viernes, 5 de agosto de 2016

En una favela de Río de Janeiro, un semillero de bádminton vibra al ritmo de samba

Ygor Coelho de Oliveira, el primer jugador olímpico de bádminton de Brasil, empezó en una cancha que su padre construyó con sus propias manos en una favela. Este es el Centro Miratus, donde se desafían los límites de lo posible.


RÍO DE JANEIRO — Uno de los centros deportivos más insólitos del mundo es un edificio enorme de color celeste en un callejón fangoso de Chacrinha, una favela en la orilla occidental de Río de Janeiro. Adentro hay cuatro relucientes canchas de bádminton de tamaño oficial, un deporte del que hasta hace poco solo algunos brasileños habían oído hablar, y mucho menos habían jugado.

Este es el Centro Miratus: en una tarde cualquiera unos 200 niños y niñas del lugar estarán entrenando allí, vestidos con camisetas idénticas de color amarillo con verde. Pero para el mejor de todos, Ygor Coelho de Oliveira —de 19 años—, no solo es su cancha, también es su hogar. O, más bien, las canchas y su casa son parte de la misma estructura: su padre Sebastião, profesor de educación física y carpintero autodidacta, construyó ambas con sus propias manos. Si uno se asoma por la ventana del segundo piso de la casa y mira hacia abajo, se pueden ver las canchas.

“Quería aprovechar la vista y ver todo lo que sucedía”, dijo Sebastião de Oliveira. “Para mí es como ver televisión”.

Su hijo es delgado, alegre y está a punto de hacer historia: en los próximos días, él y otra jugadora del Centro Miratus, una mujer de 20 años llamada Lohaynny Vicente, serán los primeros jugadores brasileños de bádminton en estar en unos juegos olímpicos. Actualmente Oliveira es el número 62 del mundo, mientras Vicente es la número 72, lo cual es impresionante si se considera lo difícil que es mejorar las técnicas sin competir regularmente con una comunidad de jugadores superiores.

Por otro lado, los grupos de hombres y mujeres que participan en las olimpiadas están compuestos, cada uno, por solo 38 atletas. Estos dos brasileños se han ganado la posibilidad de entrar a la competencia más prestigiosa del deporte como cortesía del beneficio poco conocido de ser el anfitrión de los juegos olímpicos: se reservan lugares para los atletas del país anfitrión siempre y cuando sean razonablemente competitivos. Tanto De Oliveira como Vicente alcanzan ese nivel, pero decir que pelearán por una medalla sería generoso. Esto los convierte en parte de un subgrupo inusual de personas que ahora los medios brasileños celebran: atletas con historias inspiradoras que definitivamente van a perder.

“No queremos humillar a nadie”, dijo João Pedro Paes Leme, director deportivo de Rede Globo, la cadena de televisión más grande de Brasil. “Pero al mismo tiempo queremos señalar a la gente que está haciendo el mejor esfuerzo de su vida para estar aquí. Incluso ellos saben que no ganarán una medalla. Su medalla es competir en la primera ronda. Y algunas de sus historias son más populares entre los televidentes que las de los medallistas de oro”.

Enfocarse en personas como de Oliveira es una cuestión matemática. La delegación olímpica del país es de 450 atletas y el Comité Olímpico de Brasil se ha puesto como meta ganar entre 25 y 30 medallas. Si Globo se enfocara solo en los ganadores, tendría una cobertura de menos del 10 por ciento de los participantes brasileños. Así que, además de presentar héroes olímpicos y competidores locales, Globo transmite historias que podrían llamarse “Narrativas inspiradoras de derrotas inminentes”.

Pero detrás de estas historias también hay tesoros escondidos. Si nunca hubiéramos conocido a Ygor de Oliveira, nunca hubiésemos conocido a su padre, quien ha convertido un sueño muy peculiar en realidad a través de la pura fuerza de voluntad.Continue reading the main storyGalería de fotos


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Una historia olímpica improbable
Una historia olímpica improbable

CreditDado Galdieri para The New York Times

El hombre detrás de “el proyecto”

Sebastião Dias de Oliveira tiene 51 años y se parece a Danny Glover en sus días de Arma Mortal, pero sin el bigote. Es el arquitecto, el albañil y el entrenador de Miratus, por lo que normalmente hay niños que lo siguen y él los dirige a través de una mezcla de gritos, gestos y carisma. Teniendo en cuenta que es el cerebro y el músculo detrás de esta aventura quijotesca, de Oliveira da la impresión de ser un hombre sorprendentemente razonable, sobre todo cuando describe el comienzo de lo que llama “el proyecto”.

