domingo, 4 de enero de 2015

SANTA FE: Gabriel Cantelli y un mensaje esperanzador a pesar del dolor

Yésica tenía 16 años cuando fue atropellada por un auto mientras caminaba por una vereda de barrio María Selva. Desde entonces, su papá concientiza sobre la importancia de ser responsables al volante. Arrancó el primer día del año participando de los operativos de control del municipio.

Reflexión. “Cuando se conduce un vehículo parece que los autos que van al lado son obstáculos que me impiden llegar a algo y que hay que sortear a toda costa”, dice Cantelli.- Foto:Archivo El Litoral.
Lía Masjoan
lmasjoan@ellitoral.com

Hace casi 10 años, le arrebataron una hija. La atropellaron el 20 de diciembre de 2004, mientras caminaba con unas amigas por la vereda. Luchó por su vida 23 días, vida que se apagó para siempre el 12 de enero en el hospital Cullen. Yésica Cantelli tenía apenas 16 años. Su papá, Gabriel, no se dejó doblegar por el dolor, no cayó en el resentimiento ni se dejó invadir por el sentimiento de venganza. Por el contrario, emprendió un camino que continúa hasta hoy: concientizar a la población sobre la importancia de respetar las normas de tránsito. Simplemente porque eso equivale a respetar la vida.

Durante estos días, en medio de las fiestas de fin de año, Cantelli revive la agonía que atravesó a fines de 2004 y principios de 2005, cuando se mudó al Cullen para acompañar a su hija, la segunda de tres: “Son días difíciles”, dice con la voz entrecortada. Pero ahí está, sentado en su oficina de la terminal de ómnibus, al frente del Programa de Tránsito y Seguridad Vial de la Municipalidad, aportando “un pequeño granito de arena” en pos de una mejor convivencia en las calles de la ciudad. Durante la madrugada del primer día del año, fue parte de los operativos de control de tránsito y alcoholemia.

“Siempre dije que no quería que mi hija sea un número más de una estadística, porque detrás hay una persona que tenía familia y amigos. Desde un principio me planteé que ella se convierta en transmisora de un mensaje para la sociedad”. Y eso es lo que hace.

Educar, su misión

“Ya en 2006 yo decía que la sociedad estaba violenta, que resolvía sus conflictos con desprecio hacia la vida. Porque manejar a cierta velocidad o alcoholizado significa no tomar conciencia de que se puede producir un accidente y quitarle la vida a una persona”, reflexiona Cantelli.

Hoy, la situación no ha cambiado demasiado: “Cuando se conduce un vehículo parece que los autos que van al lado son obstáculos que impiden llegar a algo y que hay que sortear a toda costa”. Este tipo de conductas, frecuentes de observar en las calles de la ciudad, impactan distinto en un papá que perdió a su hija por la negligencia e imprudencia de un conductor.

Por eso hace hincapié en reforzar la educación, no sólo con orientación vial sino -fundamentalmente- la que implica inculcar valores para lograr una buena convivencia: “Es una responsabilidad ciudadana, no depende sólo del Estado (que tiene un rol importante), sino que cada vecino desde su lugar debe aportar lo suyo”. Y aquí, el mensaje hacia los padres es clave “para que eduquen a sus hijos en valores y en el respeto por la vida, en el ‘gracias’, el ‘buen día’, el ‘muy amable’. Hoy tomamos distancia de nuestros vecinos, hemos perdido la capacidad de dialogar; ya no se dialoga, se reacciona”.

— ¿Cómo hizo para transformar tanto dolor, quizás el más grande que puede sentir un ser humano, en este mensaje esperanzador?

— Aunque resulte chocante, hay que buscar lo positivo de una tragedia, eso es lo que me ha llevado a salir adelante.

— ¿Y cómo se hace?

— Hay que plantearse dos caminos cuando a uno le pasa lo que me pasó a mí, y que también le ha pasado a mucha gente: el de solicitar venganza y pedir que quien produjo la muerte sufra los peores castigos; o el de solicitar justicia, por supuesto, porque se ha cometido un homicidio, pero también buscar que lo que pasó sirva a los demás. Gané la tranquilidad de hacer lo que ella me enseñó: fue siempre una persona muy solidaria, de ayudar a los demás. Yo tengo que ver que la vida continua y que tengo que aportar algo bueno a la sociedad. Hay que llenar un poquito ese vacío que quedó en el corazón. Un pedacito del corazón se fue, bueno... lo que resta hay que llenarlo, con ese empuje, con esa visión de querer ayudar y de hacer algo por mi sociedad.

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