domingo, 3 de julio de 2016

La sala está ubicada en la manzana 3 de Alto Verde En el jardín Gregorio los niños se abrazan para pasar el frío

Es una de las trece instituciones que dependen del jardín Divino Niño del movimiento Los Sin Techo. La organización social solicita la donación de estufas, frazadas, botas de goma y ropa de abrigo. Pobreza, asistencialismo y el desafío de educar.

Panzas llenas. El viernes a la mañana, si bien la temperatura no fue tan baja, el frío se sentía en Alto Verde. Por eso las docentes decidieron darle de comer a los pibes en una de las salas “más cálidas”. De igual manera, no podían permanecer en el lugar sin campera. Como la energía estaba cortada, no podían utilizar el único caloventor que funciona. Foto: Guillermo Di Salvatore

Salomé Crespo
screspo@ellitoral.com
@salomécrespok

Una ronda mullida en la que se cruzan y sostienen con fuerza, brazos, manos y piernas. Así por un rato, todos apretados alrededor de la señorita Cristina Acevedo, hasta que la invitación rompe el abrazo y los dispara por la sala: “Vamos a tomar algo caliente, así arrancamos”.
 Es que en la sala Gregorio, perteneciente al jardín Nº 1492 Divino Niño de Los Sin Techo, ubicada en la mañana 3 de Alto Verde, hace tanto frío que para entrar en calor, los niños se reúnen alrededor de la docente. Actualmente disponen de un pequeño caloventor para calefaccionar toda la institución. El resto de los artefactos se quemaron o no funcionan.
 La situación se replica —casi calcada— en las 13 salas de jardín que gestiona el movimiento en barrios marginales de la ciudad. En total disponen de tres en Alto Verde, una en barrio Centenario, dos en Chalet, una en la Villa Oculta, cuatro en Barranquitas, una en San Pantaleón y una en Los Hornos. Allí concurren unos 325 niños, de 3 a 5 años.
 Esta semana la organización social lanzó una campaña solidaria para conseguir estufas, frazadas, calzado y ropa de abrigo para equipar las salitas.
 El viernes a la mañana, El Litoral recorrió la sala Gregorio. Cerca del mediodía sólo 7 niños de una matrícula de 21, comían pollo con arroz —se veía muy tentador— en un aula a oscuras. Estában almorzando ahí y no en el comedor porque “es el lugar más cálido”, comentó la docente.
 Durante la semana no pudieron prender el caloventor ya que el servicio eléctrico fue interrumpido en varias oportunidades. “La luz se cortó porque están arreglando la calle Demetrio Gómez. Y al caloventor lo podemos usar en 1, porque si lo ponemos en 2, se corta la luz”, explicó Cristina mostrando el artefacto desvencijado.
 Afuera el día estaba gris y caía una garúa espesa. A los pocos minutos de permanecer en la sala, con los pies en el piso húmedo, el proceso de enfriamiento es inevitable y rápido: una corriente helada traspasa la suela del calzado, trepa por la espalda y se apodera del pensamiento. Y sólo queda tiritar.
 “Los chicos llegan con mucho frío, nos abrazan a nosotros, se abrazan entre ellos o ponen todas las manitos juntas alrededor del caloventor prendido. Nos damos calor entre nosotros”, describió la docente el ritual matinal. Por estos días la concurrencia al jardín es baja debido a que muchos alumnos están enfermos de neumonía y bronquitis. “Prefiero que los cuiden y vengan más tarde porque a ellos les cuesta mucho repuntar”, aclaró Cristina.
 Ese frágil equilibrio
 La docente trabaja para el movimiento Los Sin Techo hace 10 años. A veces ese contexto de precariedad y pobreza le dificulta poder cumplir con su tarea educativa. “Es difícil mantener el equilibrio entre el asistencialismo y la vocación docente. Este año no tenemos casos de desnutrición, como el año pasado pero a veces cuesta enfocarse en el aprendizaje porque también es importante que tengan sus necesidades cubiertas. Los papás nos ayudan mucho. Mi frase de cabecera es que acá “remamos en dulce de leche, pero seguimos”, definió Acevedo.
 Claudia Funes, una de las directoras del jardín Divino Niño, señaló que las donaciones que se consigan serán repartidas entre todas las salas. “Las estufas se van quemando, otras andan pero no alcanzan o están viejas. Necesitamos incorporar algunas más, no es mucho lo que pedimos”, dijo casi pidiendo disculpas.
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Vocación docente. Cristina Acevedo es una de las docentes de la institución. Vive en barrio Santa Marta, en el norte. Todos los días sale a las 6:30 y “cruza la ciudad” para llegar a su trabajo. Pero “no lo cambiaría por nada del mundo”. Foto: Guillermo Di Salvatore
" Ellos extrovertidos y cariñosos, dicen lo que piensan. A veces llegan chinchudos porque les cuesta levantarse por el frío, hasta que tomamos algo caliente y arrancan”.
Cristina Acevedo, Docente


Para ayudar
  • Quienes puedan colaborar con la campaña pueden dirigirse al Colegio Mayor Universitario ubicado en San Jerónimo 3328 o comunicarse el teléfono 342 - 4557906. A través de Facebook Jardín Divino Niño. Es importante aclarar que la colaboración es para los jardines.

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