Sebastião se crio en un orfanato de Río y veía a su madre durante las vacaciones, cuando los dos se dedicaban a buscar material reciclable en el que entonces era el basurero más grande del mundo. (Ese vertedero, Gramacho, fue escenario para el documental Waste Land de 2010, y desde entonces ha cerrado). Muchos años después, en 1998, un colega del bachillerato donde enseñaba de Oliveira le regaló una raqueta de bádminton que compró en un viaje a Italia.

“Le pregunté: ‘¿Es para tenis? Una pelota podría atravesarla’”, recordó de Oliveira, sentado en la cafetería que le agregó hace poco al centro.

No se usa una pelota, le explicó su amigo. Se usa un “volante”. Vamos a probarlas.

Sin una red, la pareja voleó una y otra vez en la playa. De Oliveira estaba embelesado.

“El deporte me eligió”, dijo. “Supe de inmediato qué debía hacer con el proyecto”.

Hasta ese momento el proyecto era una piscina, para la cual estaba excavando al lado de su casa. Como muchas favelas, Chacrinha es una villa que surgió de la nada y que está fuera del mapa, al mismo tiempo amigable y peligrosa. La piscina iba a ser un centro comunitario y un espacio para niños cuyas primeras oportunidades habían llegado de mano de narcotraficantes que buscaban nuevos reclutas.

De Oliveira dejó de trabajar en la piscina y comenzó a hacer una cancha de bádminton con las herramientas que iba encontrando. Todos, incluida su esposa, pensaron que el concepto era ridículo. ¿Bádminton? ¿En una favela? Solo había unas cuantas canchas en el país, la mayoría en lugares lujosos, como los clubes campestres.

Pero de Oliveira quería lograr, sin ninguna ayuda, el único semillero para talentos de bádminton en Brasil. Comenzó con una cancha sencilla de asfalto en el exterior, donde los niños jugaban descalzos. Muchos más empezaron a llegar y así comenzó el trabajo de 17 años de construir una instalación bajo techo en constante expansión.

“Todo el dinero que he ganado en la vida está en este centro”, dijo de Oliveira. “Lo construí con mi dinero, mi sudor, mi sangre”.

Aunque sí le ayudaron un poco. Después de que empezaron a aparecer algunos artículos sobre su proyecto en los medios brasileños, un suizo visitó el centro y después envió volantes, ropa y raquetas. Algunas agencias no gubernamentales enviaron materiales de construcción. En 2007, de Oliveira recordó sus habilidades de reciclador para recolectar materiales que se descartaron después de los Juegos Panamericanos de Río. Su casa fue un sitio de construcción durante años.

“Mi familia pasó por muchas cosas mientras construía este centro”, agregó. “El piso de la casa parecía la calle”.Continue reading the main storyPhoto

Sebastiao de Oliveira entrena niños en el Centro Miratus que él construyó. “El deporte me eligió”, dijo. “Supe de inmediato que debía hacer esto con el proyecto”. CreditDado Galdieri para The New York Times

Educar con samba

La recompensa, a través de los títulos, llegó en 2006. Desde entonces, los jugadores de Miratus han ganado 68 medallas en los campeonatos de menores panamericanos, 22 de oro y más de 30 títulos de los Juegos Sudamericanos de la Juventud.

¿Cómo pudo enseñar de Oliveira un deporte que conoció por primera vez como adulto? Cuando se lo pregunté hizo una pausa y después se paró. Levantó un pie y después lo bajó. Después levantó el otro y lo bajó. Después lo repitió, muy despacio.

“¿Qué estoy haciendo ahora?”, preguntó.

¿Levantar y bajar los pies?

“En realidad”, dijo, “estoy bailando samba. Eso es el primer nivel. Este es el segundo”.

Movió los pies un poco más rápido.

“Este es el nivel tres”, dijo. Sus zapatos deportivos eran una mancha borrosa.Continue reading the main storyPhoto

Ygor Coelho de Oliveira y otros jugadores entrenan al lento ritmo de una melodía de samba en la clase de avanzados de bádminton en el Centro Miratus. CreditDado Galdieri para The New York Times

“En un comienzo conseguí cuerdas, pero a los niños no les gustaban, así que decidí que les enseñaría a jugar bádminton por medio de algo que yo conocía y ellos también: la samba”.

