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martes, 16 de agosto de 2016

Los musulmanes estadounidenses y la política del miedo

Por DECLAN WALSH 15 de agosto de 2016


Khizr Khan junto a su esposa Ghazala durante el discurso que dieron el mes pasado en la Convención Nacional Demócrata, una crítica abierta al racismo del candidato republicano Donald Trump CreditJim Wilson/The New York Times

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“Un extranjero en Estados Unidos”, una nueva serie escrita por Declan Walsh, un corresponsal de The New York Times, aporta una mirada extranjera al proceso electoral estadounidense. El objetivo: descifrar qué está pasando y qué significan estas elecciones para nuestros lectores en distintas partes del mundo.


Asuman Antepli, enfermera en un hospital en Carolina del Norte, afirmó que durante años, en general, las personas ignoraban el hiyab que le cubre la cabeza y que usa como símbolo de su fe musulmana.

Algún paciente quizá hacía algún comentario ofensivo ocasionalmente, pero ella lo achacaba a la ignorancia. Una vez, después de que mataron a Osama bin Laden en 2011, unos hombres en la calle le hicieron señas obscenas y le dijeron groserías cuando conducía a casa.

Sin embargo, el año pasado, cuando Donald J. Trump comenzó su vertiginoso ascenso político, las cosas se pusieron mucho peor para Antepli. Algunos pacientes o los familiares de estos retrocedían abiertamente al verla. Otros usaban gorras y camisetas de Trump, como para dejar las cosas claras. Varios se negaron a que los atendiera, aun cuando trabajaba en la sala de emergencias.

“Ha sido doloroso”, comentó su esposo, Abdullah Antepli, profesor de estudios islámicos en la Universidad de Duke, que ha escuchado historias similares de discriminación ocasional de boca de sus estudiantes.

Así que, hace poco, la pareja rompió en llanto cuando vio a otro inmigrante, Khizr Khan, hacerle un imponente reclamo a Trump durante la Convención Demócrata en Filadelfia. El emotivo discurso de Khan, que describía la muerte de su hijo Humayun, soldado en Irak en 2004, sacudió el escenario político estadounidense y, tras una respuesta terrible por parte de Trump, ocasionó una caída en picado del candidato republicano en las encuestas de la cual aún lucha por recuperarse.

En el caso de musulmanes estadounidenses como el señor Antepli, el discurso llegó, con una urgencia vital, como la respuesta perfecta para Trump durante unas elecciones en las que los musulmanes en ocasiones han sido descritos como personas desleales y peligrosas, que no son dignas de confianza. “Se sintió como una intervención divina”, confesó Antepli. “Eran sin lugar a dudas musulmanes, sin lugar a dudas inmigrantes y sin lugar a dudas estadounidenses. Este fue el reflejo que necesitamos para mantener unida a la sociedad estadounidense”.

La gran atención que reciben los musulmanes es solo parte de una crisis de identidad más amplia (que abarca raza, religión y sexualidad) y que ha salido a la luz debido a estas elecciones tan polarizadas. Motivadas por las declaraciones disparatadas de Trump, las políticas divisorias han dibujado una especie de líneas de batalla a las que se unen tanto partidarios como detractores. Ocurren cosas impredecibles.

En febrero, el representante de Minnesota Keith Ellison, uno de los dos miembros musulmanes del congreso estadounidense, pagó una página completa de publicidad en el periódico de Minneapolis, su ciudad natal, en la que pide a los estadounidenses que luchen en contra de esta ola de intolerancia y violencia. “Cada publicación intolerante en las redes sociales, cada comentario prejuicioso dirigido a los musulmanes, necesita una respuesta”, se lee en el anuncio.

Aunque Ellison es demócrata, el anuncio fue pagado por un empresario local republicano. “La verdad es que la gente no está tomándolo como si nada”, aseveró Ellison. “No se trata solo de los musulmanes. Los estadounidenses que profesan cualquier fe, judíos, cristianos u otros, están asumiendo su papel”.

Khan, padre de un condecorado con la Estrella de Oro enterrado en el cementerio nacional de Arlington, parecía la persona perfecta para lanzar un ataque moral a Trump. Sin embargo, la manera en la que Khan fue idolatrado en los medios estadounidenses también causó incomodidad y debate entre los musulmanes estadounidenses. Algunos afirman que ha resurgido el fantasma del “musulmán bueno”: la idea, nacida de la era febril que siguió a 2001, de que el patriotismo estadounidense musulmán puede medirse únicamente con la vara del terrorismo y la política exterior.

Lo anterior saca a flote una pregunta: ¿el testimonio del señor Khan, con la determinación y el poder que transmitió, mostró que se necesita la muerte de un hijo en una batalla durante una guerra en tierra musulmana para probar que eres un buen estadounidense?

