Son momentos de intenso dolor,
de profunda tristeza. Difícil racionalizar. Comprensible no encontrar ya
las respuestas. Si se hizo todo. O más bien, casi todo, para cumplir
con el sueño de media ciudad de lograr volver a primera.
La Capital |
Son momentos de intenso dolor, de profunda tristeza. Difícil
racionalizar. Comprensible no encontrar ya las respuestas. Si se hizo
todo. O más bien, casi todo, para cumplir con el sueño de media ciudad
de lograr volver a primera. La dignidad cuenta, claro. Las promociones
se jugaron dejando el alma, intensamente, como de mínima se debía,
mereciendo más que los dos empates en cero ante San Martín de San Juan.
La sensación es que la posibilidad se abortó antes, cuando este equipo
que condujo Juan Antonio Pizzi pudo ascender sin llegar a esta instancia
terrible (que por fortuna ya no existirá más desde la próxima
temporada), pero no le dio el piné. Pero ningún análisis menguará hoy
esa sensación de vacío que, más temprano que tarde, Central, sus
dirigentes, sus jugadores, sus fieles seguidores, deberán llenar para
encarar lo que viene. En poco más de un mes, empezará la historia para
intentarlo de nuevo. Otra revancha que nadie quería. La tercera, que
todo el mundo espera sea la vencida, esta vez está a la vuelta de la
esquina. Y no parece conveniente eso de "que se vayan todos" que, vale
decir, hasta ayer al menos no se esgrimió.
Como el tiro en el palo de Toledo, como
en la pelota que le pegó en la cola a Ardente para desviar lo que era
el 1-0 en la ida del jueves con el mismo delantero, hubo cosas que
parecieron e\' Mandinga. Como que este equipo sumó 69 puntos en una
temporada inédita, que en cualquiera de los torneos de la B Nacional del
2001 para acá, cuando volvieron a unirse las zonas Metropolitana e
Interior, le hubieran alcanzado para ascender (salvo en el del 06/07,
donde hubiera jugado un desempate).
Pero lo dicho. Este equipo, que a 11
fechas del final estaba 4º cómodo a 8 puntos del líder Instituto y a 5
de River, el segundo, tuvo desde ahí un sprint impresionante que lo
llevó a depender de sí mismo, pero se mancó en la definición y la enorme
expectativa que había generado trocó en igual grado de frustración. Y
resignación que pudo palparse antes de jugar la promoción, en donde
cicatrizó el orgullo herido, donde el equipo volvió a ser digno e
intenso, donde puso lo debido en garra y actitud, y no puso el fútbol
que lo hubiera catapultado a primera porque en realidad nunca se valió
mucho de él para llegar hasta donde llegó. Y no le alcanzó entonces pese
a que creó más y mejores situaciones de gol ayer y a lo largo de la
serie de 180 minutos.
Quedarán para el repaso de cada uno si
Pizzi le erró feo en algún momento como con Méndez ante Patronato, si
tal o cual jugador bajó su rendimiento como Lequi después de la lesión,
si la ausencia de Julio Mozzo fue determinante (lesionado desde la fecha
30), si se podía haber hecho tal o cual cambio. Nada de eso modificará
el hecho de que Central, siempre protagonista, siempre cerca (al final,
muy) del ascenso, se haya quedado sin nada. Y tampoco que, pese a la
desazón que ya lleva demasiado tiempo, esté obligado a reinventarse
enseguida, con las autocríticas correspondientes, imprescindibles, y las
decisiones que hagan falta.
Será el momento, una vez más, del
aguante bien entendido, que tuvo a granel la mayoría del devoto pueblo
canalla. El que debe volver a construir desde el dolor, archivar pronto
esta causa e inventar rápido la siguiente. Con los recursos disponibles,
con aggiornamientos, con los pies en la tierra. No queda otra que
superar el duelo y, cuanto antes mejor, barajar y dar de nuevo.
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