lunes, 27 de octubre de 2014

SANTA FE: “El dolor no pasa porque la pérdida ha sido muy grande”

A dos años del crimen del ferretero Alfredo Omar Segado (71) su familia sigue pidiendo justicia.

“Si Dios me da vida no voy a abandonar todo lo que hicimos con mi esposo”, dijo María Rosa Martino- Foto:Danilo Chiapello

Danilo Chiapello
dchiapello@ellitoral.com

Hay una profunda tristeza en la mirada de María Rosa Martino (68).

La observo y de a ratos la veo frágil.

Sin embargo sigue firme detrás del mostrador del negocio, en el mismo escenario donde se desarrolló el hecho que cambió su vida, y la de toda su familia, para siempre.

Mezclados entre tornillos y mangueras, los fantasmas de aquella trágica mañana aun sobrevuelan en el lugar. Pero no lograron quebrar el espíritu de esta mujer que mantiene vivo su reclamo de justicia.

El rostro del mal

“Para empezar yo me siento culpable porque cuando viene el malviviente me pide unas lámparas y yo me doy vuelta para buscarlas. Mi marido siempre me decía que no tenía que dar la espalda. Entonces el tipo pasa al otro lado del mostrador, me agarra del cuello por atrás y me dice ‘¡vení para acá!. Con una mano me asfixiaba y con la otra me puso un revólver en la cabeza.

Pude ver todo el odio que traía este tipo. No era bronca... esto era otra cosa...

El tipo era alto, de hombros anchos. Tenía gorro y lentes, que yo en ese momento no me di cuenta de decirle que se los saque pero bueno...”, comenzó su relato María.

“Mi marido estaba armando una portátil que recién había vendido, y se larga a defenderme. Yo no pude pararlo. No quería que peleara porque éste que vino no era un ladrón, era un asesino.

“El tipo le dijo ‘¡andá para atrás o te mato!‘‘ Y hace un primer disparo para arriba. Mi marido vino a sacarme de los brazos del ladrón. Ahí se hizo un forcejeo donde nos caímos los tres al suelo. Se produce la pelea y el ladrón empieza a disparar con su arma. En total fueron cinco tiros los que hizo. Uno de esos balazos fue el que le pegó en la pierna a mi esposo”.

“Alfredo tenía una fuerza impresionante, pero el ladrón le ganaba en juventud. Mi esposo había sido salvavidas de la Cruz Roja; hizo años de remo cuando era un muchacho y estuvo en la Policía Federal. El me dijo que lo que quería era desarmar al ladrón.

“Lo llevan al hospital, y nadie cree que es tan grave la herida. El hospital se demoró unas horas. Pero no sé que pasó... no se pudo hacer nada. A las horas me avisan que había muerto.”

La lucha sigue

“No vamos a abandonar la causa ni nada. Yo ofrezco recompensa a quien me diga quién fue el que mató a mi marido. Y arriesgo mi vida con esto. A mi hijo no le gusta. Me dice ‘te van a matar’. Y yo le contesto ‘que me maten...ya arruinaron mi vida’.

“Estoy muy mal porque me quitaron lo más importante... Mi esposo, mi compañero, el padre de mis hijos. Estuvimos 52 años juntos. ¿A usted le parece que él merecía un final como el que tuvo?

“Ya no tengo más miedo ni nada... se me fue todo.”

La pesquisa

Más adelante María recordó que “mi marido reconoció a un tipo en el hospital, pero después quedó libre porque no coincidió el tema de la hora. Hablé con el juez Falkenberg y me dijo que no se puede tener a nadie preso sin pruebas. Está bien, pongan que no haya sido ese el tipo. Pero entonces busquen al que fue, que lo agarren por favor...

“Yo siento que no se hicieron bien las cosas y es lo que le pasa a todo el mundo. La señora de Laracca los reconoció a los tipos que mataron a su marido y hoy en día se le pasean por la puerta de su negocio. Está todo mal, no sé qué pasa.

“El Ministerio de Seguridad me puso durante 1 año un policía enfrente. Pero no servía para nada porque hablaba por teléfono todo el día. Y encima después lo sacaron. Quise preguntar por qué pero cambiaron los números, nunca me atendieron”.

El día después

“Los días posteriores fueron muy difíciles, cada vez peor.

“Hacía mucho que no lloraba, pero ayer vino un cliente de antes, comenzamos a recordarlo y bueno... es muy grande la tristeza que tengo.

“Alfredo era un hombre muy alegre y trabajador. Si Dios me da vida no voy a abandonar todo lo que hicimos entre los dos. No estoy sola, tengo a mis hijos al lado. Si ustedes supieran la gente como nos agradecía que abriéramos los domingos y los sábados a la tarde.

“El día anterior al desastre fue impresionante la cantidad de gente que vino. No sé... hoy lo siento como que fue una despedida que le tenía preparada el destino.

El dolor no pasa, la pérdida ha sido muy grande. Alfredo era un hombre que estaba bien y se lo extraña mucho. Nos criamos desde chicos en este barrio. Y yo sigo con esto por su memoria. Porque es una lástima que se pierdan tantos años de esfuerzo... 52 años estuvimos juntos. Mis hijos y yo quedamos arruinados desde el sentimiento... todos,” sentenció.

Industria de la inseguridad

En otro tramo de la entrevista la viuda de Segado opinó que “se creo la industria de la inseguridad. Hoy todo el mundo está pagando alarmas; rejas; cámaras privadas, servicios de vigilancia, etc. Ustedes no se dan una idea la cantidad de candados que yo vendo los fines de semana. Entonces, que cada uno saque sus conclusiones...”.

No era un ladrón... era un asesino

Aquella mañana del domingo 30 de septiembre de 2012 había arrancado con el sol a pleno.

Alfredo y su esposa, tal como era su costumbre, habían abierto su negocio esperando por lo general a quienes aprovechan el día para hacer reparaciones en sus hogares.

Eran cerca de las 10 cuando un sujeto, que cubría su rostro con una gorra y lentes oscuros, ingresó al tradicional negocio, el que cuenta con más de 30 años de antigüedad en el rubro, ubicado en la esquina de Gral. Paz y Ángel Cassanello.

El grito de: “¡Dame toda la plata!” lanzado por el malviviente tomó por sorpresa a Alfredo y su esposa María Rosa que se disponían a iniciar una nueva jornada de trabajo.

A punta de pistola, el caco redujo a la mujer y comenzó a presionar para que le entreguen el dinero. En dicha circunstancia, alcanzó a sustraer algunos billetes de la caja y también monedas.

Fue entonces cuando el comerciante, aprovechando un descuido, se trabó en lucha con el delincuente. La esposa también se sumó a la refriega.

En tan dramática situación, el rufián accionó su arma varias veces. Testimonios recabados en el lugar dieron cuenta de no menos de cinco detonaciones.

La pelea hubo de terminar cuando uno de los disparos hizo blanco en el cuerpo de Alfredo, que cayó al suelo acusando el impacto. El balazo lo alcanzó en la pierna izquierda, a la altura de la ingle.

Esta situación fue aprovechada al máximo por el delincuente que corrió hasta la puerta, trepó a la moto y se dio a la fuga.

Alfredo Segado murió al otro día en el hospital José M. Cullen.

“No fue un ladrón el que cometió este hecho. Fue un asesino”, dijo María Rosa.

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