domingo, 12 de octubre de 2014

ROSARIO: "Lo hecho por Gendarmería parece diluirse con la vuelta de la policía"

La abogada Eugenia Cozzi, integrante de la cátedra de Criminología y Control Social de la Facultad de Derecho de la UNR, trata de explicar desde la llegada de Gendarmería hasta hoy. Eugenia Cozzi sabe de lo que habla porque su trabajo tiene sustento en caminar los barrios más que las bibliotecas.
/La Capital | 

 Hace seis meses, en un operativo casi cinematográfico, unos 2 mil hombres de fuerzas federales invadieron la ciudad de Rosario encabezados por el secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni. La llegada masiva de tropas causó sorpresa hasta en algunos sectores del gobierno provincial. Y en un abrir y cerrar de ojos, agentes de Prefectura Naval, Gendarmería Nacional y la Policía Federal se habían posicionado en los barrios más conflictivos de la ciudad. El objetivo era "pacificar" esos territorios y "recuperar" los espacios ocupados por bandas que dirimían a tiros sus espacios de poder y de comercialización de drogas, causando una espiral de víctimas que puso a la ciudad en la tapa de los medios nacionales e internacionales. Que pasó desde entonces hasta hoy es lo que la abogada Eugenia Cozzi, integrante de la cátedra de Criminología y Control Social de la Facultad de Derecho de la UNR, trata de explicar en esta entrevista a partir de las intervenciones directas que ella y sus colegas de docencia han hecho en dos barrios de la ciudad.
— ¿Se puede hacer un balance de la presencia de las tropas federales en estos seis meses?
— Nosotros no hablamos de balance, preferimos hablar de situaciones. Y en ese sentido nos planteamos dos cosas: si ese desembarco de tropas tuvo incidencia o no en el fenómeno de la violencia barrial y en el mercado de sustancias ilegales; y cómo cambió la percepción de las personas jóvenes y adultas en esos barrios en este tiempo. En ese marco hubo una primera etapa en la que los vecinos mencionaban que la llegada de las tropas federales les daba mayor seguridad, aunque con el paso del tiempo comienzan a aparecer los relatos de que se está volviendo a lo de antes. Y ese antes es la presencia de la policía provincial. Porque lo que hizo la irrupcion de Gendarmería, fundamentalmente, fue mostrar la situación del servicio policial en esas zonas, una situacion muy complicada con una fuerza desprestigiada y casi inexistente en el patrullaje de esos barrios. Entonces, en las primeras semanas hubo percepciones fuertes de tranquilidad, algo que ahora parece ir diluyéndose con la retirada de un importante número de efectivos hacia otros sectores de la ciudad y la llegada de la Policia Comunitaria, que la gente lee como una "vuelta a la normalidad de los tiros de la noche".
— ¿Cómo es esto de los tiros?
— Hasta la llegada de Gendarmería la preocupación más grande de los vecinos era la inseguridad, no en términos de robos y hurtos como ocurre en algunos sectores de la clase media, sino la de los enfrentamientos a tiros entre bandas de pibes que de esa manera disputan su territorialidad, su identidad y hasta su masculinidad con un despliegue de violencia brutal pero horizontal, entre ellos, entre pares. Con la llegada de Gendarmería estos pibes, en vez de clandestinizarse, de esconderse, siguen parados en las esquinas pero planteando cosas como que "ahora se nos van a oxidar los fierros y vamos a tener que volver a las piñas y las cuchilladas porque no hay bronca".
— ¿De esa manera también el vecino recuperó el espacio público?
