domingo, 23 de octubre de 2011

ROSARIO/Un barrio sitiado por un piquete

A 13 días de la instalación de un piquete que corta la circulación en 27 de Febrero y Oroño, los vecinos están más que preocupados. Dicen que la zona se volvió más peligrosa, que la policía no aparece y todos los días padecen los enfrentamientos, cada vez más violentos, entre los piqueteros y los automovilistas que intentan pasar.

A 13 días de la instalación de un piquete que corta la circulación en 27 de Febrero y Oroño, los vecinos están más que preocupados. Dicen que la zona se volvió más peligrosa, que la policía no aparece y todos los días padecen los enfrentamientos, cada vez más violentos, entre los piqueteros y los automovilistas que intentan pasar. Pero eso no es todo, los comerciantes están desahuciados por las graves bajas en las ventas.
El panorama es desolador. Para que no pueda pasar ningún vehículo entre las calles cortadas, los manifestantes sacaron la basura de los contenedores y la desparramaron en la calle.
Las empleadas de la farmacia de 27 de Febrero y Oroño no saben qué hacer. Dicen que cierran más temprano por temor y porque ya no llegan casi clientes. “Las ventas bajaron entre un 60 y un 70 por ciento”, manifiestan. “Trabajábamos mucho con gente que pasa camino a Buenos Aires y ahora, como no se puede circular ni estacionar, no viene nadie”.
“La cosa se está poniendo cada vez más agresiva”, sostiene y remarcan que el corte se extendió de 27 de Febrero y Oroño hasta Alvear.
El bar Carioca, que está hace 16 años sobre 27 de Febrero entre Oroño y Alvear, nunca sufrió una situación similar. La semana pasada sólo vendió una pizza que le pidieron por teléfono. La dueña no sabe qué hacer porque no sólo no tiene ventas sino que además fue amenazada por los manifestantes. Tal vez por primera vez en tanto tiempo se vea obligada a cerrar.
Por otra parte, el dueño de un locutorio propuso que los vecinos se unieran para convencer a los manifestantes de deponer su actitud.
Otro que sufrió la abrupta baja en las ventas fue el canillita, que ya no puede abrir el quiosco. “Tampoco pueden venir los chicos que limpiaban vidrios. Había uno que tenía una beba y con eso podía darle de comer, ahora no viene más”.
Diario vivir. Los vecinos son comprensivos con el reclamo social, pero lo padecen. Una joven que vive en un departamento de la cuadra cuenta que ya no saca más a pasear el bebé porque le da miedo.
“Ya llamé varias veces al 911 y no vino ningún patrullero”, cuenta. “A la noche se escuchan tiros y golpean con palos los contenedores”, relata asustada.
Los piqueteros respetan a los autos de la cuadra y dejan pasar a los vecinos, pero no admiten que pase ningún otro coche, de hecho todos los días cuando alguno intenta pasar entre los contenedores y por sobre la basura esparcida, se ve amenazado. “Los automovilistas les gritan cosas y los piqueteros les tiran piedras para romperles los autos”, cuentan los vecinos. “Las motos zafan un poco más porque pagan peaje. Les cobran unos cinco pesos para dejarlos pasar”, relatan.
Los repartidores estacionan a una cuadra. Y los vecinos se quejan porque no hay ningún personal de la guardia urbana, ni de tránsito, ni de la policía.

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