domingo, 5 de octubre de 2014

Brasil, un país con reglas claras aún en recesión

Los candidatos presidenciales, juntos en el último debateCrédito: AFP

Difícil comprender para quien aterriza en Rio de Janeiro el verdadero significado de "Brasil está paralizado", la sentencia de Valdir, un taxista que no votará por el oficialismo. El aeropuerto internacional es un trajín, hay que tomar vías alternativas para evitar el colapso del tránsito, los autos relucen de nuevos: la ciudad cruje de actividad. Pero Valdir está enojado y no es el único trabajador con salario en blanco que quiere castigar al oficialismo.

​La clase media que después de 12 años de gobierno del PT supera a la clase baja (en el 2002 el 49 por ciento de la población era pobre, ahora apenas llega al 16 por ciento), se queja de la economía estancada (los pronósticos hablan de un crecimiento menor al 1 por ciento para el 2014), la corrupción en las empresas estatales y la "dramática" inflación, que no supera el 7 por ciento anual. Y se piden cambios. Sobre todo, allí donde más movilidad social hubo estos 12 años, en los estados del Sudeste, donde la clase media llega al 56 por ciento de la población. En los estados del Norte, donde la clase media es apenas del 8 por ciento, son más oficialistas.

​Sin embargo, las encuestas aseguran que Dilma Rousseff ganará la primera vuelta con un 40 por ciento de los votos. Y las proyecciones dicen que logrará la reelección, ya que ganaría cómodamente también la segunda vuelta, sin importar a quién tenga enfrente, si a la carismática pero ahora en franca caída, Marina Silva (PSB) o al experimentado y racional Aécio Néves (PSDB), ex gobernador de Minas Geráis.

​Para el publicista Renato Meirelles, presidente de Data Popular, un experto en lo que él mismo dio en llamar "Clase C", la clase media brasileña que llega a 108 millones de personas y tiene un consumo anual de de R$ 1 trillón, ganará Dilma a pesar del enojo que hay con ella y la maquinaria de poder en la que se transformó el PT, porque es mayoría la "gratitud" por el ascenso social consolidado de millones de familias en todo Brasil.

​En efecto, todo luce mejor aquí, en relación a la Argentina. Y no es porque no haya problemas. Hubo crecimiento a tasas chinas, o casi, y la inversión en infraestructura y logística, no lo acompañó. Pero no se necesitaron 50 muertes para desarrollar el transporte público. Empezó el estancamiento, pero aún hay inversión y las descomunales reservas se mantienen intactas. Hay inflación, pero falta mucho para que llegue a dos dígitos. Hay tremendas denuncias por corrupción, pero el ex director de Petrobras, el petista Paulo Roberto Costa está preso y la justicia dictaminó que debe devolver R$ 70 millones. Hay descreimiento de la política, y se supone que habrá récord de votos en blanco o anulados, pero los candidatos a presidente realizaron 6 debates en distintas regiones del país.

EN BRASIL HUBO SEIS DEBATES PRESIDENCIALES. ¿CRISTINA KIRCHNER LO HUBIERA ACEPTADO CUANDO FUE CANDIDATA?

​Mucho de lo que sucede en este país de vocación imperial y dimensiones continentales tiene que ver con las formas. La cadencia del idioma portugués, rico en expresiones de respeto al otro, como "vossa excelencia", cuando se quiere criticar a un contrincante, u "o senhor", "o senhora", si se quiere mostrar distancia, son ejemplos de la poca empatía que generan los discursos agresivos en la sociedad brasileña.

​Aún en el último debate presidencial, realizado en los estudios de TV Globo en Rio de Janeiro, al filo del cierre de la campaña, el trato entre los siete candidatos fue cordial y ameno. Lo más ofensivo que se escuchó fue cuando Dilma le dijo "acabou querida" a Marina que insistía en seguir detallando críticas al gobierno del PT, su minuto y medio había terminado, y la candidata del PSB no hacía caso al moderador.

​El formato mismo del debate sorprende al observador argentino. Primero, por su mera existencia. En nuestro país, jamás el candidato que lidera las encuestas acepta confrontarse con los demás. En Rio, el debate se abrió con una pregunta de la candidata Luciana Genro -uno por ciento de intención de voto-, a Dilma, la presidente que pelea por su reelección.

​Porque de eso se trataba. De candidatos que hacían preguntas a candidatos, lo que promovió un rico debate entre ellos, y altos índices de audiencia, con un promedio de 21 por ciento en el Gran San Pablo y picos de 30 por ciento, según Ibope, a pesar de que se realizó a partir de las 23 horas, después de la novela que se emite en el horario central, "Imperio".

​Nadie era presentado por sus títulos u honores. Cada uno era "el candidato" o "la candidata" de tal o cual partido. Y se dirigían entre ellos como "señor candidato", "señora candidata". Sólo esporádicamente se escuchó un "presidente Dilma".

​Imposible no comparar la escena e interrogarse si Cristina hubiera aceptado cuando fue candidata en el 2007 y el 2011 un escenario con un minuto y medio para contestar preguntas, dos minutos para el cierre final, cinco minutos de conferencia de prensa con periodistas una vez terminado el debate, es decir, iguales condiciones para todos. Y todas.

​Sabemos que no. Que en la Argentina, cada tanto llega al poder una fracción política que impone sus propias reglas. Y que la sociedad civil tiene que hacer esfuerzos descomunales para lograr que el poder le reconozca sus derechos constitucionales. Porque hay épocas en que ni la Carta Magna es respetada por los gobiernos argentinos, ni la Corte Suprema de la Nación. Últimamente, se insiste en no respetar a la justicia de un país extranjero, al que se acudió para brindar la credibilidad que nuestra propia historia no genera.

​El abogado y experto en política internacional, Mariano Caucino, suele decir que los problemas de gobernabilidad de la Argentina se reflejan, más que nada, en que no tenemos ex presidentes para exhibir, de los que los argentinos podamos estar orgullosos. Distinto es lo que pasa en Brasil. No sólo Lula fue un respaldo central de Dilma para la campaña, sino que el ascendente Aécio le agradeció aFernando Henrique Cardoso su presencia en el estudio de TV Globo para respaldar su candidatura.

​Lula y Fernando Henrique son dos pesos pesados que enorgullecen a Brasil y que, al terminar sus mandatos, salieron por el mundo a dar conferencias donde contaron cómo llevaron al país al podio de los más respetados. Lamentablemente, Cristina Kirchner no podrá imitarlos.

infobae.com

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