domingo, 8 de julio de 2012

Argentina y Brasil, con planes económicos de resultados políticos opuestos

Dilma Rousseff ostenta un 77 por ciento de apoyos en los sondeos. Pese a un año de vacas flacas, sin "tasas chinas" (que Brasil nunca tuvo, ni tampoco buscó).

 

Dilma Rousseff ostenta un 77 por ciento de apoyos en los sondeos. Pese a un año de vacas flacas, sin "tasas chinas" (que Brasil nunca tuvo, ni tampoco buscó). En su primer año y desde su primer día al mando, el 1º de enero de 2011, Dilma tuvo una prioridad: enfriar la economía, que Lula había recalentado en 2010 con fines electorales, llevando la inflación a un peligroso 5,9 por ciento anual. Un nivel de alarma para cualquier economía que se maneje con seriedad. Ese primer día Dilma ordenó un fuerte recorte del gasto público, de 30.000 millones de dólares. Más adelante decretó un segundo recorte.

Pero en 2012, ante una desaceleración casi global, hizo nuevamente lo que mandan los manuales: bajar las tasas de interés, dar créditos blandos, devaluar moderadamente el real para que gane competitividad. Algunos argentinos, subidos a la ola consignista que reina en el país, criticaron aquél recorte fiscal de 2011: ortodoxia neoliberal, diagnosticaron. Vieron en Dilma a una gobernante demasiado amigable con la economía de mercado, el mismo pecado que le criticaron en 2003 a Lula, cuando llegó al poder y no "disciplinó" al capitalismo, como ellos ansiaban.

Ahora, mientras la Argentina muestra un neto frenazo de su economía, con evidente repercusión en los niveles de consenso político, esos críticos criollos ven con sorpresa cómo la (para ellos) "ortodoxa" Dilma se mantiene bien arriba en los sondeos. El panorama para Brasil no es sencillo: las previsiones de crecimiento de 2012 apenas superan el 2 por ciento; la confianza del consumidor cae de manera sostenida. Es que ya no se trata sólo de Europa y EEUU: India desacelera, China baja las tasas para evitar un "aterrizaje brusco", Rusia sufre por la caída del precio del petróleo. En otras palabras, el frío económico llegó a los países emergentes, que parecían inmunes a la recesión del Primer mundo.

Pero Brasil pilotea, con medidas contracíclicas y sin estridencias, la caída de ritmo de su economía, sin traumas ni sacudones bruscos. Lo puede hacer porque los "fundamentos" económicos son sanos y porque sus dirigentes hacen lo que se debe hacer, sin buscar radicalizaciones exóticas o falsas heterodoxias que sólo conducen a empeorar las cosas. Aquél consignismo argentino les resulta completamente ajeno a Dilma y su equipo, por suerte para Brasil.

En contraste, el cepo cambiario (que esta semana terminó de cerrarse), la maraña de normas y de reglas de hecho impuestas por el gobierno argentino en nombre de una heterodoxia cada día más hostil a la economía privada, sólo logran hundir a la Argentina en el pantano de la "estanflación", esa mezcla de inflación y recesión que es el peor de los mundos económicos. Ahora se hace evidente que la economía de las "tasas chinas" estaba claramente sobrecalentada, por excesos de consumo, de gasto público _que crecía a un alucinante 40 por ciento anual_ y de emisión monetaria, creando una bola de nieve de indexación e inflación. Los efectos sobre el consenso y la imagen presidencial ya no pueden ocultarse.

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