“Te mostraré”, dijo.

En ese momento bajó por las escaleras de la cafetería hacia las canchas. Había cerca de 50 niños. En silencio se apiñaron alrededor de él y se ubicaron en columnas con la misma distancia a cada lado de las redes, tres columnas por cancha. Había un gran altavoz en el piso y pronto comenzó la música: un ritmo lento de samba con una melodía que había escrito de Oliveira, el maestro de la autosuficiencia.

Con raquetas en la mano, los niños comenzaron a marchar con el ritmo sin moverse de su lugar. El sonido de un silbato era la señal de cambio. Repetían al unísono un ejercicio diferente y más complejo: daban pasos de lado a lado y simulaban remates sobre la cabeza, se estiraban hacia adelante y golpeaban de revés, y así sucesivamente.


La secuencia de 20 minutos culminó con los niños lanzando los volantes sobre la red a alguien más que los atraparía, esperaría el ritmo indicado y después los lanzaría de regreso. Los únicos sonidos eran los zumbidos de los volantes que hacían arcos idénticos, y una música instrumental lenta y delicada de piano y batería. Era un espectáculo de precisión militar, belleza incomparable y rasgos conmovedores. Algunos niños usaban sandalias y todos venían de un lugar muy lejano de las clases media y alta de Brasil, un país en el que crecer en una favela es un antecedente tan permanente como un tatuaje. Sin embargo, ahí estaban: bailando, lanzando y mejorando en un entorno que los impulsó a aspirar a otra cosa.

“Mi sueño es que alguien que crezca en una favela y entrene en una favela pueda inspirar a otros chicos de las favelas”, agregó de Oliveira. “Quiero resaltar el éxito en lugar del crimen”.

Aprender con YouTube

De Oliveira sabe que la mejor oportunidad para alcanzar este sueño ahora se encuentra en las manos ágiles de su hijo, quien tiene una sonrisa ancha y un remate elevado impresionante. La faceta olímpica de Ygor, junto con su irresistible condición de local, lo han convertido en el rostro de Miratus, y Globo lo ha visitado para filmarlo en varias ocasiones.

Aunque es estudiante de la escuela de bádminton con samba, aprendió mucho de la mecánica del juego —lo que se hace arriba de la cintura, como la volea— de videos de superestrellas del deporte que vio en YouTube. Su único roce constante con competidores fuertes fue en 2014, cuando pasó tres meses en Dinamarca, una potencia del juego, con dinero que ganó en un torneo.

“Empecé aquí”, dijo sobre su estancia en Dinamarca, y señaló su nivel de habilidad colocando una mano a la altura del hombro. Entonces la mano se disparó sobre la cabeza. “Y terminé aquí”.

Ygor se enfrentará a atletas de países como China, donde la cantera de talentos es 100 millones de veces más fuerte y el gobierno respalda generosamente el entrenamiento, la vivienda y la alimentación de sus mejores jugadores. Ygor de Oliveira parece estar demasiado enamorado de estas luminarias como para envidiarlas. En un evento de prueba reciente que se hizo en Río conoció a Lin Dan, tal vez el mejor jugador de bádminton en la historia, quien pronto competirá por su tercera medalla de oro consecutiva en juegos olímpicos.

“Alguien le enseñó a desearme ‘feliz cumpleaños’ en portugués”, dijo de Oliveira con una sonrisa brillante. “Fue un productor de Globo, en realidad. Y me tomé una foto con él”.

Hay un competidor de acero debajo de ese exterior embelesado, y de Oliveira ha sorprendido a muchos de sus oponentes mejor clasificados. Nadie parece haberle explicado que tan solo participar en los juegos es un triunfo, y él tiene claro que quiere llegar a los cuartos de final. Pero si no lo logra en estas olimpiadas, tiene la suficiente juventud y confianza para saber que habrá otras oportunidades.

Por otro lado, dijo, es un favorito de su país, lo cual significa que habrá muchos fanáticos en Río que irán a apoyarlo. Nunca se sabe. O, como él lo dice, en palabras que tal vez escuchó de su padre: “Todo es posible”.



Anna Jean Kaiser colaboró con este reportaje.

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