domingo, 3 de noviembre de 2013

Un simulacro de catástrofe con más de cien voluntarios en un camping de Zavalla-Más de 100 ciudadanos se llegaron hasta las instalaciones del camping de Atrar, sobre la ruta 33

La puesta en escena se planteó en torno a una falsa situación de explosión e incendio de instalaciones escenificada en el quincho del lugar, así como la destrucción de un auto.
La Capital | 
Un simulacro de catástrofe con más de cien voluntarios en un camping de Zavalla

 Gritos de dolor, insultos, pedidos de auxilio, autos destruidos con heridos a su alrededor, estruendo de explosiones, rostros cubiertos de sangre, médicos, bomberos y personal de Defensa Civil, autobombas y ambulancias. La escena pinta el panorama que ayer por la tarde se percibía en el camping de los Talleristas, en las inmediaciones de Zavalla, un lugar en el que, en realidad, no pasaba nada grave, sino que se estaba desarrollando el 10º Simulacro de Catástrofe con Víctimas Múltiples.
Más de 100 ciudadanos se llegaron hasta las instalaciones del camping de Atrar, sobre la ruta 33, para cumplir con los roles que les asignaron durante la capacitación recibida días atrás en el salón Metropolitano, donde además se los instruyó sobre comportamientos en escenarios de tensión.
La puesta en escena se planteó en torno a una falsa situación de explosión e incendio de instalaciones escenificada en el quincho del lugar, así como la destrucción de un auto en las inmediaciones, con víctimas que presentaban heridas de diversa consideración en distintas partes del cuerpo —simuladas con un notable trabajo de maquillaje—.
Además de los ciudadanos comunes, participaron los alumnos y graduados de la carrera de paramédico, la organización Rosario Solidaria, los Bomberos Voluntarios de Rosario, personal de la Dirección Provincial de Accidentología y Emergencias Sanitarias (Dipaes) y miembros de Protección Civil de la provincia, que hicieron su trabajo.
Panorama alarmante. Las inmediaciones del camping de Atrar ofrecían un panorama alarmante para el automovilista no advertido de que se trataba de un simulacro, con la postal de ambulancias y autobombas haciendo sonar sus sirenas e ingresando velozmente al predio. En los auténticos restos de un auto chocado e instalado en cercanías del quincho, una mujer herida yacía en su interior, mientras otro presunto pasajero simulaba estar gravemente lastimado bajo el automóvil y reclamaba a gritos atención médica.
Un sector del camping, señalizado con telas de distintos colores, se utilizó como un área de atención donde los rescatistas provistos de mascarillas, chalecos identificatorios, camillas y otros elementos de seguridad, dejaban a cada paciente proveniente del quincho presuntamente siniestrado. Allí, los paramédicos establecían el grado de gravedad de cada uno y lo derivaban al área de atención correspondiente.
El realismo puesto de manifiesto por los voluntarios en la interpretación de sus roles generó alguna situación graciosa. Como la vivida por una de las supuestas víctimas, quien se compenetró tanto en la trama que, bañada en tinta que simulaba sangre, comenzó a hacer declaraciones sobre la presunta tragedia, creyendo que el cronista de La Capital que la interrogaba era otro personaje y que formaba parte del plantel del simulacro.

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