domingo, 13 de octubre de 2013

VILLA GOB. GALVEZ: Una ciudad donde se carga nafta bajo insultos y amenazas

Hecha la ley, hecha la trampa. La norma que prohíbe expender a quienes no cumplan con las normas de seguridad es violada sistemáticamente. Testimonios elocuentes.
La Capital | 
Una ciudad donde se carga nafta bajo insultos y amenazas

 Con insultos y amenazas. A punta de pistola o a filo de navaja. Aunque parezca mentira, así es como algunos motociclistas de Villa Gobernador Gálvez llegan a las estaciones de servicio sin casco ni patente y obligan a los empleados a cargarles nafta. A casi medio año de haberse aprobado, y a más de 50 días de entrar en vigencia, la ordenanza que prohíbe cargar combustible a quienes no cuenten con elementos de serugidad ni identificación del vehículo se resume a la presencia, con suerte, de carteles que lo advierten. Pero no se cumple. La Capital recorrió la ciudad y habló con estacioneros, empleados y conductores. Las imágenes y los testimonios son elocuentes.
Villa Gobernador Gálvez es una ciudad muy particular, donde el temor se respira al recorrer sus calles. Una ciudad donde los robos, el grado creciente de homicidios y de hechos delictivos alarman a sus habitantes, una población donde los conductores son protagonistas de un tránsito caótico y muchos no respetan leyes elementales.
Es la misma ciudad donde hace más de cinco meses el Concejo aprobó por unanimidad la reglamentación que exige para la venta de combustible que los motociclistas que tengan casco y que el vehículo posea patente.
No obstante, como en otros órdenes del funcionamiento vial, esto no se cumple en un alto porcentaje, pese a que se realizó una campaña de concientización vial durante varios meses en las estaciones de servicio locales. Una de las causas esgrimidas por muchos es el alto grado de inseguridad y las amenazas con armas que sufren si se les niega expenderles el combustible. Además, muchos hablan de falta de controles que les ayuden a ejercer su tarea con tranquilidad.
La norma. La norma, sancionada en su oportunidad, prohíbe a las estaciones de servicio la venta de combustibles líquidos y sus aditivos a los conductores de motovehículos u otros rodados, y requie legalmente la utilización de casco protector tanto para los moticiclistas como para los otros ocupantes. La medida abarca también a todo vehículo que no cuente con su chapa patente. Esta exigencia también se aplica en varias ciudades, como Rosario y Casilda (en esta última ya lleva muchos meses y se sanciona al infractor y a la estación que no respete la disposición).
Lo cierto es que la legislación es difícil de controlar, ya que, más allá de las cámaras de seguridad, expone a una situación engorrosa a los empleados que deben enfrentarse con los enojos de los motociclistas, en el menor de los casos, y con agresiones o amenazas en otras circunstancias.
La ordenanza sancionada en Villa Gobernador Gálvez, bajo la autoría de todos los bloques, fijó en su momento que el Ejecutivo implementaría, de manera permanente, una campaña de concientización vial denominada "sin casco y sin patente, no hay nafta", la cual realizó el municipio, pero a la vista sin mucho éxito.
En otro artículo de la reglamentación se autorizó al Ejecutivo a celebrar convenios de cooperación con los propietarios de los establecimientos expendedores, quienes tuvieron que exponer en lugares visibles carteles señalizando la prohibición sancionada. En varias estaciones, como la Shell al ingresar a la ciudad y en la Oil de avenida Perón, LaCapital verificó que esos carteles aún permanecen bien visibles junto a los surtidores, pero en otras empresas expendedoras no ocurre lo mismo. Incluso, en la recorrida que hizo este diario se pudo observar que en algunas estaciones se ven los carteles junto a motociclistas sin casco, a quienes les están cargando combustible.
Posición incómoda. Los estacioneros se encuentran en una posición incómoda y dicen que, al margen de no querer ponerse "en el rol de policías”, es muy alto el número de personas que los amenazan con armas si no se les venden combustible. “Se da el colmo de lo ilógico, si vienen con casco tenemos miedo de que nos asalten, porque así, con el casco, se cubren los rostros de las cámaras de seguridad. Si vienen sin nada, les decimos de la prohibición de venderles y entonces muchos nos insultan, otros se llevan la mano a la cintura y nos dicen «querés que saque la faca o la pistola». Es peligroso negarnos a expenderles nafta, algunos nos conocen y nos presionan con pasar por nuestras casas”, dijo un empleado, quien por temor no quiso dar su nombre y rogó que no lo fotografiaran porque lo comprometían ante su patrón.
  
Razonable.La idea de los concejales, al aprobar la disposición hace varios meses, fue poner en claro algo que consideraron absolutamente razonable: que los vehículos deban estar identificados con sus patentes para poder seguir circulando y que lo hagan por seguridad con cascos. Además propusieron que existiera un permanente apoyo de los inspectores municipales para que la norma se aplique en los expendios de combustible. Varios estacioneros dijeron al respecto que eso no ocurre.
  “Lo ideal sería que la Municipalidad hiciera inspecciones de patentes y cascos, operativos con agentes de tránsito y asistencia policial en las calles; eso nos ayudaría mucho a los estacioneros que estamos sin protección y debemos luchar con la ira de los motociclistas cuando no les queremos cargar nafta por falta de cascos”, comentó a este diario un encargado de una estación de servicio.
   “Es muy ingrata la tarea que debemos hacer, predicamos que se use el casco y no vendemos al que no lo tiene. Entonces nos amenazan. Me dicen «forra» y se meten con mi familia o sacan un arma si no les expendemos. Hoy este es un trabajo riesgoso”, dijo una joven estacionera, entre asustada e indignada.
   Otro testimonio de un empleado, que hace años que trabaja en una estación de servicio, habla del miedo a reacciones violentas, la corrupción obligada por las circunstancias y de la sensación de estar entre la espada y la pared ante la reglamentación: “Tenemos a mano un casco comodín para «hacer cumplir la ley» y evitar que se vean transgresiones, y un bidón de cinco litros de combustible como opción para venderles a los motociclistas en situación irregular y calmarlos”.
   Lo lógico. La disposición de exigir el casco y la patente es algo que no ha tomado conciencia buena parte de la población de Villa Gobernador Gálvez. “Está bien la disposición, si uno va a cargar a una GNC y no tiene la oblea actualizada, no te cargan. Con esta exigencia de patente y casco debería ser lo mismo”, dijo a este diario una joven motociclista —que llevaba su casco puesto— y acotó: “Es cierto que esto es diferente, nadie controla nada y Villa Gobernador Gálvez es tierra de nadie, aquí todo vale”.
   Los estacioneros tienen miedo. Los motociclistas se manejan con impunidad. Las autoridades no han dado respuestas. La sociedad espera. Lo que debiera ser una norma absolutamente razonable se ha convertido en un problema al que nadie encuentra solución, pero que tiene a las estaciones de servicio en vilo. Cuando se aprobó la ordenanza, se pensó que su espíritu sería propender a la seguridad en la ciudad. Pero sin presencia del Estado, queda reducida a unos carteles que nadie mira.

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