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domingo, 13 de marzo de 2016

La violencia urbana en Rosario no se detiene y condena a jóvenes a vivir postrados

Cada año, entre 20 y 30 pacientes -en su mayoría jóvenes- se atienden en el Ilar tras sufrir impactos de bala. Los daños neurológicos son irreversibles en el 90 por ciento de los casos.
La Capital | 
La violencia urbana en Rosario no se detiene y condena a jóvenes a vivir postrados
 “¿Voy a volver a caminar?” La pregunta es lo primero que resuena en la entrevista de cara a lo que será una larga rehabilitación. Los pacientes son en su mayoría varones jóvenes, no integran las estadísticas de muertos por violencia, pero las lesiones que sufrieron por heridas de armas de fuego son tan severas que les provocaron daños neurológicos que en el 90 por ciento de los casos, son irreversibles. Entre 2011 y 2015 casi un centenar de personas pasó por el Instituto de Lucha Antipoliomielítica y Rehabilitación del Lisiado (Ilar) tras haber recibido un balazo que le dañó la médula, una cifra que marca un promedio anual de entre 20 y 30 pacientes que se mantiene estable. Sin embargo, lo que remarca el coordinador de la Red de Rehabilitación de Salud Pública —tanto a nivel municipal como provincial—, Daniel Magliaro, es que se trata de una problemática que “se instaló a partir de los primeros años del 2000, con el incremento de los niveles de violencia urbana, y desde entonces no se modifica; es una de las epidemias del siglo XXI”.
   En su mayoría, ya antes de recibir un disparo, los pacientes son jóvenes que se encuentran entre la población más vulnerable, y las secuelas de las heridas los dejan aún más indefensos. “Son un sector que en sí mismo sufre discriminación, y si a eso le sumás una discapacidad, quedan doblemente estigmatizados”, opina Magliaro, que estuvo casi más de una década frente al Ilar y que advierte que en el tercer nivel de atención —el de mayor complejidad— se enfrentan a lesiones que obligan a los médicos “a acompañar más que curar”.
Invisibles. Los pacientes son jóvenes que no se cuentan entre las estadísticas de fallecidos, pero que al igual que los muertos son consecuencia de la violencia urbana instalada. “La lesión medular históricamente era traumática, es decir vinculada a golpes, caídas, accidentes laborales, pero desde el inicio de la década del 2000 empezaron a aparecer en mayor número estos pacientes con lesiones por heridas de arma de fuego y eso se instaló en Rosario, como en el resto de las grandes ciudades del país”, insiste el profesional recordando el proceso que él mismo vio darse en el Ilar.
   Muchos de los heridos pasan largo tiempo en terapia intensiva, logran zafar y volver a su casa. Pero las condiciones de vida y las posibilidades de reinsertarse son de tanta vulnerabilidad que muchos sufren reinternaciones por complicaciones, como infecciones en la piel, e incluso pueden morir por esos cuadros mucho tiempo después de haber recibido el disparo; que a la larga fue letal.
El duelo. De los 2.350 pacientes que el Ilar asistió entre 2011 y 2015, casi un centenar fueron heridos por armas de fuego que vienen derivados de los hospitales de mayor complejidad, como el Clemente Alvarez. "Cuando están clínicamente estables empieza la etapa de la rehabilitación, y de acuerdo a las características del caso se arman dispositivos de rehabilitación ambulatorios o se internan de lunes a viernes en Ilar", explicó Magliaro.
"«¿Doctor voy caminar? es lo primero que preguntan, y esa demanda persiste sobre todo la primera semana. Hay un tiempo de duelo que hay que ir llevando", contó el profesional e insistió en que "el terreno de trabajo es adverso, porque en los casos de lesiones medulares con daños neurológicos la incidencia de la recuperación es bajísima".
Según explicó, son pacientes que pueden tener incontinencia de esfínteres anales y vesicales, problemas de erección, debe haber cambios en la dieta y las lesiones en la piel pueden ser otro problema ante las infecciones. Y hay casos donde aparece dolor asociado a la lesión, un síntoma "muy difícil de tratar", según Magliaro. Si bien se cuentan casos de cuadriplejia, entre los heridos de arma de fuego "se ven más parapléjicos, de disparos en la zona lumbar" de la víctima.
Volver a casa. El tiempo y las probabilidades de rehabilitación física está ya tabulado por la medicina, pero es mucho más que eso lo que aborda el equipo integrado por médicos fisiatras, pero también psicólogos, fonoaudiólogos y hasta ingenieros. "Rehabilitarlo para ponerlo en su entorno significa también trabajar en la inclusión social, la actividad laboral", plantea Magliaro, que al apuntar específicamente a la discapacidad señaló: "El paciente tiene que reaprender a suplir con las partes del cuerpo que tiene indemne las que tiene dañadas".
"Entre los primeros tres y seis meses deben aparecer las primeras ventanas de recuperación, y recién al año podemos establecer más claramente cuáles serán las secuelas, porque si hasta allí no hubo modificaciones, difícilmente las haya después", agregó.
Para Magliaro, se trata de una población que carga con "un doble estigma, el de pertenecer a un grupo vulnerable en sí mismo y al que se le suma la discapacidad". El algunos casos, vinculados a los circuitos delictivos, siguen delinquiendo. "Hemos tenido pacientes que se van el fin de semana y vuelven con una herida de bala más a la que ya tenían", acotó, y consideró que "muchas veces es la única forma de sobrevivir".

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