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jueves, 24 de marzo de 2016

Santa Fe Lorenzo Pepe, Ricardo Alfonsín y una histórica sesión especial

El reconocido dirigente sindical y político peronista y el hijo del primer presidente desde el retorno de la democracia en 1983 compartieron un encuentro organizado por el Concejo Municipal a 40 años del golpe.
Memoria. Ambos políticos hicieron hincapié en tener presente el pasado para no repetir la historia reciente./ Mauricio Centurión.

El martes pasado, el Concejo Municipal organizó una sesión especial en conmemoración de los 40 años del golpe militar de 1976. Ricardo Alfonsín, actual diputado nacional e hijo del primer presidente desde el retorno de la democracia, y Lorenzo Pepe, histórico dirigente del peronismo, fueron los protagonistas de un emotivo encuentro en el recinto del Legislativo local. Luego de una charla en la que compartieron vivencias frente a militantes de diversas fuerzas políticas, ciudadanos, funcionarios y representantes de asociaciones e instituciones de la región, ambos referentes dialogaron con Diario UNO sobre lo ocurrido en años oscuros para el país.

—¿Qué recuerdan del 24 de marzo de 1976? ¿Qué estaban haciendo en ese momento?

R.A.: Yo era estudiante de abogacía. Tenía 24 años, y habíamos quedado en reunirnos con unos compañeros para preparar una materia. Por supuesto que cuando nos enteramos, no hicimos otra cosa que hablar de lo que había ocurrido, y hasta tuvimos una discusión que fue subiendo de tono, tanto que hubo que interrumpirla. A mí me preocupaba mucho lo que había ocurrido, y creía que había mecanismos institucionales para enfrentar la situación difícil que vivíamos, y que si no los habían respetado, es porque pensaban hacer lo que finalmente terminaron haciendo. Desatando una represión brutal, atroz, y poniendo en marcha lo que conocimos como terrorismo de Estado, pero lo cierto es que no me imaginé que iba a ser tanto. Sabíamos que existía la intención de dar combate a lo que eran las organizaciones armadas que habían continuado operando aun en democracia, al margen de la ley y sin ningún tipo de respeto por los derechos humanos. Pero no tanto, tanta atrocidad, yo por lo menos no la imaginé.

L.P.: Me da un poco de vergüenza decirlo, pero yo escapando. Me habían allanado dos veces la casa, y me interné en un pueblito que nadie conoce en medio de la Pampa Húmeda provincial. En Rawson, en el partido de Chacabuco de donde eran oriundos mis padres. Confieso que tuve, ya no un miedo personal, porque yo ya había sufrido un atentado en Junín en el 72. Es solo una anécdota, pero la cuestión es que ya habían atentado contra mi vida. Es decir que tenía cierto temor, pero lo remonté al poco tiempo. Puntualmente, haciendo esa relación de fuerza que muchas veces yo no he tenido en cuenta, porque pelear contra los tanques es difícil. Nosotros algunas veces esa batalla loca la dimos, con las molotov, y con esas cosas. Está bien, éramos muy jóvenes, y las evaluaciones en esa etapa de la vida son menos sensatas, menos prudentes, más impulsivas. La imprudencia es una de las características de los jóvenes, y yo lo fui en algún momento, y me valió muchos dolores de cabeza. Hay que salir de estos desencuentros. Hoy (por la sesión especial) fue un ejemplo muy emocionante de verdadero civismo, de tolerancia a las ideas. Hoy había compañeros que aunque no eran compañeros, yo los trato así, porque compañeros es compartir el pan, cosa que nos alcanza a todos. Yo los llamo a ellos (los radicales) cumparreligionarios, porque no les quiero quitar tampoco lo que es histórico. Creo que hay que avanzar sobre esta cuestión, que la diferencia no nos lleve a una confrontación que terminó con la muerte. Porque de ahí se agarraron los militares.

—Luego de momentos de zozobra en los 80 y principios de los 90, ¿piensan que la democracia está totalmente consolidada?

R.A.: Creo que hoy no existen riesgos de interrupciones institucionales. Muchas cosas han ocurrido en Argentina y en el mundo. Me parece que se trata de una posibilidad muy remota. De todas maneras, hay que recordar cada 24 de marzo qué fue lo que nos ocurrió. Porque no ocurrió por casualidad. Había algo en la sociedad que hizo que pudiera ocurrir. De todas maneras, una vez recuperada la democracia hay que cuidarla en su funcionamiento institucional. Para que sea una democracia de calidad también tenemos que empezar a saldar las deudas. Si a mí en 1983 me hubieran preguntado cómo imaginaba la Argentina en 2016, hubiera imaginado algo bastante diferente. Hemos progresado en materia de justicia social o de igualdad, pero no es lo que nosotros nos imaginábamos, y esa es una deuda que tenemos que saldar entre todos también. No es de la democracia la deuda, es de nosotros, de los que tenemos responsabilidad de hacer política y de la propia ciudadanía que tiene que comprometerse también detrás de objetivos comunes.

