miércoles, 27 de marzo de 2013

STA FE: La fábrica rosarina de cracks, donde el negocio importa más que el juego


Cada fin de semana unos 25 mil chicos de entre 6 y 12 años corren detrás de una pelota con un único sueño: ser Lionel Messi. Cómo funcionan los engranajes del fútbol infantil, una maquinaria donde el niño es una mercancía y la violencia de los adultos moneda corriente.
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La fábrica rosarina de cracks, donde el negocio importa más que el juego

Hace tiempo que el fútbol infantil dejó de ser el espacio de juego de un puñado de pibes. Desde fines de la década del 70 a la actualidad, el “baby futbol” se convirtió en una empresa donde el niño es, ante todo, una mercancía. ¿Cómo se mueven los engranajes de la fábrica rosarina de la que todos quieren salir siendo un crack?
En Rosario la Asociación de Fútbol organiza dos campeonatos anuales con los treinta clubes afiliados. Además, hay unas siete ligas infantiles compuestas por entidades de diferentes barrios de la ciudad y de localidades vecinas que disputan partidos cada fin de semana. Se calcula que cerca de 25 mil chicos de entre 6 y 12 años corren detrás de una pelota con un único sueño: ser Lionel Messi.
Para Ricardo Castello, ex entrenador de baby fútbol, la cuestión cambió desde que el niño dejó de pensarse como tal para pensarse como un producto que hay que vender al mejor postor. "Cuando lo único que importa es ponerlos a correr alrededor de conitos para entrenarlos, los chicos dejan de ver juego en la cancha", resumió Castello y agregó: "Hoy, lo importante no es que el chico juegue y se divierta sino que sea una mercancía".
Pero los chicos no son los únicos que van detrás del ideal de convertirse en jugadores profesionales y llegar a primera. Con exigencias extremas los entrenadores buscan lucirse con ese semillero y los padres, que muchas veces depositan en sus vástagos viejas frustraciones, quieren salvarse a toda costa gracias a las jugadas de sus hijos.
"Por un lado, piensan que los chicos pueden salvarles la vida desde lo económico y por otro, sienten que detrás del del alambrado, en la cancha, hay un psicólogo o algo parecido porque es ahí donde depositan y descargan todas sus penurias", opinó el periodista deportivo de Radio 2 Alejandro Cachari.
El baby fútbol entre los barras y la violencia
Alguna vez el fútbol infantil fue esa actividad espontánea y recreativa que supo reunir a un grupo de chicos en torno de una pelota de cuero y a veces hasta de trapo en cualquier potrero. Pero hoy la actividad está lejos de ser eso.
En 2011 una riña tras un partido de baby fútbol dejó un herido de bala en un predio de Moreno y Andrada. La disputa se originó ni más ni menos que por una mamá que le dio un cachetazo a un niño del equipo rival. Y el dato no sorprende, es que el 80% de las situaciones de violencia que se registran en el fútbol infantil tienen que ver con los adultos, y sobre todo con los padres. Sin embargo, esos hechos no están completamente aislados de un desembarco notable en el baby fútbol: el de los barrabravas.
Según Cachari, "cuando se terminaron los viajes y las entradas los barrabravas se pasaron para el lado del fútbol infantil" donde encontraron un buen negocio con los pases y esponsoreos de los pequeños jugadores.
"Debería ser algo para disfrutar. Pero la presión es grande, los chicos llegan muchas veces con dolor de estómago a jugar un clásico y tienen nada más que siete años", cuenta Gabriel Cuadra, psicólogo del predio Malvinas de Newell´s Old Boys. Además, en las instituciones es un secreto a voces que más de una vez los chicos juegan enfermos y con autorización de sus padres.
Desde hace un tiempo el fútbol infantil de Newell´s Old Boys incluyó la figura de un psicólogo para poder trabajar la no violencia con los chicos. Además, se incorporó luego del partido lo que sería el "tercer tiempo" en el rugby y el hockey. "La idea es que compartan una merienda, se den la mano, se saluden sea cual sea el resultado del encuentro. Además se les da una charla para que justamente puedan entender que la causa última del juego es el juego y que ganar no es lo más importante", explicó Cuadra, encargado de coordinar ese espacio.
En el marco de esas medidas, la institución también creó un código de convivencia que establece deberes, responsabilidades y también sanciones disciplinarias y según el profesional, lo curioso es que el primer castigado fue un padre con la suspensión en cuatro partidos. "A veces nos encontramos con cantos como los que se escuchan en cualquier cancha: «Esta tarde cueste lo que cueste tenemos que ganar». Y esa no es la idea", concluyó. 

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