viernes, 4 de octubre de 2013

Cómo atrapó la policía al asesino que se escondía en Rosario

El martes al mediodía una brigada de la División Homicidios de la Policía Federal detuvo en el barrio Pichincha, en esta ciudad, a Eduardo Alberto Nogueira. El hombre había estado prófugo cinco años tras ser condenado por el homicidio de su mujer, Etel Weksel, a quien mató en medio de una feroz golpiza en su departamento de Capital Federal. El caso ocurrió el 16 de julio de 2004 y la sentencia firme a 12 años de prisión fue dictada por la Cámara de Apelación en 2008. Desde entonces, precisamente desde junio de ese año, el hombre desapareció de todos lados y para todos.
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Cómo atrapó la policía al asesino que se escondía en Rosario
 Pero los pesquisas no dejaron de buscarlo y llegaron a capturarlo a partir de un hecho fortuito: la catástrofe del 6 de agosto en que se derrumbó el edificio de Salta 2141. El hombre asistía casi a diario a un gimnasio que había frente a ese edificio. Tras la explosión, él se comunicó con un amigo para decirle que estaba fuera de peligro, y ese hombre se lo notificó a un familiar directo de Nogueira cuyo teléfono estaba intervenido por la Justicia. Así, dos meses después el hombre cayó preso.
La pesquisa duró cinco años y la llevó adelante una de las 20 brigadas que la Federal tiene para esclarecer homicidios. Lo hizo bajo órdenes del Tribunal Oral Federal 6 de Buenos Aires, el mismo que había condenado a Nogueira. Los agentes porteños que llegaron a Rosario se movieron con total sigilo y una vez que se detectó el lugar en que podría estar el hombre, que se manejaba con el nombre falso de Juan Roger, lo cercaron. "Si bien tenemos muchos casos, algunos a veces se potencian cuando aparece algo. Este fue el caso, nunca lo dejamos", sostuvieron ayer desde la Federal.
Datos precisos. El 6 de agosto al celular de la hermana de Nogueira llegó un mensaje que preguntaba: "¿Sabés algo de él?". Eso llamó la atención para quienes seguían las escuchas ordenadas por la Justicia y se empezaron a trazar coordenadas, delimitar antenas de transmisión y asociar ideas. "Se habló de un supermercado La Gallega y eso permitió saber que estaba cerca de allí. Se nombraba al bulevar Oroño, se nombraba la calle Italia, todos indicios y pistas que centraban al hombre cerca de donde se lo halló", dijeron las fuentes que hablaron con La Capital. "Pero Rosario tiene casi un millón de habitantes. Sabíamos que estaba en la ciudad, pero no en dónde", agregó el vocero.
En el marco de la pesquisa los detectives concluyeron que el hombre usaba un nombre falso. Se buscó en su prontuario y un tal Juan Roger había sido elegido por Nogueira cuando, al hacer el pasaporte, se le pidieron dos testigos. Un trámite antiguo que se requería en aquellos años por el cual dos personas debían avalar el pedido del documento.
Con ese nombre en el expediente y mientras el tiempo sumaba más datos, Nogueira era cercado por las evidencias de su paradero. "Un día aparecía un dato, a la semana otro, se caía una pista pero uno encontraba otro celular a intervenir. Lo primero que pensamos es que si el familiar se preocupaba era por que vivía cerca del lugar de la explosión", dijo un jefe policial.
Cuando hicieron un mapa y comenzaron a delimitar calles y las cruzaron con las llamadas concluyeron que Nogueira iba al gimnasio de Salta al 2100, frente al edificio que explotó el 6 de agosto. Poco a poco se acercaron. Uno de los celulares con que se comunicaba estaba a nombre de Juan Roger, no quedaban dudas: Roger era Nogueira.
Error. Durante cuatro años se estuvo detrás del prófugo, largo tiempo se escuchó su voz y su foto estaba en la cabeza de la brigada de cuatro hombres que siguió el caso. No era la primera vez que Nogueira hablaba por teléfono y que su hermana Liliana tenía noticias de él. Los pesquisas lo sabían, solo esperaban un error y Nogueira lo cometió.
La brigada que lo cercó viajó el martes a Rosario. Al mediodía recorrieron Pichincha y hablaron con los vecinos y comerciantes hasta que encontraron su primer domicilio en la ciudad y supieron donde vivía su actual pareja. Pero nada hicieron que pudiera llamar la atención del prófugo. Todo fue aparentemente superficial, casualidades pautadas hora a hora.
Así, el mediodía del martes tres hombres llamaron a la puerta del edificio de Nogueira. El hombre bajó a abrir la puerta sin pensar de que se trataba. Un artilugio cualquiera lo dejó en la calle y los detectives le preguntaron nuevamente su nombre. Dijo llamarse Juan Roger pero ya estaba marcado el fin de su camino de fuga. Estuvo unas horas en Rosario, en la delegación local de la Federal y el miércoles al mediodía lo llevaron hacia Capital Federal, donde se le notificará la condena a cumplir y será trasladado a un penal.

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