domingo, 2 de junio de 2013

SANTA FE: “Cuando el jugador llega a la Asociación, ya está desesperado”

La presidenta de AIL, Mariela Romero, añadió que el cuadro “familiar y la ruina económica es muy difícil de sobrellevar”.
Compulsivo. Cuando ir a jugar ya no es una cuestión de voluntad.COMPULSIVO. CUANDO IR A JUGAR YA NO ES UNA CUESTIÓN DE VOLUNTAD.
La adicción al juego es un problema que no sólo lo sufre la persona que lo padece, sino que toda la familia comienza a verse envuelta en una situación que genera mucha angustia. De hecho, por lo general es un familiar quien llega a hacer la primera consulta. “Esa persona se anticipa a quien tiene el problema y nos comenta lo que va pasando”, le dijo a Diario UNO la presidenta de la Asociación de Investigación de Ludopatía (AIL), Mariela Romero.


“Pero lo que se necesita –advirtió– es que la persona que se da cuenta que tiene un problema con el juego, que eso se volvió compulsivo y que no lo puede manejar, es que realmente se decida a participar de las actividades de la asociación. Sino no tiene sentido. En cualquier tipo de terapia psicológica tiene que haber un convencimiento de lo que se quiere hacer”.


“Cuando una persona decide empezar un tratamiento es porque sabe que algo no está bien. Eso se va trabajando en las entrevistas y en los grupos operativos que tienen una coordinadora. Además, la asociación tiene un psicólogo que se ocupa de las entrevistas individuales”, dijo.


Romero sostuvo que en el problema con el juego se “puede hablar de todas las edades”, pero hay una “franja etaria, que es la del adulto joven, que está entre los 35 y 45 años, que se está viendo mucho”. Aunque también hay gente grande y personas que tienen por debajo de los 30 años que sufren una adicción al juego.


Luego Romero dijo: “En esto no tiene nada que ver el poder adquisitivo de la persona. En estos 11 años hemos visto de todo, desde gente de mucho poder adquisitivo a gente que tiene problemas económicos y que va a buscar sus soluciones al casino”.


La especialista dijo que no hay consejos, sino que junto a la persona se trata de ir viendo lo que está pasando, “darse cuenta de que hay algo que no está bien, que el juego empieza a ser compulsivo, que no se puede mejorar, que no se puede dejar de ir. Esos son indicios de que algo no anda bien. No hay que perder la mirada crítica. Uno sabe medianamente cuándo las cosas no andan bien”, añadió.
Para la familia, esto es muy difícil y hay situaciones muy complicadas para sobrellevar. “Ésta es una adicción –remarcó– que conlleva cuestiones económicas muy serias y, por lo general, cuando el jugador llega muchas veces ya perdió su casa, tiene muchas deudas. A la familia, poder sostener eso se le hace bastante complicado. El poder pensarlo como adicción, pensar en un tratamiento y, a la vez, tratar de resguardar lo económico. Ahí es donde la adicción al juego se diferencia con otras adicciones”.


—¿Por qué?
—Porque cuando aquí llega el jugador, lo hace en un estado de desesperación. No sólo tiene que arrastrar su problemática, sino que tiene un cuadro familiar y una situación de ruina económica muy difícil de sobrellevar. Uno se encuentra con gente que tiene su trabajo, que dispone de determinado dinero por mes con su sueldo y ya tiene comprometido mucho más dinero de lo que va a ganar en varios meses. Además, es difícil comprender que aquí la sustancia es el juego. Eso también le cuesta a la familia. Se toma como que no hay voluntad de la persona que lo está padeciendo y, en realidad, eso es lo peor que puede pasar, querer resolverlo como una cuestión voluntaria, ya que la recaída es peor. Porque cuando vos ves que no podés, la frustración es mucho más grande.

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