domingo, 2 de junio de 2013

Una rosarina es biotecóloga y tiene una fórmula para fabricar plástico... desde el azúcar

Carla Risso es Biotecnóloga y está radicada en San Diego, California. Es investigadora en una compañía que hace punta en la fabricación de poliuretano prescindiendo del petróleo. Risso dice que sus colegas extranjeros se asombran cuando les cuenta que su formación universitaria fue gratuita.


 Desde hace casi una década, Carla Risso investiga y trabaja en Estados Unidos en un campo que abre puertas a mundos desconocidos: la biología sintética.
Una rosarina es biotecóloga y tiene una fórmula para fabricar plástico... desde el azúcar
Graduada en la Universidad Nacional de Rosario en los años 90, Risso destaca la formación "privilegiada" que recibió en la carrera de Biotecnología de la facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas, poblada de profesores "brillantes".
"Esa formación básica que recibí aquí, en una carrera que recién se lanzaba (fui la graduada número 30 y pico) fue la que me permitió desarrollarme en el exterior", dice a La Capital. "Allá nadie entiende como enseñanza de tal calidad pudo haber sido y es gratuita", confiesa.
Precisamente a esa casa de altos estudios volvió en la semana que pasó, el jueves, pero para disertar además de saludar a ex profesores. Su charla, titulada "Biotecnología en la vida real: cómo fabricar plásticos con azúcar", terminó siendo ocasión para aprender algo más de biocombustibles, el nuevo tiempo del shale gas y, en ese marco, el hipotético desarrollo y potencialidad de Vaca Muerta, el gran yacimiento no convencional existente en la Patagonia, aún inexplotado.
Es que la ahora tan mentada biología sintética abarca esos campos y muchos más. La promesa económica de la ingeniería biológica es inmensa, dicen los entendidos. Empresas y universidades en el mundo investigan cómo crear combustibles líquidos a través de las algas marinas; o cómo fabricar ruedas de autos a través de la bacteria intestinal Escherichia coli; o cómo obtener nuevos combustibles, alimentos, cosméticos, nutrientes, medicinas, pinturas, telas, plásticos y papel a través de la ingeniería genética.
Risso se desempeña en una compañía de San Diego, California, que patentó la fórmula para crear el plástico que se usa en las suelas de las zapatillas deportivas, los autopartes y las carcazas de los teléfonos celulares a través del azúcar contenido en la caña de maíz y otros vegetales. La firma obtuvo la licencia de primer productor mundial de BDO, dicho compuesto, pero el salto mayor lo dio al lograr elaborarlo a gran escala.
—Van años de aprovechamiento de vegetales como las cañas para uso no alimenticio.
—El primer producto de fermentación a gran escala que se desarrolló fue el etanol, que se usa como aditivo en los combustibles. En Estados Unidos todas las naftas tienen un 10 por ciento de etanol, como en Brasil, nada más que Brasil lo obtiene de la caña de azúcar y Estados Unidos del maíz. Para reducir la dependencia del petróleo la idea en algún momento fue aumentar el porcentaje de biocombustible con otro un poco más avanzado como el butanol, que actualmente tiene mucha prensa. El etanol tiene dos carbonos, el butanol cuatro, quema mejor, tiene más densidad energética.
—En Argentina en algún momento fue la alconafta. Estados Unidos, que depende tanto de las compras al extranjero, ¿es verdad que baraja la posibilidad de lograr el autoabastecimiento de combustibles en 2017 a través del shale gas?
—El shale gas, cuya tecnología de extracción se llama fracking (romper la roca e inundar con agua para que salgan cantidades ingentes de gas natural) probablemente le otorgue la independencia energética en esta década. Es el trabajo que está tratando de hacer YPF en Vaca Muerta, para lo cual necesita tecnología americana. Estados Unidos es por lejos el país más avanzado en fracking y esa carta se la guarda bien porque le podrá dar la independencia energética en gas natural y en todo lo que sea plásticos y petroquímica, donde todos son derivados del gas natural.