El debate “llevó a un dilema moral interno”, explicó Dalia Mogahed, una exasesora del presidente Obama sobre asuntos de fe y actualmente directora e investigadora en el Instituto de Política Social y Entendimiento. “Finalmente, apareció alguien con la autoridad moral para pararse frente a Trump y desafiar su retórica. Sin embargo, está la opinión de que glorificamos el servicio militar o de que justificamos una guerra errónea e injusta”.

Explicó que este argumento, ideológicamente cargado, se presentó sobre todo en línea e hizo notar un viejo problema entre los aproximadamente 3,3 millones de musulmanes en Estados Unidos. Muchos de ellos se oponen a la política exterior estadounidense en países musulmanes, como Afganistán y Pakistán, aunque sienten que su capacidad para refutar abiertamente estas políticas se ve obstaculizada por los políticos y la cobertura mediática que equiparan islam y terrorismo, así como por el miedo a ser acusados de ser infiltrados.

El debate es complicado, debido a la violencia extrema que recientemente ocurrió en el interior de Estados Unidos, como la matanza en San Bernardino, California, perpetrada por una pareja musulmana que afirmó pelear por el Estado Islámico, o el mortalataque, en un club nocturno en Orlando, Florida, que llevó a cabo Omar Mateen, el hijo de un inmigrante afgano.

“Todo se ha politizado mucho”, aseveró Hafsa Kanjwal, doctoranda en la Universidad de Michigan. “En un extremo ponemos a Humayan Khan como el ‘musulmán bueno’ y en el otro extremo a Omar Mateen como el ‘musulmán malo’. El islam es lo que se resalta en ambos casos”.

Para otros, sin embargo, este es un asunto de políticas prácticas en un momento en que el radicalismo ha empapado las ideas dominantes. Así como pidió que se prohibiera la entrada a los migrantes musulmanes a Estados Unidos, Trump ha propuesto cerrar algunas mezquitas, emitir identificaciones para los musulmanes y crear una base de datos federal para rastrear y monitorear a todos los musulmanes que residen en el país.

A ciertos votantes les gustan estas ideas, que parecen haber incitado a la violencia contra los musulmanes: un informe reciente realizado por el Centro de Conocimiento Musulmán-Cristiano de la Universidad de Georgetown encontró que la campaña de Trump ha coincidido con un aumento en la violencia en contra de los musulmanes en todo el país, incluidos ataques a personas y mezquitas.

Sin embargo, es habitual que las tensiones políticas se filtren en la vida diaria en forma de agresiones menores, según relataron en algunas entrevistas una docena de musulmanes de distintas partes de Estados Unidos: comentarios ocasionales por parte de colegas, niños que son agredidos en la escuela o miradas hostiles hacia las mujeres que usan hiyabs. En abril, un estudiante iraquí fue retirado de un vuelo en California después de que otro pasajero se alarmó cuando lo escuchó hablar en árabe.

Hassan Minhaj, un comediante en The Daily Show, contó que en la Convención Republicana, a la cual asistió, “se sintió como en una convención de cómics racista”. Sin embargo, añadió en una entrevista que “solo era una pequeña minoría la que gritaba todas esas cosas espantosas. La mayoría eran simplemente ignorantes, no saben qué está bien y qué no”.

Paradójicamente, las nubes que oscurecen el panorama político llegan en un momento en que las voces musulmanas en Estados Unidos son más notorias y, en ocasiones, están alejadas del debate forzado sobre el terrorismo. Los personajes musulmanes en la cultura popular, como los programas de televisión, están menos estereotipados. Los líderes musulmanes, incluso aquellos que critican la política exterior estadounidense, acudieron en gran número en junio a una cena de Ramadán organizada por el presidente Obama en la Casa Blanca.


Sin embargo, una reciente y solitaria voz musulmana ha sido la de Sajid Tarar, uno de los pocos musulmanes que defienden a Trump.

En una entrevista, Tarar, nacido en Pakistán, afirmó que había recibido un correo electrónico bastante extenso y lleno de odio de parte de otros musulmanes que lo acusaban de traidor. Repitió los puntos centrales de los discursos de Trump acerca de los peligros de lo “políticamente correcto” y los refugiados sirios.

“¿Por qué están huyendo de su país para venir aquí?”, preguntó. “¿Por qué no van a Turquía, Jordania o Líbano? Europa ya está que arde”.

Declaró que su organización, Musulmanes Estadounidenses por Trump, tiene 500 miembros.

“Soy de esa parte de Estados Unidos que está enojada”, afirmó Tarar y se puso a enumerar los errores de Hillary Clinton. “Como musulmanes, tenemos que demostrar que no todos somos terroristas; solo cierto porcentaje está buscando problemas”.



DISCRIMINACIÓN, ESTADOS UNIDOS, MUSULMANES, RACISMO, TRUMP

Nytimes.com

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