—Cuando habla de que no es lo que imaginaba, ¿se refiere también a la división en la sociedad?

R.A.: No, me refiero a la justicia social. No quiero analizar la coyuntura, porque podemos tener diferencias, y quiero priorizar las coincidencias que tenemos con Lorenzo. Hemos experimentado algún retroceso, pero que no es de ninguna manera difícil de superar en términos de relacionamiento...

L.P.: Y de voluntad política, ¿no es cierto Ricardo? Que haya un gesto de percibir que hay sectores que han quedado al margen ya desde diciembre. Me parece que hay que hacer un alto y darse de cuenta de que además de bajar las retenciones a los grandes productores como se ha hecho, hay que pensar también en los que no pueden sortear la crisis si no es a través de su trabajo. A mí me parece que esto es elemental. Él (Ricardo) habló de la igualdad, que es un sinónimo de la justicia social, y me parece que de esto estamos carentes. También coincido que es una responsabilidad del conjunto, no solo de la política. Yo nunca me sentí clasista, y tampoco Raúl (Alfonsín).

R.A.: No, para nada. Él se oponía, se enojaba cuando le decían: ¿Qué es eso de clase política? Son ciudadanos que tienen en determinado momento la responsabilidad de gobernar.

L.P.: Creo que esta es la deuda, y hay que ayudar a hacer comprender. Nosotros no vamos a interferir, para nada. Al contrario, somos muy respetuosos. Si hay una cosa de la cual el peronismo se puede vanagloriar es que nunca llegamos de la mano de nadie. Mucho menos de Campo de Mayo, hemos aceptado con un verdadero gesto de humildad cívica la derrota.

—El 23 de noviembre de 2015 hubo una editorial del Diario La Nación llamada “No más venganza”, ¿qué opinan al respecto? Lo pregunto porque cuando se habla de que hemos superado ciertas etapas, ese texto parece ir en contra.

R.A.: En su momento me manifesté en contra de esa editorial, y celebré el repudio de los trabajadores.

L.P.: Al contrario, tenemos que tener muy presente ese pasado para que no se vuelva a repetir. Sería un error. No fue un pasado fácil para la sociedad argentina. Hay un chico que yo no lo he tratado nunca, pero que me conmovió su historia personal. Juan Cabandié. La mamá tenía 15 años, y el papá iba a cumplir 17. En el primer juego amoroso la chica quedó embarazada y quiso tener ese hijo. La tuvieron en la Esma hasta que dio a luz, luego mataron a los padres y le robaron el hijo. ¿Se puede olvidar un hecho así?

R.A.: Sin dudas, nuestro más absoluto desacuerdo con esa editorial. Por Dios. Está presente el pasado, no sé por qué algunos quieren desenterrarlo. Habría que preguntarles por qué consideran eso. Creo que nosotros tenemos que conocer, y ahora que se va a también desclasificar información de los Estados Unidos, bienvenida sea. La verdad alecciona, y tenemos que conocer cuáles fueron las complicidades internas, internacionales, regionales y de todo el mundo. O en todo caso las responsabilidades, porque hubo responsabilidades de otros países porque si no no se hubiera podido sostener como se sostuvo, con tanto préstamo que le dieron a la Argentina.

—En la tarea de no olvidar el pasado, ¿qué es lo que queda pendiente?

R.A.: En la medida en que no conozcamos, no sabremos qué es lo que queda pendiente, pero a mí me parece que todo lo que contribuya al conocimiento de la verdad enriquece y fortalece a los pueblos, y contribuye a generar una conciencia más democrática para conocer los horrores de aquellos años.

L.P.: Ojo con la desclasificación de la CIA, una vez que conozcamos.

—¿Qué le produce que a Alfonsín lo llamen el padre de la democracia?

R.A.: Yo no me siento el hermano de la democracia. La transición democrática fue obra de todos, y en esa transición hicimos las cosas de manera tal que no hubiera más interrupciones institucionales, pero esto, sin ninguna falsa modestia, no es obra de ningún gobierno, ni de ningún presidente, y mucho menos de un partido. Esta fue una decisión colectiva. Yo soy de los que creen que sin decisiones colectivas, o por lo menos un colectivo mayoritario de la ciudadanía, es imposible lograr cualquier objetivo. Y en aquella oportunidad, más allá de las dificultades que teníamos, la sociedad estaba decidida a terminar con la dictadura. El juicio a las juntas además nos permitió conocer el horror, y eso nos vacunó contra las dictaduras y además nos hizo comprender y, no me canso de repetirlo, que no hay nada más perverso, más cruel y más corrupto que una dictadura.



CoquiToum/ UNO Santa Fe/ jorge.toum@uno.com.ar

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