—¿Ah sí?
—El gas tiene cuatro componentes principales de carbono, C1, C2, C3 y C4, que son los hidrocarburos gaseosos. El más abundante es el metano, el gas de la red. Después están los compuestos que se utilizan en la industria química para hacer polímeros y con ellos todo tipo de plásticos, y después los compuestos que se hallan en muy baja proporción en el gas natural (y por lo tanto sus precios se ha disparado) con los que se hacen el caucho y los neumáticos. Hay una demanda gigantesca y una oferta baja.
—¿Cómo fue esto de llegar al plástico a través del azúcar?
—Primero digamos que hay un planteo global, que cabe para el tema de los biocombustibles también, y que es la disyuntiva "combustibles versus alimentos". Es poner el foco en las materias primas que se utilizarán; una es el azúcar, otra el maíz, pero son cultivos alimenticios y puede haber un punto en el que no se pueda abastecer las dos ramas: energía y alimentos. Entonces el desafío, y lo que trata de hacer el equipo en el que trabajo, es usar biomasa, los desechos de los cultivos que no son alimenticios pero de los cuales se puede extraer el azúcar. En Estados Unidos se usa mucho el desecho de maíz. De esa gran biomasa, una parte queda para fertilizar la tierra y otra se retira para producir energía, quemándola, o para generar compuestos de más alto valor agregado. En Brasil se usa en bagazo, los desechos de caña de azúcar.
—¿De qué se compone la biomasa?
—Azúcares, celulosa que contiene glucosa, azúcares de cuatro, cinco y seis carbonos. La lignina es muy dura y resistente y exige un tratamiento agresivo. Una vez que tenés un hidrolizado, los azúcares libres, aplicás la ingeniería genética para transformarlo en un compuesto sintético, que es lo que hacemos nosotros y así fabricamos BDO. Ese BDO se polimeriza para fabricar distintos tipos de poliuretano y eso es plástico, todo tipo de plástico que viene de azúcar.
—¿Es el poliuretano que está en las suelas de las zapatillas?
—El mismo PVC que se utiliza para los autopartes, las molduras de los autos, y el tipo de poliuretano que se utiliza para fabricar el spandex que está en la ropa, que da elasticidad a las prendas. O también, el de la carcaza de los celulares.
—¿Esto podrá suponer a futuro una revolución?
—Podrá reemplazar al petróleo. El cuello de botella a resolver es la materia prima. Cuando haya grandes cantidades de biomasa, suficientes para convertirla en plástico con alta eficiencia, la nueva cadena productiva supondrá una transformación. Todo este proceso está validado y el mérito de la empresa en la que trabajo, es que ha podido probar que lo puede hacer a gran escala. Porque muchas veces todas estas cosas son muy lindas en el laboratorio en un fermentador de dos litros.
—¿Y hasta cuánto ha sido el salto?
—600 mil litros, en un proceso tan intensivo y complicado como desarrollar la prueba de concepto. En los últimos dos años el salto fue de 13.000 a 600 mil litros. Se validaron cinco millones de libras de BDO en cinco semanas.
—En el pecado de mirarnos el ombligo, ¿lo podrá aprovechar Argentina, por sus grandes extensiones?
—Brasil está muy enfocado en esto, compite de igual a igual, en material biocombustibles, con cualquiera en el mundo. Tienen la caña pero también masa crítica de población, el mercado es más grande para los inversores. Tienen rica experiencia en el bioetanol, en alconafta, 20 años seguidos.
—¿Así que a la distancia valorás la facultad rosarina?
—No sólo yo sino muchos compañeros míos que hicieron doctorados en el exterior vieron que se les enseñaba ahí cosas que ya habían aprendido en la facultad en Rosario. Muchos profesionales extranjeros de mi edad muestran una buena formación pero arrastran miles de dólares de deuda con la universidad. Los estudios son cada vez más caros y dependen de cada universidad. Hay gente que estudió Medicina y que se recibe pero queda con una deuda de 100 mil dólares o más.
—¿Tus promedios fueron buenos?
—Normales, nada brillantes.

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