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domingo, 13 de abril de 2014

SANTA FE: Ya hay unas 15 familias inundadas por la veloz crecida del río Salado

Viven fuera de anillo de defensa, en cercanías del ex Frigorífico Municipal. Tienen sus ranchos con medio metro de agua. Sacaron sus pertenencias y dicen que no dejarán ser relocalizados. El municipio ya comenzó un operativo de evacuación.
.El Litoral | 
Ya hay unas 15 familias inundadas por la veloz crecida del río Salado

     Unas 15 familias que viven en proximidades del ex Frigorífico Municipal (en el oeste de la ciudad), asentadas en ranchos y casas precarias ubicadas fuera del anillo de defensa, ya están inundadas por la crecida del Salado. El Litoral relevó la zona esta mañana, y se encontró con un panorama desesperante: los lugareños sacaban como podían sus pertenencias de las viviendas, cubiertas por medio metro de agua. Cargaban sus objetos personales sobre caballos, carros y autos, para resguardarse sobre la ruta, en la zona más alta.

    El caudal del río no dio tregua desde anoche. Ingresó mucha agua en muy poco tiempo. Las previsiones apuran los tiempos de acción. El municipio adelantó a este diario que ya comenzó con la evacuación y relocalización de esas familias en riesgo hacia alguno de los dos refugios previstos, en La Tablada y Barranquitas. Pero el arraigo al lugar de estas familias, que viven en condiciones de extrema pobreza y hacinamiento, se contrapone en extremo con la planificación del gobierno local.

    Es que la gente no quiere irse de su lugar. Son conscientes de que viven en terrenos inundables; pero allí tienen su historia, su vida, sus pertenencias, y sobre todo, una inquebrantable relación con el río. Son pescadores casi todos, viven de esa actividad para su subsistencia desde hace años y no saben hacer otra cosa. También recurren al cirujeo y la cría de animales para venta y consumo personal.

    Zona crítica

    A unos 200 metros antes de llegar al viejo Frigorífico Municipal se ve el “éxodo” de urgencia, que sólo llegará unos metros más arriba, en la banquina de la ruta, que es una zona más alta. “Acá nos quedamos hasta que baje el nivel del río, no nos saca nadie”, dice a este diario Ángel Duarte. Al pie de la ruta hay bolsos de ropa y trastos viejos, chapas, todo lo que se pudo sacar de los dos o tres ranchos que allí están, salvados del agua a tiempo. 

    “Sacando las cosas del rancho, todo lo que se pueda. No nos vamos a ningún lado. ¿Qué querés, que nos vayamos dejando todo acá y que nos roben?”, dice Duarte. Tiene 7 hijos, seis fueron mandados a la casa de una cuñada (en Loyola) y el otro juega en el agua subido a un tambor. La infancia no entiende de grandes preocupaciones. “Nadie se acercó de la Municipalidad hasta acá. Dicen que nos mandarán a un refugio. Pero yo de acá no me voy, porque si no me roban todo, lo poco que tengo”, afirma convencido el pescador.

    José Ojeda, que también vive en un rancho, andaba a las corridas de acá para allá, subiendo sus pertenencias a un automóvil viejo y oxidado. “Por ahora puse las cosas ahí. Dormiré ahí adentro. Vivo de los bichos, crío animales. Yo no me muevo de acá. Eso de la reubicación a refugios no lo voy a aceptar, porque si me voy me desvalijan lo poco que tengo. Este es mi lugar”, afirma.
    Yendo hacia el ex Frigorífico Municipal la dramática postal es la misma: hay ranchos y viviendas precarias tapadas por el agua del río. Según las versiones de varios lugareños, pasando ese predio hay unas 15 familias que ya tienen el agua en sus viviendas. El cálculo coincide con el relevamiento del municipio.

    El agua, a un metro

    En el acceso oeste junto a la Circunvalación y en su unión con la Autopista Santa Fe-Rosario, otras 11 familias vigilan el crecimiento del agua. Están al pie del terraplén, a la vera del río que es su principal sustento. La pesca es su medio de vida, junto al cirujeo. 

    Son familias que vivían debajo del puente y que se instalaron allí cuando construyeron la Circunvalación Oeste. En 2003, con el avance del Salado se instalaron en el terraplén para cuidar sus pertenencias. Sus chapas, sus gallinas, perros y caballos, herramientas y canoas. Hoy, si el río vuelve a crecer, piensan hacer lo mismo.

    Mientras, corroboran con los ojos lo que escuchan que otros dicen por la radio. El agua está a tan sólo un metro de los ranchos. “Llegó hasta la puerta: ya superó los 5 metros y va a crecer un poco más”, cuenta Alejandro Aldao sin demasiada alarma. “Nunca nos inundamos acá arriba, creemos que va a subir un poco más pero no nos va a tapar”, agrega calmado.

    Hace unos 20 años que Alejandro levantó su rancho con su señora, Norma. Conoce el río. Extiende la mano y apunta su propia marca: el montículo de tierra adonde se trasladaron las hormigas. En ellas deposita toda su confianza. “Todos los días marcamos lo que va subiendo. Si hoy no llueve va a subir unos 50 centímetros más, pero si llueve capaz llegue al metro”, expresa.

    Unos veinte metros más al norte, Alberto y Luis Niz, aprovechan la crecida para pescar y salir a vender a la vera de la circunvalación o por las calles, en bicicleta. Mientras las mujeres fueron a la ciudad a hacer las compras, padre e hijo destripan. El río no los apura: clavan el cuchillo, arrancan las vísceras de los dientudos y sábalos, y los lavan junto a la canoa que hace un rato amarraron en tierra y comenzó a flotar. “El agua está creciendo, ya nos estamos preocupando”, contó Alberto. “Ojalá que el río quede ahí, que no llegue hasta la casa. Va a ser un lío sacar las cosas y los animales”, reconoce.

    No hablan de refugio ni de traslado de los cuatro chicos que tienen en casa. Dicen que no les ofrecieron refugio. “No nos vamos a ir. Si dejamos las cosas se llevan todo. Vivimos acá hace 25 años y nos defendemos como podemos, sin ayuda de nadie. Somos pescadores, ¿adónde vamos a ir si salimos de al lado del río?”, coinciden los Niz. Mientras, vigilan el agua. “Vamos junando las canoas, cuando flotan nos damos cuenta de que el río sube -agregan-. El tema es que crece rápido: esta es agua de dos días, no de tres semanas”.

    Operativo

    Al mediodía, el municipio comenzó a evacuar a las familias que viven fuera del anillo de defensa en la Vieja Tablada. “Estimamos que son unas 90 personas. Algunas se van a alojar en el refugio que preparamos en el barrio y otras van a instalarse en casas de familiares”, contó Andrea Valsagna, secretaria de Comunicación de la Municipalidad, quien aseguró que el municipio está en contacto permanente con las familias que están radicadas en estos puntos vulnerables. El pico de la crecida se espera para esta tarde y podría superar los cinco metros, una altura que está unos tres metros por debajo del nivel del terraplén de la Circunvalación Oeste. Por eso, las autoridades insisten en que la ciudad está bien defendida.

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