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domingo, 5 de octubre de 2014

Alto Verde: una mirada desde las ventanillas de la Línea 13 luego de los incidentes

Según choferes de colectivos y usuarios –vecinos del distrito–, la inseguridad es desbordante. “Subimos al coche y ya no sabemos si vamos a volver a bajar”, expresó uno de los trabajadores.

Autor:José Busiemi. - Única alternativa. El servicio de la Línea 13 es el único transporte que ingreso al distrito costero, que alberga a cerca de 10 mil habitantes.

Autor:José Busiemi. Temor. Los vecinos de Alto Verde padecen los hechos de inseguridad que se trasladaron hasta arriba del colectivo.

Autor:Manuel Testi. - Bajo custodia. Un periodista y un fotógrafo de Diario UNO viajaron en un coche de la Línea 13 para ver de cerca la crítica situación que viven los choferes y los pasajeros del servicio de transporte.

Autor:José Busiemi. - Temor. Los vecinos de Alto Verde padecen los hechos de inseguridad que se trasladaron hasta arriba del colectivo.
Alzó el brazo, quedó alejado y perpendicular al cuerpo; fue una señal clara para el colectivero en la última parada antes de ingresar al popular distrito costero de Alto Verde, hoy casi aislado y preso de la exagerada violencia y agresión social cotidiana.

Como si fuese un escáner, la mirada del chofer sacó una fotocopia de “seguridad” del nuevo pasajero, como la llave de ingreso al colectivo. Así fue como un periodista, junto a un fotógrafo de Diario UNO, subieron a una de las seis unidades de la Línea 13, que en 12 turnos diarios, actualmente cubren el servicio de transporte Alto Verde-Santa Fe. El objetivo fue captar todas las imágenes y sensaciones posibles para compartir con los lectores del matutino la experiencia que viven a diario los choferes y vecinos que viajan en la Línea 13 con destino al barrio costero.

El sábado 27 de septiembre, el terror de la mano de la delincuencia y la violencia extrema, abordaron una vez más una de las unidades de la Línea 13. Los disparos (el lenguaje de los forajidos de Alto Verde) encendieron una vez más la luz de alarma en la zona y automáticamente se convirtieron en las noticias de todos los medios de comunicación. Esta vez, el destino hizo que la fortuna esté del lado de los trabajadores y habitantes de la zona, que en ese momento por desgracia se vieron involucrados en el centro de la violenta escena, pero esta vez sin ser lastimados; el mismo destino que muchas veces complotó contra gente inocente; el mismo destino que una vez quiso que una bala perdida cruce toda la laguna y se lleve la vida de una pequeña de siete años que asistía felizmente a una colonia de vacaciones.

Sebastián tiene 42 años y hace más de 20 que presta servicios en la Línea 13. Él tiene un cariño muy especial por el populoso barrio costero, del cual se siente un habitante más, aunque no viva allí.

“Después de 20 años entrando y saliendo de Alto Verde, ya conozco todo, a la gente buena, a la gente mala, las zonas conflictivas. Me siento un vecino más del barrio”, expresó el experimentado chofer.

“Recuerdo con nostalgia años pasados cuando se podía caminar y trabajar tranquilo en el barrio, cuando los vecinos eran amigos y se compartían mates y tortas fritas”, recordó Sebastián y continuó: “Toda la cordialidad y tranquilidad de Alto Verde comenzó a destruirse con la llegada de los delincuentes de otros barrios de la ciudad que buscaban esconderse en la zona. Con el correr de los años fueron encontrando un lugar liberado y aislado de la policía”.

Sebastián, al igual que todos sus compañeros con varios años conduciendo por las calles del “Magnífico Alto Verde”, tal cual los describiera Gustavo Angelini y su banda, “Carne Viva”, en una de sus canciones allá por la década del 90, se sienten angustiados y tristes por la realidad que vive hoy todo el barrio.

“Siento mucha pena y un dolor intenso en el alma al ver cómo Alto Verde de a poco se convierte en un aguantadero cada vez más grande de delincuentes”, subrayó el colectivero.

Y la rutina de subirse todos los días al colectivo para prestar el único servicio de trasporte a toda la comunidad costera, ya se convirtió en una “tómbola de inseguridad”. “Lamentablemente la realidad, con toda su crudeza, indica que cuando nos subimos a diario al cole, no sabemos si nos vamos a volver a bajar”, sentenció Daniel, otro de los choferes de la Línea 13, que hace más de 15 años ingresa al barrio arriba de una de las unidades de transporte.

Pero lo que verdaderamente asusta y da escalofríos, es la naturalidad de los relatos de los choferes, como así también la resignación y el miedo de los vecinos de denunciar a los violentos de la zona, por el temor a las represalias.



