condena a 18 años de prisión que había recibido el albañil Ismael González por ese caso y otros dos delitos previos. El acusado había sido sentenciado en un juicio oral a esa pena que, sumada a una anterior, unificó en 23 años el tiempo de encierro. Un plazo que el tribunal de segunda instancia ratificó ayer en una audiencia pública.
Los camaristas Daniel Acosta, Guillermo Llaudet y Carina Lurati confirmaron la pena que pesa sobre González y que había sido apelada por la defensa pública. El imputado, de 29 años, fue sentenciado a principios de julio de 2013 en un juicio oral por tres hechos delictivos: un violento robo ocurrido en 2007, haberle disparado a policías que quisieron arrestarlo en 2010 y el crimen del carnicero Arturo Beltrán Correa, ocurrido el 25 de julio de ese año en el barrio Tío Rolo.
En el juicio el tribunal integrado por María Isabel Mas Varela, Hernán Postma y Carlos Rubén Leiva lo halló culpable de esos tres hechos y le aplicó 18 años de prisión, lo que se unificó en 23 años al sumarse una pena previa de 5 años por la que estaba en libertad condicional.

Asesinato. De todos los delitos el más grave fue el homicidio. Ocurrió el 25 de julio de 2010, minutos antes de las 20, cuando Correa iba a comprar carne para un asado con su amigo Matías M., de 26. Sin embargo, según contó el joven en el juicio, en el trayecto se desviaron para ir a comprar droga al barrio Tío Rolo. Así llegaron a un pasillo del pasaje 2126 al 3800, ubicado en Avellaneda al 6200, y detuvieron la moto Yamaha YBR de la mujer de Matías.
Mientras este joven esperaba junto a la moto, Correa fue a buscar la sustancia. De repente salieron de un pasillo tres hombres y uno de ellos le puso una pistola en la panza al joven de la moto, al que le dijo "estás robado".
Cuando el joven le estaba entregando el rodado volvió Correa, advirtió lo que ocurría y salió corriendo mientras gritaba que le robaban la moto. El agresor lo corrió unos metros, se paró en la esquina y le tiró por la espalda. Entonces otro de los asaltantes subió a la moto robada —nunca fue recuperada— y huyó con el tirador. En el lugar se incautó un Fiat Uno rojo con las llaves puestas, atribuido a González.
"Esa mirada me quedó grabada, es la persona que mató a Correa y que me vino a robar. La identifico en esa foto", dijo Matías M. al reconocer en un álbum policial a González, de tez trigueña y ojos claros.
La defensora oficial que apeló la condena planteó que ese dato no basta como prueba determinante. Pero el tribunal de Cámara respondió que la "primera percepción" del testigo es un elemento de peso. Y remarcó que el propio González definió el color de sus ojos como un rasgo distintivo de su identidad en una entrevista con una psicóloga.
Relevante. "La impresión que le causó la mirada al sujeto de prueba es un dato relevante", dijeron los camaristas, teniendo en cuenta que la percepción del testigo está condicionada por "la experiencia del hecho traumático". Para los jueces Acosta, Llaudet y Lurati, además, no quedaron dudas de que el auto hallado cerca del lugar del hecho pertenecía a González. Un testigo dijo en la audiencia que ese auto solía estar estacionado "frente a una casa de Villa Gobernador Gálvez donde había un santuario pagano", un domicilio atribuido a una ex novia de González.
"Lo cierto es que el auto remite a la persona de González, pues las imágenes de santos paganos adheridas a la llave de contacto resultan coincidentes con aquellas verificadas en el domicilio donde habita una ex pareja del justiciable", concluyeron los magistrados, para quienes existe certeza de su autoría. Por eso ratificaron la condena por el delito de robo seguido de muerte, agravado por el empleo de un arma de fuego.
Los otros dos delitos
Además del crimen de Arturo Correa, Ismael González fue condenado por un asalto de 2007. La víctima, Jorge M., relató que el joven golpeó a su puerta para pedirle dinero para comprar una cerveza y cuando tenía la billetera en la mano se la arrebató y salió corriendo. El joven la arrojó a unos 20 metros y, cuando M. fue a recuperarla, le pegó un culatazo al parecer con un arma que no funcionó, lo que le causó una grave lesión con hundimiento de cráneo. A ese delito se suma una resistencia a la autoridad agravada por el uso de un arma de fuego, cuando intentó eludir su arresto montado en un caballo del que cayó en medio de la persecución.

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