lunes, 1 de septiembre de 2014

SANTA FE: La mítica casa de barrio sur

Ubicada en 3 de Febrero y avenida Freyre, las leyendas sobre la vivienda no paran de crecer. ¿Mito o realidad?

Autor:Juan Baialardo / Diario UNO de Santa Fe - Imponente. A pesar del gran deterioro que presenta la vivienda ubicada en 3 de Febrero y avenida Gobernador Freyre, la casa continúa manteniendo los aires de grandeza, típicos de una antigua construcción.

Autor:Juan Baialardo / Diario UNO de Santa Fe Imponente. A pesar del gran deterioro que presenta la vivienda ubicada en 3 de Febrero y avenida Gobernador Freyre, la casa continúa manteniendo los aires de grandeza, típicos de una antigua construcción.

Imponente, hermosa y llena de misterios. De esta manera se podría describir al inmueble ubicado en la esquina de 3 de Febrero y avenida Gobernador Freyre. El paso del tiempo tuvo su efecto en esa construcción, ya que hoy se puede observar en su fachada algunos deterioros. El cartel que años atrás se exhibía en el balcón del inmueble y que rezaba la típica frase: “Dueño alquila”, fue retirado hace un tiempo atrás.

Lo que menos se podría pensar es que esta casa es el lugar elegido por espíritus o fantasmas. Sin embargo, es innegable que los rumores abundan. En un mundo dominado por la comunicación una simple búsqueda en internet, con la dirección de la edificación arroja una importante cantidad de informes, notas y videos relacionados con los misterios que a lo largo del tiempo se tejieron alrededor de ella.

Es por esto que Diario UNO realizó una recorrida por las calles del barrio donde esta impresionante edificación se ubica desde hace más de medio siglo. Los vecinos sostienen desde hace años que la casa está embrujada y solo unos pocos pudieron verla habitada aunque fuera por un corto período de tiempo.

También están aquellos que son ajenos a la cantidad de leyendas que rondan sobre la vivienda. Tal es el caso de Rocío, la joven que vive en la vivienda lindante, quien en diálogo con Diario UNO contó que desde que vive allí nunca sintió ruidos extraños. “Vivimos hace seis años acá, cuando nosotros vinimos, la casa ya estaba deshabitada”, cuenta la joven.

Los vecinos coincidieron al afirmar que de vez en vez, llama mucho la atención la presencia de una mujer que a veces acude a limpiar las instalaciones. “No sabemos si es la dueña, pero viene muy de cada tanto. No entendemos porque la siguen limpiando y la mantienen”, cuenta la chica.

Otro de los detalles que despierta aún más la curiosidad de los vecinos es el hecho de observar la luz del frente encendida, desconociendo si hay alguien o no dentro de la casa.

“No sabemos qué pasa, no se puede vender. Cuando se alquilaba, venía gente y duraba un mes o dos, según los vecinos. Por comentarios dicen que se sentían ruidos de cadenas, un sillón que se hamacaba, sombras que se aparecían”, afirma Carmen, quien desde hace 31 años vive en el barrio.

“Cuando me mudé en el 2010, todavía estaba en alquiler. Al tiempo llegó una cuadrilla de obreros para realizar refacciones en la vivienda. Una semana duraron”, cuenta María José, que hace cuatro años vive a escasos metros de la esquina.

Según la vecina, los trabajadores terminaron yéndose antes de terminar las obras por los ruidos que escuchaban mientras estaban trabajando. Otros relatos indican que el piso superior de la casa, donde están ubicados los dormitorios son de parquet. “Los albañiles escuchaban ruidos de pisadas, se espantaron y se fueron”, agregó María José.



El testimonio de la antigua dueña

Diario UNO pudo contactarse con Silvia Caminos, una vecina del barrio que durante treinta años vivió junto a su familia en la mítica casa. Ella guarda en su memoria hermosos recuerdos de su paso por esa vivienda, donde disfrutó de su adolescencia y gran parte de su vida adulta. “En esa casa viví desde los 14 años hasta pasados los 40, que fue cuando se vendió”, recuerda Silvia.

En el año 1958 su padre, Rodolfo Caminos, decidió mudar a su gran familia al inmueble de 3 de Febrero. Ya en ese entonces, los rumores sobre fantasmas circulaban. Tanto es así que desde el Centro de Espiritistas de la ciudad, se ofrecían a realizar una curación de la casa, para sacarle los fantasmas. “Mi papá les agradeció, pero argumentó que tenía una gran cantidad de hijos que se iban a encargar de espantarlos”, agregó Silvia. Su familia estaba compuesta por sus padres y, en ese entonces, eran siete hermanos de diferentes edades.

Como en toda familia, hay recuerdos felices y están aquellos, que no son gratos a la memoria, pero que sucedieron. La muerte de uno de sus hermanos, mellizo con otro, generó un enorme dolor en los integrantes de la familia Caminos. El chico murió en 1968 a los nueve años, víctima de un accidente de tránsito. “Fue un accidente tremendo, lo aplastó un camión sobre calle bulevar Zavalla. Pero fue un accidente, él iba en bicicleta, se bajó y lo chupó”, recuerda con angustia la mujer.

Sobre las leyendas que circulan de la casa, afirma no entender el origen de tanto misterio. “Me causa gracia todo lo que se dice sobre la casa, porque nosotros no escuchamos nada. Así como tampoco los amigos que invitábamos a la casa”, cuenta.

Al mismo tiempo, afirma que los únicos ruidos que podían escucharse en ocasiones era el crujir de los muebles de madera que había en la vivienda, que por cuestiones lógicas producían esos sonidos. Lejos de atribuirlo a un hecho paranormal, los habitantes de la casa lo tomaban como algo natural.

Hermosos y felices momentos fueron los que vivieron tanto Silvia como los integrantes de su familia. Sin embargo, luego de la muerte de sus padres, en 1987, decidieron vender la vivienda y cada uno de los hermanos tomó un camino diferente. “Nos mudamos al morir nuestros padres, pero la verdad es que todos fuimos felices allí”, agrega.

Años más tarde, Silvia es testigo del deterioro que sufrió la casa. Los años dorados, quedaron atrás para que aparezcan ventanas rotas y paredes descoloridas. Al momento de describir cuál es la sensación que la invade cuando la contempla, con un tono de angustia recalca: “No me gusta verla. Un día entré, había albañiles trabajando y no sentí nada, porque no está ni parecida a lo que la teníamos nosotros; ahora está destruida”.

Grandes reuniones, tardes marcadas por la presencia de muchas personas, el té de las tardes, risas y música son solo algunas de las escenas que describe hoy esta mujer, que en cierto modo vivió con nostalgia el tener que dejar la vivienda.

“Solo recuerdo años felices, todos felices. Todavía puedo sentir cómo entraba el sol por la casa, las escalinatas y el poder sentarse a la siesta en invierno, cuando el sol del oeste pegaba en el rostro”, finalizó una de las pocas testigos que pudo disfrutar de su estadía en la casa, que a muchos hoy les genera temor.



Por Romina Elizalde / Diario UNO de Santa Fe

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