Los papas llegaron a la canonización por vías poco comunes: el primero con un solo milagro reconocido y el segundo en un corto tiempo tras haber fallecido en 2005.
El papa Juan Pablo II fue proclamado santo tras un rápido proceso de canonización, aunque los fieles ya lo habían ascendido a los altares tras el "santo súbito" (santo ya) que a su muerte resonó en la Plaza de San Pedro.
El conocido como "papa de los récords", con sus 26 años de pontificado y 104 viajes fuera de Italia, también tuvo el proceso de canonización más rápido de la historia y será santo sólo nueve años después de su muerte, el 2 de abril de 2005.
Karol Wojtyla, compartirá el día de la canonización con Juan XXIII (1958-1963) y ambos se convertirán así en los otros dos pontífices proclamados santos en los últimos cien años junto con Pío X (1903-1914), quien fue canonizado el 3 de septiembre de 1954, durante el pontificado de Pío XII (1939-1958).
El papa polaco (1920-2005) cumplió todos los pasos marcados por la Iglesia, entre ellos los dos milagros necesarios para ascender a los altares.
En mayo de 2011 la Congregación para las Causas, el organismo del Vaticano que evalúa a los candidatos a la santidad, consideró como primer milagro el caso de la monja francesa y enfermera Marie Simon Pierre, de 51 años, quien según la comisión médica se curó de manera inexplicable de la enfermedad de Parkinson, la misma que sufrió Wojtyla en los últimos años de vida.
Ese mismo mes se celebraba la ceremonia de beatificación en la Plaza de San Pedro a la que acudieron cerca de un millón de personas y delegaciones de casi todos los países del mundo.
El segundo milagro fue la curación de una mujer de Costa Rica que había sufrido una seria lesión cerebral incurable, según el equipo médico al que consultan los cardenales y obispos de dicho organismo.
A la costarricense Floribeth Mora, de 50 años, se le diagnosticó un aneurisma cerebral el 14 de abril de 2011 con escasas esperanzas de vida.
La mujer relató que el 30 de abril de 2011 asistió a misa y a una procesión en su comunidad en la vigilia de la beatificación de Juan Pablo II y al día siguiente oyó una voz que le decía: "levántate, no tengas miedo" y de repente se sintió de nuevo perfectamente.
Por su parte, Juan XXIII fue elegido para ser un pontífice de transición, se convirtió en un papa revolucionario para la Iglesia al convocar el Concilio Vaticano II y en el "papa bueno" venerado por los fieles. Este domingo llegará el reconocimiento que muchos fieles llevaban pidiendo desde su muerte el 3 de junio de 1963 y será proclamado santo.
La muerte del papa Angelo Roncalli fue acompañado de un intenso fervor popular que pedía su proclamación como santo sin pasar por un proceso, pero su causa de canonización se fue quedando atascada en la llamada "fabrica de los santos" hasta la llegada del actual pontífice, el papa Francisco.
El 5 de julio de 2013, Francisco decidió aprobar la segunda curación milagrosa por la que subiría a los altares Juan Pablo II, pero también decidió canonizar a Juan XXIII, sin que se estudiase un segundo milagro por su intercesión, como contempla la normativa vaticana.
El milagro aprobado para la beatificación de Juan XIII fue la curación de una gastritis ulcerosa hemorrágica de la monja Caterina Capitani en el año 1966.
El sobrino del papa, Marco Roncalli, biógrafo y autor de varios libros sobre el pontífice, explicó cómo la decisión de Francisco no se puede considerar un "empujón" a la canonización ya que el mismo prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, el cardenal Angelo Amato, indicó que había muchos hechos de gran interés, pero que el papa argentino decidió solo "reducir los plazos".
Son muchas las características que ahora hacen que nazcan comparaciones con el papa Francisco, pues tras su elección el 28 de octubre de 1958, con 77 años de edad, elegido para suceder a Pío XII (1939-1958), modernizó la vida en la corte vaticana, flexibilizando el protocolo y facilitando el contacto del papa con la realidad cotidiana.
Renovó el Colegio Cardenalicio al incluir representantes de zonas del mundo tradicionalmente ausentes e intensificó las relaciones diplomáticas del papado con los líderes políticos mundiales, incluyendo a los soviéticos, por lo que contribuyó a reducir la tensión entre comunistas y cristianos.
Los biógrafos destacan que Roncalli ayudó a no empeorar la situación de las relaciones entre la Iglesia cubana y el gobierno castrista, y que no hubo ninguna excomunión "ad personam" para el entonces líder cubano, Fidel Castro, como algunos han indicado.
Dos meses después del inicio de su pontificado, Juan XXIII convocó a todos los obispos del mundo a la celebración del Concilio Vaticano II, con el objetivo de promover la adaptación de la Iglesia a los nuevos tiempos y el acercamiento a las restantes religiones cristianas.
Pero para los fieles católicos, el "papa bueno" fue aquel que se asomó por sorpresa el 11 de octubre de 1962, mientras se celebraba la apertura del Concilio, y pronunció el famoso y poético "discurso de la luna".
"Cuando volváis a vuestros hogares, vuestros niños estarán durmiendo: dadles una caricia sin despertarles y explicadles después que era la caricia del papa", improvisó en un discurso que pasó a la historia.
El 3 de junio de 1963, poco después de iniciarse el Concilio, Juan XXIII moría tras una larga enfermedad, sin conocer los resultados de la asamblea que marcó el camino de la nueva Iglesia Católica.
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