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domingo, 3 de mayo de 2015

Agroquímicos: polémica por sus “probables efectos cancerígenos”

La OMS aseguró que el glifosato, entre otros, podría originar cáncer del sistema inmunológico. En muchos pueblos de la Provincia de Santa Fe no hay una clara línea de urbanización y las casas quedan expuestas a las fumigaciones. Se reaviva el debate. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC), dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró el 20 de marzo a cinco pesticidas como cancerígenos “posibles” o “probables”.
Diario UNO | 
Agroquímicos: polémica por sus “probables efectos cancerígenos”

En un comunicado –disponible en www.iarc.fr–, este organismo explicó que se publicó un sumario con las evaluaciones finales en la revista The Lancet Oncology, en el que se detallan los hallazgos de los investigadores de la agencia: el herbicida glifosato (sustancia activa del Roundup, uno de los más vendidos) y los insecticidas diazinón y malatión, han sido clasificados como “probablemente cancerígenos para los humanos”, según difundió la agencia EFE. 

Sobre el glifosato, indicaron que hay “evidencia limitada” de que puede producir linfoma no-Hodgkin, un tipo de cáncer que afecta al tejido linfático (ganglios linfáticos, bazo y otros órganos del sistema inmunitario).
 Por otra parte, los insecticidas tetraclorvinfos y paratión fueron calificados como “posiblemente cancerígenos para el ser humano” por esta agencia francesa e ingresaron en el llamado Grupo 2B establecido por la IARC al hallarse “evidencias convincentes” de que esos agentes causaron cáncer a animales de laboratorio. 
 El tetraclorvinfos está prohibido en la Unión Europea, aunque en EE.UU. continúa usándose incluso en mascotas, y el uso de paratión está muy restringido desde 1980.
 El insecticida malatión, por su parte, ingresó en el Grupo 2A por las “evidencias limitadas” de que produciría linfoma no-Hodgkin y cáncer de próstata en humanos, según recogen estudios realizados en agricultores de Estados Unidos, Canadá y Suecia publicados desde 2001. Este agente se usa en la agricultura y se produce en grandes cantidades en todo el mundo, aunque la exposición de la población es baja y sucede principalmente en residencias cercanas a áreas en las que se ha utilizado. 
 El diazinón es “probablemente cancerígeno” al haber “evidencia limitada” de su relación con la aparición de linfoma no-Hodgkin y cáncer de pulmón en quienes se han visto expuestos a él, según estudios realizados en EE.UU. y Canadá. Existe una “fuerte evidencia” de que el diazinón indujo daños sobre el ADN o sobre los cromosomas. Se ha utilizado normalmente en agricultura y para el control de insectos caseros y de jardín, aunque su volumen de producción es relativamente bajo, especialmente después de las restricciones que entraron en vigor en 2006 en EE.UU. y la UE.
 Sobre el herbicida glifosato hay “evidencia limitada” de que puede producir linfoma no-Hodgkin en seres humanos, y hay pruebas “convincentes” de que puede causar cáncer en animales de laboratorio. Este último tiene el mayor volumen de producción global de todos los herbicidas, y se utiliza sobre todo en la agricultura.
 En la salud y en el ambiente
Consultada la técnica en Saneamiento Ambiental y tesista de la misma carrera en la Universidad Nacional del Litoral (UNL), Mariana Maglianese, sobre la declaración de la OMS, consideró que se trata de una expresión “liviana” y no suficientemente determinante frente a lo que señala con preocupación. Para la profesional –que también trabaja en el Ministerio de Salud–, “el efecto en la salud humana y animal sería progresivo y permanente”.
 “Hay investigaciones argentinas serias como las de Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y la UNL –específicamente en esta, de la Cátedra de Ecotoxicología de la Licenciatura en Saneamiento Ambiental–, que así lo señalan”, aseguró la profesional que justamente realiza su tesis de grado sobre el vínculo entre agroquímicos y medio ambiente.
 “Luego –agregó Maglianese– hay muchas manifestaciones de comunidades en el país expuestas crónicamente al uso de estos químicos, que no pueden desatenderse. La más reciente es la del municipio entrerriano de San Salvador. Allí convocaron a especialistas de las universidades de Rosario y de La Plata para realizar un estudio epidemiológico-ambiental, dada la preocupación porque los casos de cáncer duplicarían la media nacional”. 
 —¿Cómo pueden estos químicos afectar a las personas?
 —A grandes rasgos, la fumigación con avión, la aspersión con maquinaria agrícola y la derivada de los vientos exponen a la población de esos lugares al contacto directo o indirecto. Los agroquímicos penetran en el suelo pudiendo contaminar napas de agua, lagunas subterráneas contaminándolas; y la persona puede tomar esa agua. Muchos de ellos son productos órgano fosforados capaces de producir efectos neurotóxicos con inhibición momentánea o permanente de la acetilcolinesterasa –una enzima que hidroliza a la acetilcolina, un neurotransmisor en muchas sinapsis, especialmente en las placas neuromotoras–, impactando en el normal movimiento del cuerpo; y en otros procesos del sistema nervioso central. O bien a nivel genético, en el propio ADN y en las células reproductivas. Es decir, que afectaría no solamente al individuo sino también a su descendencia. 
 —¿Cuáles son los que más impacto provocarían?
 —Las empresas venden paquetes tecnológicos que incluyen semillas transgénicas (alteradas genéticamente) como la de la soja resistente al glifosato. Es decir que este herbicida mata toda la hierba que no sea esa soja transgénica. Otra preocupación es lo que sucede con el maíz Bt o la soja Bt. Son cultivos resistentes a los insectos en cuyas semillas, básicamente, se introduce un bacilo (la denominación Bt deriva de Bacillus thuringiensis). Este bacilo es una bacteria que mata a insectos (plagas) que afectan a la planta. También hay híbridos de maíz que contienen dos características acumuladas: la resistencia a insectos y la tolerancia al glifosato. Ese bacilo llega luego al ganado o la persona que lo consume. Así, los cultivos son afectados externamente con plaguicidas e internamente en su estructura genética.
 —Si el bacilo es un controlador biológico-natural, ¿por qué implicaría un riesgo?
 -¡Porque es un patógeno! La verdad es que, personalmente, todavía no sé si afecta o no a la salud. No hay estudios de conclusiones contundentes. Aunque en lo personal, no tengo absolutamente ninguna intención de comer algo que contenga un bacilo cuyos efectos desconozco.
 —¿Y cuál sería la alternativa?
 —En países como Brasil, el 50 por ciento de sus cultivos son orgánicos, porque si no producen de ese modo Europa directamente no les compra. En Argentina eso no sucede. Esa sería una alternativa.

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