En su homilía en la misa de desagravio a la Virgen de Guadalupe, el obispo de Santa Fe, José María Arancedo, sostendrá además que "la gravedad objetiva de este hecho nos obliga a reparar el debido respeto que merece su presencia y devoción". Crecen las dudas sobre la Virgen "restaurada" a partir de las notables diferencias con la imagen original.
Queridos hermanos: Hemos tomado conocimiento de que la Imagen de la Virgen de Guadalupe que fuera retirada del Estadio de Colón se encuentra en un taller, donde se la estaría restaurando para volverla al lugar donde fuera entronizada, según una versión periodística. Lamento no haber tenido estos datos que había solicitado reiteradamente sobre su paradero. Es más, no fue posible tomar contacto con la Imagen. Creo que el sentimiento de la gente hacia la Virgen, que se ha expresado a través del desconcierto y el dolor de muchos santafesinos, ha servido para valorar su significado y para urgir, tal vez, una respuesta a esta triste situación. Leyendo las palabras de la homilía que había preparado para esta Misa en desagravio a la Virgen de Guadalupe, desconociendo estos últimos datos y con la incertidumbre sobre el trato y destino de la venerada Imagen considero, sin embargo, que estas reflexiones siguen siendo válidas. Nos ha convocado, decía, en este día de la Madre y en este lugar tan nuestro un acontecimiento que hace a nuestra fe en Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. En ese camino de Dios hacia el hombre la figura de la Virgen María ocupa un lugar único, ella fue la mujer elegida por Dios para ser la Madre de Jesucristo. La riqueza y el significado de su vida los conocemos por los evangelios que nos dan pequeñas señales de una presencia silenciosa, que nos enseña a escuchar y contemplar a Jesucristo. Será el mismo Jesucristo quién nos la deja como Madre, cuando estando al pie de la cruz le dice: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, refiriéndose a nosotros en la persona del discípulo amado; y luego a nosotros, contemplando a María: “Ahí tienes a tu Madre” (Jn. 19, 26). Hemos sido dados a ella como hijos y encomendados a su cuidado maternal. Esta conciencia cristiana que tiene su raíz en la misma Palabra de Dios, es el fundamento de nuestra devoción a la Virgen María. Desde los primeros siglos y en las diversas culturas en las que se propagó el cristianismo, la figura de María fue despertando en el pueblo la certeza de una cercanía que marcó profundamente su vida y devoción. Las diversas advocaciones a lo largo de la historia son testimonio de esta fe del pueblo cristiano. Entre nosotros, aquí en Santa Fe, fuimos descubriendo esta misión que Jesucristo le había encomendado en aquella simple imagen que fuera venerada por el amor y el testimonio del recordado ermitaño Javier de la Rosa. En este lugar fue proclamada Madre y Patrona de Santa Fe. La devoción a la Virgen que tiene su raíz en la Biblia tuvo un anclaje histórico entre nosotros en la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe. Ella no ocupa el lugar de Jesucristo, pero en Él la reconocemos nuestra Madre. Este hecho se hizo devoción y cultura en la comunidad santafesina. Una presencia, por otra parte, que nunca fue causa de distancia hacia quién no manifestaba su devoción. Es más, era reconocida con ese noble sentido de respeto que ha caracterizado a nuestra gente. Por ello, con sentimientos de dolor, desconcierto y repudio asistimos al retiro y posible destrucción de la venerada Imagen, que fuera bendecida y entronizada en el Estadio Brigadier López de nuestra ciudad. No dudamos que Ella como Madre de todos sabrá perdonar el error de quienes lo hayan cometido o permitido. A nosotros, concluíamos, la gravedad objetiva de este hecho nos obliga a reparar el debido respeto que merece su presencia y devoción. No pretendo juzgar intenciones, pero ante este hecho he sentido el deber como hijo y la responsabilidad como obispo de asumir el deseo de muchos fieles que han vivido con desolación este acontecimiento, ello me lleva a presidir este acto religioso como homenaje y testimonio a su persona. Creo oportuno en este contexto reflexionar sobre algunos aspectos que hacen a nuestra vida religiosa. En el mundo actual es común confundir lo auténticamente religioso, que es una relación libre y confiada del hombre en Dios, con una serie de formas con las que se pretende manejar lo que se nos presenta como incierto. Parecería que lo religioso se identifica con lo irracional y con ese mundo de fuerzas que no manejamos. Se recurre a lo religioso para obtener beneficios, hay en ello como un retroceso al mundo de lo mágico. La verdadera fe en Dios no es garantía de un éxito inmediato, sino una presencia que ilumina y da sentido a la vida del hombre, incluso en lo adverso incluida la misma muerte, porque ella, la fe, nos introduce en la verdad de nuestra condición de criaturas. La fe sabe aceptar, por ello, la autonomía de lo humano con sus propias leyes; ella no suple lo humano. La fe no vive buscando milagros, tampoco es un recetario de respuestas, sino el encuentro con un Dios que nos abre el camino a un horizonte más amplio que lo inmediato. La auténtica fe purifica lo religioso. Ella nos habla de la grandeza y de los límites del hombre como ser creado, pero nos dice que vivimos bajo la mirada de un Dios providente con vocación de eternidad, con un destino trascendente. La fe da sentido a nuestra vida y esperanza a nuestro peregrinar por el mundo. Queridos hermanos pido al Señor que esta celebración que ha nacido de nuestra fe en Dios y de nuestro amor a la Santísima Virgen María, al tiempo que es un justo acto de reparación y testimonio de nuestra devoción, sea también un camino de encuentro que nos permita crecer como hermanos en el respeto y el amor, que son frutos del Evangelio de la verdad y la misericordia que hemos recibido y predicamos. Considero que este es el mejor testimonio de hijos agradecidos a la Santísima Virgen María en esta triste circunstancia que hemos vivido. Estos son los sentimientos que hoy, en el Día de la Madre, hemos querido venir a expresarle a la Madre de Jesucristo que la veneramos en Santa Fe bajo al advocación de Nuestra Señora de Guadalupe. Amén. Homilía de Monseñor Arancedo durante la misa de desagravio por la Virgen. Arzobispado de Santa Fe
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