— En parte sí. Los vecinos vuelven a ocupar la calle con más tranquilidad, aunque nunca habían dejado de estar en los espacios públicos. Pero lo hacían con temor, con angustia y en un alerta permanente por lo que podría pasar. Esa gente sabía que si la policía llegaba no era para pacificar sino para gerenciar el delito, mientras que los gendarmes pararon el lío. Les decían "ahora acá mandámos nosotros" y el cambio se percibió. La gente nunca dejó de estar en las calles. Había y hay una vida activa pública, un movimiento muy grande incluso de noche y los fines de semana. Pero siempre bajo el imperio del miedo. Incluso, hay historias de pibes que se han mudado de barrios para rescatarse y te dicen que lo que más les cuesta es dormir sin escuchar tiros. Y eso te hace entender que en algunos sectores de la ciudad se soportan cosas que parecen insoportables.
— ¿El paso del tiempo marcó un desprestigio también en el trabajo de los gendarmes?
— Hay una percepción compleja al respecto. Primero escuchás a los vecinos decir que llegaron con helicópteros, que controlaban todo y que no estaban en la joda. Que tienían un trato hasta educado hacia la gente, pero eso se va desdibujando. Aunque argumentan que no son como los otros (la policía provincial), con el avance de los días aparecen las prácticas de los golpes, el secuestro de pequeñas dosis de estupefacientes, pero sin armarles causas, sin meterlos presos, sin robarles como los jóvenes refieren que hacía la policía santafesina. Parecen códigos de equivalentes. Hay un testimonio de un chico que es claro al respecto. Dijo que al ser detenido por gendarmes lo hicieron descalzar y le encontraron un pequeño envoltorio con cocaína. No lo apresaron, no se lo robaron, se lo hicieron esparcir en la tierra y con sus propios pies diseminarlo. Y hay quienes aseguran que "los policias son sin derecho y los gendarmes con derecho". Entonces, cuando les preguntas qué significa eso te dicen que "los policías no tienen derecho a hacerte nada porque ellos andan en la joda (participan de las actividades delictivas) y los gendarmes tienen derecho a hacerte cualquier cosa"; aunque la lógica de Gendarmería es muy brutal, marca el territorio casi al limite de la violencia, echándote de la esquina, de tu lugar. Y si esa lógica se mantiene se puede volver intolerable, porque la gente empieza a resistir y a confrontar.
— ¿Cambió la forma de comerciar drogas en esos barrios?
— Cuando Gendarmería llegó allanó algunos puntos de venta aunque en muchos lugares con "información vieja", porque los búnkeres ya no funcionaban o se habían mudado. Y al respecto hay que aclarar que el búnker es algo muy local, muy rosarino. Es un espacio que permanece en el tiempo, que se fortifica y que sólo es así por la contemplación que tiene de parte de la policía. En los primeros días de invasión federal, los pibes nos decían que se hacía más difícil conseguir merca o faso y que para hacerlo tenían que moverse a otros barrios. Sin embargo, decían que los puntos de comercialización "siguen estando pero guardan todo" o que "se había reducido la venta". Por eso aparecieron otros mecanismos como la venta al menudeo y una especie de delivery mediante caminantes o motociclistas. Pero la droga se sigue vendiendo y parece recuperar el espacio de antes.
— ¿Hay un repliegue de Gendarmería en los barrios?
— Gendarmería no llegó para cerrar búnkers. Llegó a pacificar e imponer una metodología mientras la provincia armaba la Policía Comunitaria. Y en esto la fuerza federal fue muy astuta. Los replegaron porque se dieron cuenta de que el delito no bajaba y que si se quedaban se lo iban a facturar. Es como que dijeron: "Nosotros ya pacificamos, ya estabilizamos, no nos vamos pero tomen el barrio ustedes" y en ese irse, aunque es muy difícil de medir lo ocurrido, el delito se corrió fuera de los sectores que esa fuerza controlaba y que quedaron en manos de la policía. Es como que dijeron: "Nosotros ya hicimos la parte dura, ahora esto es de ustedes". Y entonces la situacion volvió a ser lo que era en esos barrios mientras los gendarmes se ven en otros sectores. Al menos eso es lo que dicen los vecinos de los sectores intervenidos en los cuales la Policía Comunitaria se ve como una continuidad de la vieja policía, aunque más joven e inexperta.

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