Oídos sordos, vista gorda

Sebastián, con más de 20 años arriba del colectivo, cuenta con un “pequeño” comodín, que día a día va perdiendo su valor: “Gracias a Dios la gente del barrio ya me conoce por todos estos años como chofer. Pero esto no me da inmunidad absoluta de la inseguridad. Los episodios violentos arriba del colectivo son casi habituales. Es triste, pero tenemos que hacer oídos sordos y vista gorda porque somos trabajadores y tenemos que entrar a Alto Verde todos los días. Los impactos de bala en las unidades del colectivo son frecuentes, junto a los enfrentamientos armados entre bandas, tanto arriba como abajo del ómnibus”, contó y finalizó, con una frase alarmante y repleta de resignación: “Como trabajadores, hoy en día tenemos que dejar nuestras vidas en manos de la fortuna. Estamos dando vueltas en una ruleta de inseguridad, esperando tristemente que nos toque el turno”.

“Hay tanto odio entre las bandas de delincuentes, que donde se encuentran, descargan su bronca a los tiros, ya sea en la calle o arriba del coche. Nosotros tratamos de cuidarnos y estar siempre alertas, pero nada alcanza para evitar la inseguridad. El problema es la gente del barrio, que observa todo lo que ocurre y conoce a todos los delincuentes que intoxicaron Alto Verde de violencia, pero por miedo a las represalias optan por mirar hacia otro lado. Así viven, aislados de la sociedad y presos de los delincuentes”, describió Sebastián.

Por su parte, otro de los choferes de la Línea 13 contó que “al colectivo todos los días sube gente armada, hasta mujeres llevándolas en sus bolsos para los delincuentes”.



¿Y la presencia policial?

Los choferes tienen una opinión formada y argumentan que “la presencia policial en las unidades de colectivo es como una simple aspirina para un intenso dolor de cabeza. A corto plazo puede ayudar a prevenir”, al mismo tiempo que se preguntan: “¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que los delincuentes suban predispuestos a enfrentarlos?”.

Y otra vez un tema recurrente en la palabra de los choferes, cada vez que se habla de denuncia o control: las represalias. “Hoy los chicos de 13 y 14 años andan a toda hora con armas y no respetan a nadie ni a nada, ya no existen códigos. No obstante, la policía tendría que hacer más controles, por lo menos para secuestrarles las armas. Pero lamentablemente trabajan con miedo a los posibles ajustes de cuentas. Y otra cosa triste es que nadie denuncia nada, también por miedo a lo que les pueda pasar”, sostuvo Daniel, colectivero de la Línea 13.



En alerta

Y una vez que arranca el colectivo desde la parada, en la Manzana 7, con destino a la ciudad, cuadra a cuadra van subiendo vecinos, hoy, con otra actitud que antes, en estos días con caras de desconfianza y con la atenta mirada puesta en todos los demás pasajeros, como buscando una especie de guiño en el contexto que les brinde la seguridad para vivir un viaje sin sobresaltos.

“Uno siempre trata de estar alerta a lo que pueda pasar. Pero una vez que estás arriba del colectivo, estamos en las manos de Dios. Es una vergüenza que exista tanta inseguridad en Alto Verde y que nadie haga nada. Lamentablemente nosotros los vecinos estamos presos del sistema; conocemos a todos los delincuentes, pero no los podemos denunciar porque después lo podemos pagar con nuestras vidas. Es triste, pero somos rehenes de los malvivientes”, argumentó Lorena, vecina y habitual usuaria de la Línea 13.

“La violencia ya es moneda corriente arriba del colectivo, nadie está a salvo. Pero los vecinos tenemos que hacer algo para cuidar a la Línea 13, que es la única que ingresa al barrio y prácticamente es el medio de transporte de todo Alto Verde. Hoy los taxis y remises ya ni ingresan”, contó Lucrecia, otra vecina del distrito costero, y prosiguió: “Tengo una hija muy chica y lo pienso dos veces antes de tomarme el cole, pero a fin de cuentas no queda otra posibilidad. Es inhumano a esta altura vivir así. Todos los días escuchamos disparos, a la madrugada, a la mañana, a la tarde y a la noche. Vivimos una pesadilla interminable”.

“Lo que está pasando con la inseguridad en el barrio, para nosotros no es algo nuevo. Ocurre que cuando trasciende un hecho de inseguridad en los medios, todos están más sensibles. El miedo es parte de nuestras vidas, hay que aprender a convivir con él; no hay opción”, expresó Martín, habitante de Alto Verde mientras pagaba su boleto para ir a Santa Fe a estudiar. Y en la efímera conversación se sumó el chofer, mientras iniciaba suavemente la marcha del vehículo: “Con los problemas de inseguridad y los reiterados hechos de violencia, es natural que el miedo quiera aparecer, pero acá hay dos opciones: o seguís laburando, o renunciás”.



Matías De Philippis/Diario UNO Santa Fe

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