miércoles, 7 de septiembre de 2016

El expresidente Nicolas Sarkozy quiere volver al poder en Francia… y lo puede lograr

Por ADAM NOSSITER 6 de septiembre de 2016


El expresidente francés Nicolas Sarkozy anunció el 22 de agosto su candidatura para regresar al Palacio del Elíseo en las elecciones de 2017. CreditMatthieu Alexandre/Agence France-Presse — Getty Images

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Sufrió una derrota en las últimas elecciones presidenciales, su mandato como presidente fue considerado un fracaso y ha sido sometido a numerosas investigaciones judiciales. En muchos sistemas políticos, formaría parte del pasado. Pero en una Francia bajo amenaza terrorista, Nicolas Sarkozy podría ser la figura del momento en Francia de cara a las próximas elecciones presidenciales.

Al repetir de manera insistente que la “identidad” francesa está en riesgo, precisamente en un momento en que existe un profundo malestar debido al terrorismo, el impredecible Sarkozy podría estar conectando con el electorado. La semana pasada, su nuevo libro puso la palabra “identidad” en el centro de su campaña política. Se colocó inmediatamente en la lista de los más vendidos y superó incluso a las novelas de la temporada.

Siempre sucede igual con este tipo de libros, redactados para la coyuntura: Sarkozy utilizó un manifiesto escrito a toda velocidad para anunciar su candidatura. Se presentará por su partido Los Republicanos, situado a la derecha del centro en el espectro político francés. Y no le va mal en las encuestas.

Durante un evento en un auditorio en el sur de Francia, el primero de los que dará en la campaña, Sarkozy recibió la ovación más grande cuando juntó dos temas: el combate contra el terrorismo y la identidad nacional. “Francia está bajo amenaza”, le dijo a la multitud. “Francia es objetivo. La guerra es la guerra. Tenemos que ganar. Tenemos que aplastar a nuestros enemigos, convertirlos en algo que no pueda hacer daño”.

Y una vez que los asistentes al acto en Chateaurenard se animaron, Sarkozy anunció: “Nuestra identidad está amenazada”.

Queda claro que por identidad se refiere a una Francia no musulmana. Sarkozy trata de posicionarse como su principal defensor frente a la debilidad de los socialistas y sus competidores en la derecha.

Con esas exclamaciones, Sarkozy busca garantizar que la campaña presidencial de 2017 se dirima en torno a la amenaza que plantea el islam, tanto la real como la percibida. Y desde ya ha tocado la fibra de los electores.

Durante meses Alain Juppé, el alcalde de Burdeos y quien ha sido descrito como una persona cerebral, calmada y moderada, era el candidato favorito, capaz de imponerse con facilidad sobre Sarkozy y el presidente socialista François Hollande, quien ha tenido que hacerle frente a muchas crisis durante su mandato, ambos muy por detrás en las encuestas. Juppé, quien propone la idea de que Francia se sienta a gusto con su “identidad feliz”, continúa siendo el favorito pero ha perdido apoyo incluso dentro de su propio partido.

Las últimas encuestas lo sugieren: Sarkozy ganó cuatro puntos la semana pasada en una de ellas y dos más en otra, y le pisa los talones a Juppé. En otra, iba casi 40 puntos por delante de Juppé entre los votantes del partido en el que militan juntos.

Sarkozy dijo hace poco que aprobaría una ley para prohibir el burkini y eso no le ha perjudicado. Al contrario. Incluso en el seno de la izquierda, pocos defienden al burkini. Las ministras del gobierno socialista han salido rápidamente a decir que están contra el burkini aunque no apoyen una prohibición total. Las feministas han publicado opiniones contra ese traje de baño en los medios.

Sarkozy, como es costumbre, da un paso más. En una entrevista reciente dijo que “el burkini es un acto político, activista, una provocación”.

Pide que se encierre, al estilo Guantánamo, a los musulmanes que supongan una amenaza potencial a la seguridad. Mientras tanto, la defensa de los valores de la república y el Estado de derecho, más razonada, de Juppé, parece conectar menos con los votantes franceses en un momento tan tenso.

Con Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional, de extrema derecha, sumida en un extraño silencio tras su derrota en las elecciones locales de diciembre y bastante ausente del debate público, Sarkozy parece tener la intención de conquistar tanto al electorado preocupado por la seguridad, xenófobo, del Frente Nacional, como a los votantes de la derecha más centrista que, al igual que gran parte del país, aún se encuentran en estado de shock tras la ola de atentados terroristas cometidos en suelo francés. Por el momento parece tener el viento a favor.


¿Cómo puede ser que Sarkozy —un político que no solucionó los problemas crónicos de la economía francesa después de cinco años en el cargo, que tuvo problemas de imagen debido a su vida privada y acabó interrogado por la policía sobre las finanzas de su partido entre otros asuntos— pueda regresar con tanta fuerza?

Según Gerard Grunberg, politólogo del Institut d’Etudes Politiques, gran parte de eso tiene que ver con el sistema político francés, anclado en los partidos. A diferencia de Estados Unidos, el sistema deja muy poco espacio a los recién llegados y los independientes. Quienes controlan el partido tienen garantizada una carrera política vigorosa. Una vez que logras entrar al club, ahí te quedas.

Incluso tras su derrota electoral previa, Sarkozy mantuvo el control de Los Republicanos hasta anunciar su nueva candidatura presidencial el 22 de agosto.

Y según Grunberg, aunque el presidente de la república es elegido por una elección directa y no de la asamblea nacional, el cargo se mantiene a la sombra de la larga tradición del parlamentarismo francés. En esa tradición, “el hecho de haber sido derrotado previamente no significa el final”. Hay primeros ministros que logran reciclarse tras derrotas importantes.

Quizá lo más importante es que Sarkozy parecer ser el político que mejor capta el sentir nacional. Sin duda alguna es quien habla más fuerte, e incluso más claro (más aún que Marine Le Pen) en lo relativo al laicismo y la necesidad de oponerse a la influencia del islam.

“Por el momento la república está en retirada”, dice Sarkozy en el libro. “Nadie debería poder portar ningún signo de filiación religiosa externa”, escribe. “La república no tiene problemas con las religiones, sino con una de ellas”.

En opinión de Grunberg, a partir de los atentados terroristas, Sarkozy proyecta agresividad e impulso donde Hollande solo se muestra afectado y preocupado. Entre los votantes “Sarkozy responde a las peticiones de autoridad” en una situación “tensa y peligrosa”. El politólogo cree que “ha decidido irse demasiado a la derecha y Juppé todavía no ha dicho nada, aunque ya comienza a hablar”.

Aún no se sabe si la tranquilidad que muestra Juppé ante la amenaza puede conquistar a algunos votantes, aunque Grunberg cree que eso podría pasar. Sarkozy, por su lado, todavía genera rechazo entre muchos electores.

Nytimes.com

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